Valle-Inclán o la «novela deshumanizada» (Un comentario a Sonata de Estío )

Tomás J. Salas Fernández

I.E.S. Serranía (Málaga)


 



1. Un artículo juvenil.

Un tema repetido por sus estudiosos es el interés de Ortega y Gasset por la literatura y la importancia de lo literario en su obra general 1. Muestra de este lugar central de lo literario es el hecho de que una buena parte de sus primeras publicaciones sean comentarios y críticas literarias. En uno de sus primeros pasos como escritor, Ortega dedica un artículo a la Sonata de estío de Valle-Inclán 2. La fecha (1904) no es un dato desdeñable: Ortega tiene a la sazón veintiún años y apenas ha publicado algún artículo, aunque en este mismo año termina su tesis sobre Los terrores del nuevo Milenio . Este artículo constituye, en una primera aproximación, un comentario a la Sonata y una semblanza de la atrabiliaria figura literaria y humana de Valle-Inclán. Pero –y éste es el aspecto que más interesa en este trabajo-, visto en el contexto más amplio de sus textos posteriores sobre novela y sobre el fenómeno literario y estético, tiene el interés de plantear una serie de temas que luego van a tener desarrollo teórico más amplio y riguroso. Voy a señalar tres obras que recogen lo fundamental de este corpus: Meditaciones del Quijote, Ideas sobre la novela y La deshumanización del arte, aunque haya otros textos sobre el tema más breves y más centrados en casos concretos 3. Estos temas planteados en el texto de 1904 y ejemplificados en Valle-Inclán son: la inactualidad del arte [modernista], el arte antidemocrático y, sobre todo, como concepto que engloba y resume a los anteriores, la deshumanización del arte.
 

2. Dos notas (previas) sobre el estilo.

Ortega entra en consideración de aspectos estilísticos concretos, cosa que no es muy frecuente en sus textos sobre literatura, de la novela comentada. Destaca en el estilo valleinclaniano dos rasgos: el uso del adjetivo y la imagen.

Ha trabajado mucho, sin duda, para conocer el procedimiento de composición que da la mayor intensidad y fuerza de representación a los adjetivos. Valle-Inclán los ama sincera y profundamente; por algunos muestra un verdadero culto y los maneja con sensualidad, colocándolos unas veces antes y otras después del sustantivo, no por mero querer, sino porque en aquella postura y no en otra, rinden toda su capacidad expresiva y aparecen en todo su relieve: los baraja, los multiplica y los acaricia 4.
Ortega pone algunos ejemplos de adjetivos casados con sustantivos de una manera original, inusitada. De este buscar lo infrecuente se puede llegar a «que con frecuencia se amanere el estilo», pero tiene la ventaja de que puede producir como resultado «una renovación del léxico castellano» 5. Me parece interesante esta observación de cómo el cambio individual de un escritor puede a la larga influir en la marcha general de la lengua. Dicho en términos lingüísticos: lo que comienza siendo una variación individual en el habla, termina siendo un cambio en la lengua, en el sistema 6.
La otra característica que destaca Ortega en el formalismo literario de Valle es el uso de la imagen. El uso rebuscado  y arduo que «incuba las imágenes tenazmente para hacerlas novísimas» 7. Las imágenes del autor de las Sonatas difieren de las que se han prodigado en la literatura española, que son totales, que comparan dos ideas cercanas de forma simplista y tosca8 . Valle, por el contrario, intenta imágenes «unilaterales», que nacen, no de toda la idea, sino de uno de sus lados o aristas. Imágenes, pues, cuyos elementos de comparación son distantes y distintos.
 

