Una estética y un corazón sonoros: nota al artículo de Margarita Santos Zas sobre Valle-Inclán y Romero de Torres.

María Fernanda Sánchez-Colomer (Taller d'Investigacions Valleinclanianes)



Julio Romero de Torres en su estudio de Córdoba (1912)    En 1998, Margarita Santos Zas publicó en Alec un artículo sobre Valle-Inclán y  Romero de Torres en el que revisaba, según lo indica la propia investigadora, un trabajo anterior leído en 1995. El artículo se titula «Valle-Inclán, de puño y letra: notas a una exposición de Romero de Torres» y en él se aborda la amistosa y artísticamente fecunda relación entre ambos artistas, desde los primeros contactos en torno a 1904 hasta la muerte del pintor en 1930. Para ello, la investigadora se servirá, en particular, del texto valleinclaniano redactado para el Catálogo de la Exposición de Romero de Torres (celebrada en Buenos Aires en 1922), así como, complementariamente, «de otros textos en primicia -copias manuscritas o impresas- del escritor y del pintor andaluz» (pág. 406). El objetivo del artículo, dirá Santos Zas, no es tanto perfilar una teoría acabada sobre los vínculos entre ambos artistas, como presentar, a modo de sugerencias, una serie de reflexiones estéticas que se derivan de aquellos textos. No hay que decir que este objetivo, desarrollado a lo largo de densas y eruditas páginas, se cumple con creces.

    Llamó mi atención, sin embargo, al hilo de la lectura, la transcripción de uno de los autógrafos presentados por Santos Zas: me refiero, concretamente, al texto valleinclaniano titulado «In Memoriam» (necrológica publicada en 1931 en el Diario de Córdoba, en el contexto de un homenaje a Romero de Torres en el primer aniversario de su muerte), que la investigadora incluye como apéndice III de su trabajo (pág. 433). La transcripción, que figura junto a la reproducción facsimilar del autógrafo valleinclaniano, se ofrece «con corrección de errores ortográficos y de puntuación», aspecto que deviene particularmente necesario en un escritor que, como señala la propia investigadora, tenía una «peculiar ortografía y forma de acentuar -más bien, de no hacerlo» (pág. 406). En este sentido, son del todo necesarias las correcciones, no sólo ortográficas sino también tipográficas y sintácticas, propuestas por Santos Zas (págs. 409 y 433). Pero si bien es cierto que Valle podía cometer errores superficiales como los enmendados por la investigadora, me pareció, en cambio, impropia del escritor -dada la fluidez que caracteriza su expresión oral y escrita- la laguna semántica que atestiguaba la transcripción del texto; veámosla (el subrayado es mío):
 

In Memoriam
¡Finos andaluces sonoros!
No hubo jamás hombre ni artista a quien cuadrase con tanta justeza la inspirada expresión de poeta, como [a] nuestro Julio Romero de Torres. Sumó los (?) de nobles reson[an]cias antiguas el corazón generoso y la estética de su pintura. Finos de la más pura emoción el alma y los pinceles.
                                                                                                     Valle-Inclán


 Sin duda, donde Santos Zas transcribe «Sumó los (?)» debería figurar el término «Sonoros», con lo que el período completo quedaría así:
 

Sonoros de nobles resonancias antiguas el corazón generoso y la estética de su pintura. Finos de la más pura emoción el alma y los pinceles.


    Sustentan esta relectura los siguientes aspectos: en primer lugar, el sentido global del texto, que se salvaguarda de aceptarse mi corrección; en segundo lugar, la caligrafía del autógrafo, que autoriza a leer «Sono-/ros» donde Santos Zas lee «Sumó/los»; y por último, y como argumento fundamental, el vocativo «¡Finos andaluces sonoros!» que estructura, de forma paralelística, el desarrollo del texto, con la repetición de ambos adjetivos, «sonoros» y «finos», en el interior del mismo.

     Vale la pena añadir, para terminar, que el período cuya relectura propongo se hace eco del principal autógrafo reproducido y transcrito por Santos Zas, el texto para el catálogo de la «Exposición Julio Romero de Torres» (apéndice I, págs. 418-430). Y es en los fragmentos finales de este escrito -que constituyen, precisamente, «la parte más original del texto, ya que no es deudora de escritos precedentes» (pág. 447, nota 76)-, donde hallamos una serie de sintagmas que serán retomados, alusivamente, en la necrológica de 1931. Así, en esos fragmentos finales Valle-Inclán definirá a Córdoba, la ciudad natal del pintor, como «ciudad llena de ecos, cadencias remotas de razas y civilizaciones sagradas»; se referirá, asimismo, a la «larga cadena de tradiciones atávicas» latente en la línea pictórica de Romero de Torres y a la «doble tradición de la ciudad romana y musulmana» que «acendra» en sus cuadros. Expresiones todas ellas que, a mi juicio, son evocadas por el escritor en su necrológica, a través de aquellas «nobles resonancias antiguas» que vuelven «sonoros» la estética y el «corazón generoso» de Julio Romero de Torres.

     En definitiva, si el escrito para el Catálogo de la Exposición constituye «un texto parcialmente original -como tantos otros del escritor-, fruto de la yuxtaposición de materiales anteriores y nuevos» (pág. 407), algo similar puede afirmarse respecto a la necrológica de 1931, donde Valle-Inclán retoma, aunque sólo sea por alusión, ideas estéticas de 1922.

                                                                               ©  Mª Fernanda Sánchez-Colomer
                                                                                    octubre 1999
 


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