Por un «mañana venturoso»: una entrevista inédita a Valle-Inclán en 1930

Carme Alerm Viloca

 T.I.V.-UAB

 
Una visita relámpago al País Vasco.

            En su minuciosa Biografía cronológica de Valle-Inclán advierte Hormigón que en el mes de octubre de 1930 «observamos un período biográfico en el que no hemos podido encontrar referencias concretas o hechos ostensibles» (Biografía II: 477). Lo más destacable sería el posible abandono del hogar conyugal y el traslado del escritor al Hotel Regina, cuyo membrete figura en la carta que escribió al abogado y político gallego Dámaso Calvo el 8 de noviembre de ese año aludiendo a un reciente encuentro con él: «¿Qué es de su vida que en todo este tiempo no lo he visto? Si supiera donde hallarle le hubiera buscado, ya que usted se olvidó de venir por Regina. Déjese ver para que sigamos el agradable cambio de impresiones iniciado la otra tarde» (apud Hormigón, Epistolario: 370). De tales palabras infiere el investigador que acaso «sus conversaciones con Calvo giraran sobre asuntos legales relativos a su situación» (Biografía II: 477).

Ignacio Zuloaga, Mis amigos.     Por el momento nada en firme se puede asegurar, de modo que seguimos sin conocer ni la fecha ni las circunstancias exactas que motivaron la mudanza; pero lo que sí nos consta es que el 21 de octubre Valle estaba en San Sebastián. Así lo atestigua la entrevista que reproducimos a continuación, publicada en El Liberal de Bilbao al día siguiente1. Por ella sabemos que aquella misma tarde había visitado a Ignacio Zuloaga para posar para el cuadro «Mis amigos»2 y que después se dirigiría a Elizondo, «donde se propone pasar una temporada de reposo». Si a principios de noviembre ya se hallaba en Madrid, poco habría de durar la estancia en la localidad navarra. Allí habían veraneado Josefina Blanco y sus hijos mientras el autor de El ruedo ibérico, que les había acompañado el año anterior (Hormigón, Biografía cronológica: 446)3, decidió esta vez permanecer en la capital enfrascado en su ciclo isabelino, según informó a Luis Calvo en una entrevista realizada a finales de julio («El día de ... Don Ramón del Valle-Inclán», ABC, 3-VIII-1930; apud Entrevistas: 433 y 435) 4. Unos meses más tarde quizá pensó en aprovechar el viaje a Zumaya para instalarse un tiempo en el idílico Valle de Baztán, seguramente en soledad; pero pronto cambió de opinión...

Sobre las revueltas estudiantiles

    Sea como fuere, más allá de los pormenores biográficos lo más interesante del texto son, cómo no, las declaraciones del futuro candidato republicano, particularmente en aquella agitada y decisiva coyuntura histórica: la dictablanda del general Berenguer, heredera de las revueltas estudiantiles que habían estallado con inusitada virulencia en los últimos años del mandato de su antecesor. Y ése es precisamente el eje de la entrevista.