3. Arte inactual.

Comienza el artículo del filósofo madrileño con la afirmación, que no se sabe si hay que tomar como elogio o como reproche, de que don Ramón no es un hombre actual; que es, concretamente, un hombre del Renacimiento. «Por estas páginas los amores y los odios andan sueltos, toman bellas posturas y fácilmente logran su empeño. Así debieron ser Benvenuto y el Aretino» 9. Ortega nos pinta la semblanza de un Valle-Inclán ajeno al mundo moderno; es más, contrario a él. Es una característica que algunos críticos han destacado en el modernismo como movimiento que huye de la realidad presente como una forma de evasión que, en el fondo, es una forma de rebeldía y un rechazo a esta nueva sociedad dominada por la máquina y la producción, esta sociedad, en cierto sentido, tan antipoética. Ha escrito Octavio Paz:

No los fascina [a los modernistas] la máquina, esencia del mundo moderno, sino las creaciones del art nouveau. La modernidad no es la industria sino el lujo. No la línea recta: el arabesco de Aubrey Beardsley. Su mitología es la de Gustave Moreau” 10.


4. Arte antidemocrático.

Pero, en 1904, según Ortega ¿qué es lo que caracteriza la modernidad, de la que Valle-Inclán está tan alejado, en literatura? Para Ortega esta modernidad está caracterizada por un mercantilismo que comienza a dominar la actividad literaria; esto es, el escribir para las masas, la popularización, la democratización del arte. «Se escribía para ganar; se ganaba, es natural, tanto más cuanto mayor número de ciudadanos leyera lo escrito (...) El gran estilo había muerto» 11. Así, en virtud de una dinámica de mercado, la literatura se convierte en lo que hoy llamamos un producto de consumo. Y, junto a este carácter masivo, la literatura abandona exquisiteces y bellezas, ideales y evasiones y se dedica a difundir nuestras miserias cotidianas, nuestras debilidades y pequeñeces. «El arte –dice Ortega- que comenzó danzando se ha tornado hosco y regañón y contribuye harto a amargarnos la pésima existencia de neurasténicos» 12. Y da Ortega, siguiendo con esta idea, una definición ingeniosa de novela:

La novela moderna (que es el género actual por excelencia) desde Balzac, gran deudor, es la vida nerviosa y enferma de la falta de dinero, de la falta de voluntad, de la falta de belleza, de la falta de sanidad corporal o de la falta de esos otros aditamentos morales, como son el honor o el buen sentido. Es la literatura de los defectos. 13
Frente a este panorama desolador de la nueva narrativa, Valle es un hombre nada moderno, ya que nos muestra personajes que «tienen que luchar con los pequeños inconvenientes para gozar de la vida a fauces llenas, con las severas y arrugadas consejas de la moral contemporánea» 14. La obra de Valle, pues, no es ni estética ni moralmente popular. Por su carácter exquisito no pretende llegar a muchos; y por los valores de que es portadora –belleza, disfrute de la vida a toda costa, exotismo- no está a tono con la moral media. En el tiempo del utilitarismo, del arte como reflejo de la realidad y sus miserias, el arte de Valle es «ágil, sin trascendencia, bello como las cosas inútiles» 15.
Dentro de este afán de originalidad, señala Ortega como los personajes de la obra son de carácter muy marcado, lejanos al tipo de hombre medio y vulgar de la literatura que Ortega llama (dando a estos dos adjetivos una connotación peyorativa) «popular y democrática» 16. En efecto, el realismo se complace en mostrarnos el lado normal y cotidiano de la vida humana, y puede decirse que todo su empeño consiste en elevar este aspecto a la categoría de arte. De los personajes de Valle, en cambio, dice Ortega «que no hay ningún ser vulgar (...) todos son atroces: o atrozmente sencillos o atrozmente voluntarios» 17. Ortega resume la obra del escritor gallego con este adjetivo: pintoresco. Lo raro, lo original, lo no cotidiano es lo que Valle persigue en su obra. «Valle-Inclán corre desalado a la caza de lo pintoresco en sus composiciones. Es el eje de su producción; me dicen que también lo es de su vida. Lo creo»18 .
 

