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T E A T R O C A T A L Á N
tiempos. No diremos nosotros
tanto, aun reconociendo que con haber seguido, ensanchándola más
cada vez, la primitiva senda, el teatro catalán llegara más
seguramente a la plena conciencia del pueblo por quien y para quien había
nacido, salvándose tal vez así de la honda crisis que actualmente
sufre y que le mantiene casi en completo divorcio con el público,
pues éste no ve ya en el teatro que se le ofrece ni la expresión
de su fisonomía propia ni el reflejo de sus más escondidas
aspiraciones.
Esta crisis
presente, sin duda ninguna, pasará, según parecen declarar
ciertos indicios que ya se notan, como son algunas de las obras recientemente
representadas en los teatros de Cataluña, pero que no es del caso
ir señalando en este lugar, pues no tratamos aquí de lo futuro,
sino de lo
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C R Ó
N I C A S Y C U E N T O S
pasado. Ciñéndonos,
por consiguiente, al tema nuestro, añadiremos algunos nombres más
a la reducida galería que acabamos de presentar a nuestros lectores,
citando a Dámaso Calvet, con su A la vora del mar, que es
la primera opereta escrita en catalán y a la que el maestro Goula
puso música, dando lugar a la escena La romería de Recasens,
preciosa comedia en tres actos; a José A. Clavé, autor de
varias pequeñas zarzuelas, entre las que sobresale L’aplech del
Remey; a Manuel Lasarte, que escribió algunas veces en colaboración
con Federico Soler y es autor del drama La veu de la campana; a
Roca y Roca, autor de Lo mal pare y de la hermosísima comedia
Lo plet d’en Baldomero; a Alberto Llanas, autor de la excelente
comedia La germana gran; a Puig i Ferrater, autor de varias obras
de una grande
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