    Acierta Valle cuando afirma que «el movimiento estudiantil tiene una enorme trascendencia». De hecho, los estudios de García Queipo de Llano (1987) y, más recientemente, de González Calleja (2009) coinciden en señalarlo como un factor determinante en la caída de la monarquía y el advenimiento de la Segunda República, especialmente porque acabó por convertirse en un «verdadero núcleo de oposición política» (González Calleja: 104) que «radicalizó y generalizó la protesta intelectual» contra el régimen (García Queipo de Llano, 1987: 358)5. En líneas generales, el crecimiento del número de estudiantes durante la década de los veinte, propiciado por el acceso a las aulas de la pequeña burguesía, unido a la emergencia de nuevos valores entre la juventud fueron el caldo de cultivo de una movilización sin precedentes cuyo detonante fue un polémico artículo del decreto ley de reforma universitaria impulsada por el ministro de Instrucción Pública Eduardo Callejo en mayo de 1928. En él se permitía que los centros religiosos de Deusto y El Escorial examinaran a sus propios alumnos, lo cual fue interpretado por la FUE –la Federación Universitaria Escolar, nacida en enero de 1927– como un ataque a la universidad pública que se sumó a un creciente sentimiento anticlerical. A principios de 1929 se recrudecieron las protestas contra la Ley Callejo, ante lo cual Primo de Rivera decidió expulsar de la universidad al dirigente de la FUE, Antonio María Sbert. Así estalló la primera huelga masiva del 8 de marzo, que pronto se propagó a otras universidades. Ante los disturbios (con apedreamiento incluido al domicilio del dictador), se detuvo a Sbert y a toda la junta directiva de la FUE, y se tomaron duras medidas represivas, como la clausura hasta octubre de la Universidad Central de Madrid, la destitución de los cargos académicos, reemplazados por una Comisaría Regia, amén de diversas sanciones a estudiantes y también a profesores, algunos de los cuales renunciaron a sus cátedras. Como indica García Queipo de Llano, «a partir de este momento correspondió un papel fundamental en la protesta a profesores e intelectuales» (García Queipo de Llano, 1987: 325). «Al frente de esa juventud va lo mejor del profesorado, y eso es una garantía» –proclama Valle en la entrevista.
Felipe Sánchez Román   En efecto, el 23 de marzo más de ciento veinte catedráticos y profesores universitarios firmaron un manifiesto adhiriéndose a las reivindicaciones estudiantiles y criticando la política represiva del gobierno; entre los firmantes se encontraban personalidades tan relevantes como Sánchez Albornoz, Américo Castro, Pedro Salinas, Jorge Guillén y el jurista y futuro fundador del Partido Nacional Republicano Felipe Sánchez Román (1893-1956), a quien Valle-Inclán considera «uno de los hombres con más sentido jurídico de España» 6.
    Deseoso de restablecer la normalidad con vistas a las inminentes Exposiciones de Sevilla y Barcelona y a la reunión en Madrid del Consejo de la Sociedad de Naciones, Primo de Rivera acabó suavizando su postura: restituyó algunas cátedras, suprimió las Comisarías Regias, anuló sanciones y derogó el controvertido artículo 53, lo que constituyó una auténtica «derrota moral de la Dictadura», al decir de González Calleja (117). Sin embargo, el movimiento estudiantil seguía vivo, por lo que en el segundo semestre del curso 1929-1930 resurgió con nuevos bríos, de modo que la renuncia al poder del dictador, el 28 de enero de 1930, transcurrió entre un alud de manifestaciones y protestas que tampoco Berenguer supo contener.

Las responsabilidades de entonces y las de ahora

    Cuando en el mes de octubre Valle-Inclán fue entrevistado para El Liberal de Bilbao la revuelta de los estudiantes, apoyada por intelectuales, obreros y fuerzas políticas, ya había cobrado una dimensión plenamente antidinástica. Además, la firma del Pacto de San Sebastián en agosto de 1930 –suscrito también por Sánchez Román– rubricaba la apuesta por una España republicana. No es de extrañar entonces el tono esperanzado y hasta optimista con que el escritor pondera a la «juventud escolar» propulsora del cambio, que «ha dado muestras de tener una sensibilidad superior a las generaciones anteriores, concibe la esperanza de una España mejor» y «ofrece la perspectiva de un mañana venturoso» presidido por la «ética», un concepto nuclear en el pensamiento político de Valle-Inclán7. La clave está en su capacidad para movilizar la «opinión», a diferencia de los que les ocurrió a «los del 98»:

Ahora no ocurre como nos ocurrió a nosotros, los del 98. Entonces las responsabilidades eran más graves, porque lo de Annual, ni robos ni estafas, tienen la importancia, por mucha que tenga, de la pérdida del imperio colonial. Pero entonces a los responsabilistas no nos acompañaba la opinión.

    Llama la atención que Valle se considere ahora un escritor noventayochista, máxime porque apenas habían transcurrido un par de años desde que, al ser entrevistado sobre el tema por un investigador alemán –seguramente Hans Jeschke
8, le contestara a cajas destempladas:

¿Qué cuarto es ése del 98? ¿Por qué soy un escritor del 98? Será del 98 el escritor que encontró en aquella fecha su definitiva expresión y la reputa a lo largo de los años, pero el escritor que cambia y se renueva y se transforma es del 98 y de 1928 (P. Masip, «La mujer en el hogar de los hombres célebres. En el hogar de Valle-Inclán», Estampa, 27-XI-1928; apud Entrevistas: 390).

