El estreno de Farsa y licencia de la reina castiza desde el semanario barcelonés Mirador
Mª Carme Alerm Viloca (T.I.V.)
El 3 de junio de 1931, apenas dos meses después de la instauración de la República, la compañía de Irene López Heredia estrenaba Farsa y licencia de la reina castiza en el Teatro Muñoz Seca de Madrid. Hacía años que Valle-Inclán vivía apartado del teatro comercial, y ni siquiera asistió a este estreno que, sin embargo, fue uno de los más exitosos de toda su carrera dramática. Y no sólo por las virtudes artísticas de la obra o por la calidad de la puesta en escena, sino porque en aquellos momentos venía a ser un símbolo de la recién conquistada libertad de expresión.
Publicada por vez primera en la revista La Pluma de agosto a octubre de 1920, dos años más tarde vio la luz como volumen independiente, y en 1926 pasó a formar parte, junto a Farsa italiana de la enamorada del rey (1920) y Farsa infantil de la cabeza del dragón (estrenada en 1910), del volumen Tablado de marionetas para educación de príncipes, reeditado en 1930. Si la censura había hecho la vista gorda con las ediciones impresas, lo de llevar a escena una farsa donde se ponía en solfa a Isabel II, nada menos que la abuela del rey, era ya harina de otro costal. Bien lo sabía Cipriano de Rivas Cherif, quizás el más rendido admirador de La reina castiza: cuando, en 1921, dificultades económicas de última hora le impidieron representar la obra en el teatro Español no tuvo más que autodenunciarse para salir de apuros (se habían vendido pocas entradas)1. De todos modos, el pertinaz director escénico no cejaría en su empeño, y en plena "dictablanda" trató de convencer a Valle para retomar el proyecto; pero, ante los recelos de éste, que no confiaba demasiado en la aquiescencia de las autoridades, hubo de conformarse con ofrecer una lectura pública del texto, celebrada en el Ateneo de Madrid en diciembre de 1930, si bien con anterioridad ya había realizado otras lecturas en varias ciudades de España y de Hispanoamérica2.
Por fin, la caída de Alfonso XIII y la proclamación de la II República hicieron posible tan demorado estreno, aunque no fuera el primer interesado en ello, Rivas Cherif, quien lo llevara a cabo. Como era de esperar tratándose de una obra prohibida por el régimen derrocado, aquella representación, bien acogida por un público expectante, cobró un sentido claramente político; de ahí que, en contraste con la escasa atención dispensada a las distintas ediciones de la Farsa, la prensa madrileña se ocupara profusamente del estreno. Prueba de ello son las numerosas reseñas periodísticas que Mª Ángeles Gómez Ábalo ha dado a conocer en un reciente artículo sobre el tema3. Evidentemente, el contenido antiborbónico de la obra, cuya valoración dependía de la tendencia ideológica de cada rotativo, fue el tema más comentado, aun cuando también se abordaron otros aspectos, como la calidad literaria del texto, su teatralidad y, por supuesto, la puesta en escena, realzada por los magníficos decorados y figurines de Salvador Bartolozzi, que acentuaban los visos guiñolescos de esta "farsa de muñecos"4.
Dada la coyuntura política del momento, sin duda el estreno de Farsa y licencia de la reina castiza también habría de alcanzar cierta resonancia más allá de la Villa y Corte, al menos en Barcelona, donde la personalidad y la dramaturgia de Valle-Inclán eran bien conocidas: no en vano cuatro de sus obras fueron estrenadas en la capital catalana, escenario, además, de una de las conferencias más significativas del escritor gallego5.
Como muestra de que en la Cataluña republicana seguía vivo el interés por Valle ofrecemos aquí dos textos sobre el estreno de la farsa isabelina que se publicaron en Mirador. Setmanari de Literatura, Art i Política el 11 de junio de 1931. Fundado en 1929, este semanario –que se mantuvo hasta el 16 de julio de 1936– era un suplemento de La Publicitat, un periódico de signo catalanista y republicano al que llegó a sustituir como diario entre el 4 de noviembre y el 30 de diciembre de 1934, cuando los sucesos del 6 de octubre obligaron a la suspensión del rotativo6. Pese a que las secciones de libros y espectáculos se centraban básicamente en el ámbito catalán, no era ésta una publicación cerrada y localista, sino que, haciendo honor a su título, sabía mirar mucho más allá. Bien claro lo anunciaban sus editores en el primer número:
Ens hem ajuntat amb el propòsit de parlar amablement al lectors, un cop per setmana, de totes les coses del món que despertin una inquietud, remoguin una idea o desvetllin una emoció. I heus ací perquè de la nostra revista en diem Mirador7.