5. Arte deshumanizado.

De todo esto se infiere que al arte del gran escritor gallego es aplicable un término orteguiano posterior: «deshumanizado». Aunque la teoría de la deshumanización del arte se expone de forma más clara y rigurosa en el famoso libro de 1924, ocurre, lo que es frecuente en este autor, que hay atisbos de estas ideas, incluso en textos muy alejados temporalmente. Lo que dice de Valle suena claramente como un anticipo de las tesis (a 20 años de distancia) de 1924:

El resto de la obra es inhumanamente seco de lágrimas. Compone de suerte que no hay en ella nada de fresco sentimentalismo, ninguna página libre a una inspiración de última hora (...) llega a desagradar como un señor que no se descuida nunca en el abandono de la pasión, del cansancio o del hastío 19 .
Más adelante escribe: “La primera consecuencia que trae consigo este retraimiento del arte sobre sí mismo es quitar a éste todo patetismo” 20. Ya está patente en Ortega al hablar de Valle la idea de que lo moderno en el arte es lo antisentimental y, además, ya está presente la oposición, desarrollada más tarde, entre arte de masas y de minorías. Una de las ideas más frecuentes en toda su obra (quizá la que ha dado lugar a un mayor número de torcidas interpretaciones políticas de su pensamiento) es la idea de que lo selecto, lo verdaderamente creador, lo que vale la pena se fragua en las minorías, en las elites reducidas. «El democratismo –dice Ortega- no ha logrado escalar el alma rezagada algunos siglos del señor Valle-Inclán» 21. Un escritor para pocos, un escritor que persigue el exotismo y la originalidad no puede menos que ser un estilista, un ejemplo de lo que Ortega llama «arte artístico», esto es, arte preocupado ante todo por sí mismo, por su forma. Valle, para Ortega, es un ejemplo de estos escritores preocupados por la forma, en un estilo «que tiene mayor semejanza con el de un orfebre que con el de un literato tal y como por acá es la literatura» 22.
En conclusión, no se encuentran en este artículo la proyección de sus principales ideas sobre la novela, lo que es normal dada la fecha del texto. Lo que sí se encuentran son importantes atisbos de lo que luego serán aspectos  más desarrollados de su pensamiento: el tema del arte deshumanizado, el problema sociológico de la masificación, la imagen literaria. En cuanto a la valoración de Valle-Inclán, reconoce sus extraordinarias dotes de escritor, pero lamenta que hable sólo de cosas como «princesas rubias que hilan ruecas de cristal». Ortega desea que en sus futuros libros el autor gallego de deje de «bernardinas y nos cuente cosas humanas, harto humanas». La deshumanización, que más tarde será resumen y compendio de la modernidad, aquí resulta poco menos que un inconveniente.
Tomás J. Salas Fernández
salastomas74@hotmail.com

 

NOTAS

1.   Sobre este punto, aunque no sea de los más atendidos en los estudios orteguianos pueden verse varios títulos. Es ya clásico el de Ricardo Senabre Lengua y estilo en Ortega y Gasset, Universidad de Salamanca, 1964. En mi tesis, Los géneros literarios en el ensayo de Ortega: novela, teatro y poesía (Universidad de Málaga, 1993), intento una visión general del tema, abarcando la tríada de los géneros clásicos. De esta obra parten otros trabajos: Ortega y Gasset, teórico de la novela, Servicio de publicaciones de la Universidad de Málaga, 2001; y los artículos «Sobre el concepto de novela deshumanizada (aportación a la teoría orteguiana de la novela)» en Analecta Malacitana , XIII, 1, 1990, págs. 85-92; «Don Juan Tenonio y el esperpento (notas de estética teatral orteguiana)», en Analecta Malacitana , XVI, 2, 1993; « Un escrito juvenil de Ortega: los versos de Antonio Machado» en la revista digital monográfica sobre Antonio Machado Abel Martín (www.abelmartin.com), septiembre 2002.

2. José Ortega y Gasset: «La Sonata de estío de Don Ramón del Valle-Inclán», publicado primero en La Lectura, en 1904, en Obras completas, Madrid, Revista de Occidente, 1963-1973, t. I, págs. 19-27 (cito en adelante como Sonata).