    Sin embargo, en el discurso que pronunció en el banquete de homenaje que recibió en junio de 1932 sí se consideraría incluido en ella («El banquete a Don Ramón del Valle-Inclán», Luz, 8-VI-1932; apud Entrevistas: 518), por lo que el exabrupto de 1928 puede interpretarse como una simple pero enérgica defensa de su irreductible voluntad de renovación estética. Hay que tener en cuenta además que por aquellas fechas el marbete acuñado por Ortega y consagrado por Azorín se había extendido por doquier, si bien desprovisto aún del encorsetamiento conceptual que después le otorgaría Salinas aplicándole las teorías generacionales de Petersen9. Lo que sí sorprende un tanto es que se autocalifique como uno de los «responsabilistas» ante el desastre colonial, tan alejada como estaba entonces su literatura de los crispados artículos y ensayos de un Unamuno o de un Maeztu, quienes en su momento sí se pronunciaron abiertamente sobre «el asesinato de Rizal», aducido por Valle como ejemplo de las «responsabilidades de entonces»10. No obstante, cabe pensar que a la altura del año 30 el escritor estaba empleando el término en un sentido cronológico, al identificarse con toda una generación de escritores hostil a la España de la Restauración y sus lacras: la generación finisecular, si se prefiere, que a su juicio careció de ese poder de sensibilización social y política que apreciaba en la juventud de los años veinte, en la que tantas esperanzas tenía ahora depositadas para una verdadera transformación «espiritual» del país. El fracaso de su «generación» no obedeció, pues, a un exceso de «egolatría», como afirmara Unamuno («Nuestra egolatría...», 1916) o a la ausencia de un proyecto común, al decir de Baroja («Nuestra generación», 1917) –pertinaz detractor del término («La supuesta generación del 98», 1924)–, sino a que sus clamores se estrellaron contra una sociedad adormecida y opaca: «Entonces, los que clamábamos, nos sentíamos bloqueados por el Poder y por el pueblo. Pero se han cambiado las tornas».
    Curiosamente, no tan lejos andaba Valle-Inclán del dictamen formulado por Maeztu en 1913: «si el ambiente de 1898 hubiera sido impetuoso, agresivo y enardecido, en lugar de escribir libros y artículos, ¿no habríamos hecho la revolución? No la hicimos porque no había ímpetu» («El alma de 1898», 1913: 4). Pero aquí acaban las eventuales coincidencias con aquel corrosivo autor de Hacia otra España (1899), quien habiendo evolucionado hacia posturas cada vez más reaccionarias, halló grato acomodo en la dictadura primorriverista, de la que fue embajador en Argentina. En tal caso, poco había de complacerle ahora el «ímpetu» que reinaba en las vísperas republicanas... Indudablemente, su nombre rondaría en la mente de Valle «al aludir a las inconsecuencias de algunos hombres del 98», aunque de lo que dijo en la entrevista sólo sabemos que «fustiga a Azorín». Y no era el único, pues según documenta García Queipo de Llano el escritor alicantino fue «el intelectual más atacado por la oposición a la Dictadura» (1988: 235), por más que desde 1929 había abdicado ya de su anterior aquiescencia con el régimen, molesto por la falta de libertad de prensa y la inusitada violencia ejercida sobre las aulas universitarias (García Queipo de Llano, 1987: 346-347).

Este obispo tiene cerrazón de Seminario

    Muy lacónica resulta la entrevista a la hora de transcribir la opinión de Valle-Inclán sobre la «intervención de Baroja» en un «pleito» recientemente surgido en tierras vascas: el de las escuelas Ostolaza. Escuelas OstolazaEn 1928 José Manuel Ostolaza Zabala, tras hacer fortuna en las Américas, había fundado en Deva (Guipúzcoa) una escuela destinada a la formación de los futuros emigrantes. El carácter laico de la Fundación no debió de ser del agrado de las autoridades eclesiásticas, y mucho menos su biblioteca, sobre la cual el obispo de Vitoria, Mateo Múgica, publicó en El Diario Vasco un folleto demoledor. Entre otras lindezas, tachaba de «inmundas» las novelas de Víctor Hugo, anatemizaba con furor las teorías de Darwin y reprobaba a Marañón. El texto motivó una airada carta de protesta de Baroja a principios de octubre de 1930, es decir, pocos días antes de que se celebrara la entrevista. He aquí el último párrafo, transido de un anticlericalismo feroz que, sin embargo, nada tiene de gratuito:

Lo inmundo es asegurar que las niñas de siete u ocho años no pueden entrar con los brazos desnudos en las iglesias, porque son un incentivo a la sensualidad de los hombres; eso sí que es inmundo y manifiesta el repugnante erotismo del seminario; lo inmundo es trabajar siempre por el poderoso y por el rico teniendo en los labios el nombre del Crucificado. Y es inmundo también para la cultura condenar lo que no se conoce, sea uno obispo o sacristán («Pío Baroja contesta al obispo de Vitoria», La Voz, 11-X-1930: 3)11.