Siendo así, Mirador no podía pasar por alto la "emoción" que en aquellos albores republicanos estaban despertando dos estrenos harto "removedores": Fermín Galán, de Rafael Alberti y Farsa y licencia de la reina castiza, de Ramón del Valle-Inclán. Del primero –que tuvo lugar el 1 de junio– se ocupó cumplidamente un asiduo colaborador del semanario, Guillem Díaz Plaja, quien, durante la dictadura franquista –y, por supuesto, con el nombre de pila en castellano–, habría de dedicar numerosas páginas al escritor gallego, como el muy meritorio libro Las estéticas de Valle-Inclán (1965). Aunque fuera la pieza de Alberti el motivo de su artículo, no dejó, sin embargo, de referirse a la farsa valleinclaniana con breve y certero juicio:
L'obra de Valle-Inclán, interpretada per Irene López Heredia i Mariano Asquerino, és ben coneguda, per haver estat publicada i reeditada sovint. La Monarquia havia interdit la seva representació. Per què? La Farsa y licencia de la Reina Castiza és un retaule grotesc de la Cort d'Isabel II –la reina castiza–; la reina que s'escapa amb un soldat i se'n va a la verbena; la reina que canvia d'amant i de ministre; la reina ignorant, plebea, chula, impolítica, faraònica, lamentable, immoral. Valle-Inclán, que sembla com si escrivís amb un bisturí, retalla les figures amb una cruel alegria histriònica. Els remarca implacablement el gest grotesc i el defecte psíquic. Tot pren un aire de guinyol funambulesc on tots els personatges fan un paper desguitarrat i violent. La cort espanyola és abundant de figures pintoresques, i darrera de la lent valleinclaniana tot agafa unes proporcions de putxinel.lis insuperables, brillants i lamentables alhora8.
Más vehemente es la reseña de Joan Cortés, íntegramente dedicada a La reina castiza, y que va acompañada de una fotografía de Valle. Mostrando bien a las claras su inquina hacia "el carnestoltes alfonsí", el autor insistirá más en la dimensión política y en la renovada actualidad de "aquella saladíssima sàtira de Valle-Inclán", cuyo estreno interpreta como un signo de libertad que venía a satisfacer la "necessitat en què ens trobem de desacreditar tant com sigui possible allò que no ha de tornar mai més". Con todo, el artículo es mucho más que una soflama antiborbónica: a pesar de que Cortés, a diferencia de sus colegas madrileños, apenas alude a la puesta en escena de la farsa –a la que tal vez no asistiría–, sí se alegra sobremanera de que "hom s'hagi decidit a posar en escena una obra de Valle-Inclán, que tantes en té –i de ben representables– que farien molt millor paper que moltes altres que es presenten d'autors de menys vàlua literària". Es obvio que quien esto escribía habría de tener un cierto conocimiento de la trayectoria teatral de Valle-Inclán. Aunque poco amante de las Comedias Bárbaras, cuya supuesta "ampul.lositat truculenta" le resulta embarazosa, elogia con buen tino la deformación grotesca de los esperpentos, de los cuales la Farsa y licencia de la reina castiza sería una "fillola [ahijada] graciosíssima". Muy acertada es, a mi juicio, esta definición de la farsa isabelina, que demasiado a menudo ha sido considerada como un esperpento más, sin tener en cuenta que la obra es, efectivamente, "una farsa completa de cap a peus".
Pero basta de preámbulos y demos paso a Joan Cortés, quien, en un catalán de buena ley, rico y elegante, seguro que logró transmitir a sus lectores la admiración que sentía por La reina castiza y, sobre todo, por Ramón del Valle-Inclán:
Teatre polític. "La Reina Castiza" Publicada en volum l'any 1922, en feia ja nou que la Farsa y Licencia de la Reina Castiza, de Don Ramón del Valle-Inclán era ben coneguda per quasi tothom. Recitada en particular moltíssimes vegades, comentada i celebrada en públic i en privat, no havia pogut encara ésser representada dalt d'un escenari.