3.  Concretamente sobre la novela, dejando aparte textos que traten el tema de forma secundaria o de pasada, los escritos orteguianos, ordenados cronológicamente, son: «La Sonata de estío de Don Ramón del Valle-Inclán» (1904) (ed. cit.); «Al margen del libro Colette Brauche de Maurice Barres» (1910), O. C., I, págs. 532-535; «Pío Baroja, anatomía de un alma dispersa» (1910), en O. C., IX, págs. 407-504; «Al margen del libro A.M.D.G.» (1919), O.C ., IX, págs. 532-535; «El obispo leproso. Novela, por Gabriel Miró» (1910),  O.C., III, págs. 544-549; Meditación del Quijote, (1914), O. C., I; «Leyendo el Adolfo, libro de amor» (1916), O. C ., II, págs. 25-28; «Ideas sobre Pío Baroja», en El Espectador, t. I, en O.C:, II, págs. 69-102; «Leyendo Le petite Pierre de Anatole France», en El Espectador, t. III, en O. C., II, págs. 299-233; «Tiempo, distancia y forma en el arte de Proust» (1924), en El Espectador , t. VIII, O. C., II, págs. 701-709; Ideas sobre la novela (1925), O. C., III. Los textos son fácilmente divisibles en dos grupos: Ideas sobre la novela y Meditación del Quijote , que son textos largos y suponen lo principal del corpus teórico sobre el tema, y el resto de los textos, que son comentarios y críticas a obras y autores.

4. Sonata,  pág. 24.

5. Ibídem  las dos citas.

6.De forma similar, Dámaso Alonso ha observado cómo la labor poética de Góngora sirve para introducir cultismos que luego se irían aclimatando a la lengua, hasta convertirse en voces  de uso corriente: «Lo que hizo [Góngora] fue, con su genio y su influjo, aclimatar definitivamente en la lengua la mayor parte de esas voces [cultismos latinos]. El influjo de Góngora sobre la lengua es enorme, no sólo por los cultismos que definitivamente aclimata, sino porque abre como canales que hagan posibles nuevas afluencias» ( Poesía española, Madrid, Gredos, 1987, 4ª reimpr.,  pág. 327).

7. Sonata, pág. 24.

8. La imagen tradicional de la literatura española es «una comparación integral de toda la idea primera que se casa con toda la idea segunda» (pág. 24).

9. Sonata, pág. 19.

10. Citado por Pere Gimferrer en Antología de la poesía modernista, Barcelona, Barral, 1969, pág. 7.

11.Sonata, pág. 22.

12.Sonata, págs. 20-21.

13. Sonata,  pág. 21. Es curioso el paralelismo de esta opinión con la visión de la novela de los teóricos del Realismo socialista, que consideran pequeño burgués (su descalificación favorita) esa insistencia en lo mezquino, en lo «demasiado humano» y esa ausencia de lo heroico. Karl Radek, por ejemplo, en el Congreso de Escritores Soviéticos de 1934, ataca a Joyce por su preocupación por las pequeñas cosas del hombre y su despreocupación, en cambio, por las grandes fuerzas históricas del mundo moderno; el mundo de Joyce está comprendido, dice Radek, «entre un armario de libros medievales, un burdel y un orinal» (cit. por Raman Selden, Teoría literaria contemporánea, Barcelona. Ariel, 1989, pág. 38).

14.Sonata,  pág. 21

15.Ibídem.

16.Sonata, pág. 25.

17.Ibídem

18.Sonata, págs. 25-26

19.Sonata, pág. 26; observa Ortega la excepción del personaje Malpocado en el que «unas cuantas líneas definitivas conmueven al lector»

20.Deshumanización, pág. 385.

21.Sonata, pág. 23. Parece casi inevitable hacer una lectura política del rechazo de Ortega de lo que llama democratismo; pero se da a la expresión un sesgo sociológico y artístico y no meramente político, en el sentido en el que hoy entendemos la democracia liberal y parlamentaria. Es clarificador a este respecto el ensayo «Democracia morbosa», en El Espectador, t. II, en Obras completas, ed. cit., vol. II, págs. 135-141.

22.Sonata,  págs. 21-22.


VOLVER AL ÍNDICE


                                                                                                                                                                                               El Pasajero, estío 2003