    De «desgraciado e ignorante señor», amén de «impío, clerófobo y, como novelista, deshonesto y procaz» motejó a Baroja el diario ultraconservador El Siglo Futuro («Las vaciedades de don Pío...», El Siglo Futuro, 13-X-1930: 2), mientras desde sectores progresistas se ensalzaba la valentía de su gesto y la contundencia de sus argumentos12.  Claro está que un escritor como Valle-Inclán, que tanto denostó a los «clerigones» que habían convertido la religión en una «chochez de viejas» –Max Estrella dixit–, iba a aplaudir con entusiasmo a quien se atrevía a leer la cartilla a semejante obispo con «cerrazón de Seminario». Todo sea «por un mañana venturoso». 


© Carme Alerm Viloca
junio 2010


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INTERESANTES MANIFESTACIONES DE D. RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN

LOS CONFLICTOS ESTUDIANTILES Y LAS RESPONSABILIDADES DEL AYER Y LAS DE AHORA, Y EL PLEITO DE LAS ESCUELAS OSTOLAZA

    San Sebastián, 21.– Ya comentamos ayer que había llegado a San Sebastián, procedente de Madrid, el gran escritor D. Ramón del Valle-Inclán, quien mañana emprenderá viaje a Elizondo, donde se propone pasar una temporada de reposo. Esta tarde ha estado en Zumaya, posando ante el pintor Ignacio Zuloaga, quien prepara un cuadro titulado «Mis amigos», en el que, entre otros, aparecen Valle-Inclán, Pérez de Ayala, Marañón y Belmonte.

    Un periodista ha visitado al autor de las «Sonatas», quien le ha manifestado que aún se encuentra convaleciente. Interrogado acerca de los conflictos estudiantes [sic], ha dicho:

– El movimiento estudiantil tiene una enorme trascendencia. Se trata de ventilar en España, no una cuestión de régimen, ni de política, sino de ética, y la juventud escolar, que ha dado muestras de tener una sensibilidad superior a las generaciones anteriores, concibe la esperanza de una España mejor, porque los pueblos no son grandes por sus progresos materiales, sino por su significación espiritual.

– ¿Y no hay peligro –le preguntó su interlocutor– de que ese movimiento se malogre por falta de dirección?

– No, rotundamente. Al frente de esa juventud va lo mejor del profesorado, y eso es una garantía. En ella está, entre otros, Sánchez Román, que es, sin duda, uno de los hombres de más sentido jurídico de España. Ahora no ocurre como nos ocurrió a nosotros, los del 98. Entonces las responsabilidades eran más graves, porque lo de Annual, ni robos ni estafas, tienen la importancia, por mucha que tenga, de la pérdida del imperio colonial. Pero entonces a los responsabilistas no nos acompañaba la opinión. Hoy, sí, España ha progresado, y su juventud escolar ofrece la perspectiva halagadora de un mañana venturoso. Entonces, los que clamábamos nos sentíamos bloqueados por el Poder y por el pueblo. Pero se han cambiado las tornas.

    Al aludir a la inconsecuencia de algunos hombres del 98, D. Ramón ha fustigado duramente a Azorín, y para resaltar la mayor importancia de las responsabilidades de entonces con las de ahora, recuerda el asesinato de Rizal.

    Finalmente, ha hablado de otras cosas, de la intervención de Baroja en el pleito sobre las escuelas Ostolaza, y ha dicho:

– Me gusta, me gusta. Ha estado muy bien. Este obispo tiene cerrazón de Seminario.

El Liberal
(Bilbao), 22-X-1930, p. 6


NOTAS

1Agradezco encarecidamente a la Bizkaiko Foru Liburutegia la ayuda que me prestó para la localización y reproducción del texto.

2. Sobre la relación entre Valle-Inclán y el célebre pintor vasco, vid. el iluminador artículo de Mariano Gómez de Caso «Valle-Inclán, los Zuloaga y otros», publicado en esta misma revista.

3. Como apunta Hormigón, probablemente se alojaron en el palacio de Jarola situado en la villa de Elvetea, junto a  Elizondo.

4. En aquellos días Valle-Inclán acababa de salir del sanatorio, donde había permanecido ingresado dos semanas aquejado de «una penosa dolencia» (Entrevistas: 433), esto es, una fuerte hematuria. En el transcurso de la entrevista que damos a conocer aquí declarará que «aún se encuentra convaleciente». Así pues, la salud  bien pudo ser  una de las causas de su proyectada estancia en Elizondo.

5Tomo los datos que manejo a continuación de las documentadas y rigurosas investigaciones de ambos historiadores.

6. Felipe Sánchez Román y Gallifa obtuvo la cátedra de Derecho Civil en la Universidad Complutense en 1916. Formó parte de la Liga de Educación Social (1928-1929), junto a otros intelectuales disidentes como María Zambrano, Azaña, Pérez de Ayala, Marañón o el propio Valle-Inclán, y posteriormente participó en la Agrupación al Servicio de la República. Elegido diputado en las Cortes Constituyentes de 1931, tres años después fundó el Partido Nacional Republicano. En 1936 fue nombrado ministro sin cartera del malogrado gabinete de Martínez Barrio. Al concluir la Guerra Civil, tras ser depurado como catedrático, se exilió a México, donde desarrolló labores políticas y docentes. Vid. el trabajo de Ana Boned Colera (1998).

7Sobre el devenir político de Valle-Inclán, vid. el trabajo de Serrano Alonso y A. De Juan (2007).

8Me refiero a La generación del 98, publicado en alemán en 1934 y traducido al español en 1954.

9Una buena síntesis del origen y la evolución del término puede verse en E. Inman Fox (1992).

10Sobre este médico y escritor filipino, ejecutado por presunta sedición en 1896, Maeztu publicó un  artículo titulado «Nozaleda y Rizal» en Alma Española (10-I-1904) y Unamuno redactó el Epílogo del libro Vida y escritos del Doctor José Rizal, de W.E. Retana (Madrid, 1907).

11. El mismo día se reprodujo la carta en La Libertad, acompañado de una caricatura.

12Por ejemplo, desde las páginas de La Voz (T. Mendive, «La escuela del emigrante», 30-X-1930: 4) y de La Revista Blanca (Febus, «Pío Baroja y el obispo», 1-XI-1930: 30-31).



REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 
- ANÓNIMO, «Una protesta de don Pío Baroja», La Libertad (11-X-1930), p.1.

- BAROJA, Pío, «Nuestra generación», en Juventud, egolatría, Taifa Literaria, 1987, pp. 126-127 [1ª ed.: Madrid, Caro Raggio, 1917].

- __________, «La supuesta generación del 98», en Divagaciones apasionadas, Obras Completas, vol. V, Madrid, Biblioteca Nueva, 1976, pp. 491-502.  [1ª ed.: Madrid, Caro Raggio, 1924].

- BONED COLERA, Ana, «Felipe Sánchez Román: semblanza humanitaria de un político republicano», Cuadernos Republicanos, núm. 36 (1998), pp. 73-84.

- DE JUAN BOLUFER, Amparo y SERRANO ALONSO, Javier, Valle-Inclán, candidato republicano, Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela («Biblioteca de la Cátedra Valle-Inclán», 3), 2007.

 - FEBUS, «Pío Baroja contesta al obispo de Vitoria», La Voz (11-X-1930), p. 3.

 - _______, «Pío Baroja y el obispo», La Revista Blanca (1-XI-1930: 30-31), pp. 30-31.

 - FOX, E. Inman, «El concepto de la "generación del 98" y la historiografía literaria», en A. Vilanova (coord..), Actas del X Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Barcelona, PPU, 1992, pp. 1761-1770.

 - GARCÍA QUEIPO DE LLANO, Genoveva, «La rebelión de los estudiantes y la movilización intelectual contra la Dictadura (1929)», Boletín de la Real Academia de la Historia, t. CLXXXIV, II (mayo-agosto de 1987), pp. 315-358.

-  __________________________________, Los intelectuales y la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), Madrid, Alianza Editorial, 1988.

-  GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo, Rebelión en las aulas: movilización y protesta estudiantil en la España contemporánea (1865-2008), Madrid, Alianza Editorial, 2009.

 - HORMIGÓN, Juan Antonio, Valle-Inclán. Biografía cronológica y Epistolario, Madrid, Publicaciones de la Asociación de Directores de Escena, 2006-2007, 4 vols.

 - MAEZTU, Ramiro de, «El alma de 1898», Nuevo Mundo (6-III-1913), p. 4.

 - MENDIVE, T, «La escuela del emigrante. Una campaña injusta», La Voz (30-X-1930), p. 4.

 - PUNTO Y COMA, «Las vaciedades de Don Pío Baroja. Don Pío Baroja eructando en un botijo para que retumbe», El Siglo Futuro (13-X-1930), p. 2.

- UNAMUNO, Miguel, «De las tristezas españolas. Nuestra egolatría de los del 98», El Imparcial (31-I-1916), p. 3.

- VALLE-INCLÁN, Ramón María del, Entrevistas, conferencias y cartas, ed. de Joaquín y Javier del Valle-Inclán, Valencia, Pre-Textos, 1994.


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  El Pasajero, núm. 25, 2010