La desfeta de la monarquia que fins no fa gaire hem tingut de suportar i la llibertat amb què hom es pot expressar sobre totes aquelles coses que ens eren assenyalades com a intangibles, la necessitat en què ens trobem de desacreditar tant com sigui possible allò que no ha de tornar mai més, despullant-ho de tota aquella falsa glòria amb què s'embolcallava, tota feta d'engany i farcida de clandestinitat, i mostrant-ne la seva profunda mesquinesa i el seu intrínsec plebeisme, han tornat a dar actualitat a aquella saladíssima sàtira de Valle-Inclán sobre la vida dissoluta i cínica de l'àvia de l'heroi de Deauville, la virtuosíssima dama Isabel de Borbó, esposa del seràfic Don Francisco de Asís.
I així és que ha obtingut un èxit clamorós la presentació que al teatre Muñoz Seca, de Madrid, ha fet la companyia d'Irene López Heredia i Mariano Asquerino, amb decorats i figurins de Bartolozzi, de la farsa grotesca de Valle-Inclán, que és una de les millors produccions de l'estilitzat escriptor gallec.
Farsa completa de cap a peus; els seus personatges no són altra cosa que ninots; ninots buits i ridículs, sense cap noblesa, sense cap majestat; ninots pels quals no sent cap simpatia el seu autor, rònecs i concupiscents, posseït cada un d'ells pel seu dimoni; un dimoni brut, escuat, espellifat i pobre, que no pot encendre en l'ànima de la seva víctima cap passió, cap pecat que tingui una mica de grandesa: un dimoni mesquí, en una paraula.
Valle-Inclán ha mirat aquella època que fins ara no hem arribat a estar en situació de poder liquidar, amb tota l'agudesa i amb tota la fredor necessàries per poder donar-nos-en aquesta espècie d'auca caricaturesca que ens la representa tan bé com el documental més rigorós. Tota la història clandestina, de fullets i de romansos; de publicacions perseguides i de correspondències secretes que ens havien fet caure l'ànima als peus en veure les mans que havien pogut regir els interessos i la vida d'Espanya –bells [sic9] antecedents del carnestoltes alfonsí–, ha pres en agafar-la Valle-Inclán com a matèria per a una obra teatral, la única forma sota la qual podem imaginar-nos-la.
Aquella incontinència i aquelles baixíssimes vel·leïtats d'Isabel, aquelles intrigues cortesanes, aquells chantages, aquelles sortides nocturnes, aquells embolics, aquells furors de Don Francisco –que ja sabem fins on arribaven–, per més bona voluntat que hom posi en considerar-los, no hi trobarà pas argument per res més que per la farsa ridícula i despietada que n'ha fet Valle-Inclán. En tota la vida que es menava a la cort en aquell temps no hi ha cap escletxa per la qual es pugui filtrar cap sentiment noble, cap intenció honesta, cap pensament honrat. No hi ha manera possible de trobar-hi cap dignitat, cap noblesa, cap virtut. Un drama o una tragèdia no els podreu pas bastir amb els miserables materials que us ofereixen els personatges que es movien al volt de les faldilles de la digna filla de l'Abjecte.
I a part de tot això, creiem que ha estat un gran encert que hom s'hagi decidit a posar en escena d'una vegada una obra de Valle-Inclán, que tantes en té –i de ben representables– que farien molt millor paper que moltes altres que es presenten d'autors de molt menys vàlua literària i que, si bé teatralment semblen prometre d'allò més, un cop a les taules s'ha vist que era ben poc el rendiment que donaven, en tots els sentits.
La farsa és on el geni de Valle-Inclán ha trobat just l'instrument que necessitava. L'ampul·lositat truculenta de les seves antigues comedias bárbaras, que tantes vegades troben insincera, mancada d'emoció i de realitat per tot de detalls llibrescos, forçats i rebuscats amb què ensopeguem massa sovint en la seva lectura, desaparegué ja del tot quan l'autor es deixava anar a la filigrana agredolça de La Marquesa Rosalinda; però on el Valle-Inclán de La Reina Castiza –que és el millor–, es trobà en poder de la seva pura expressió [fou] en la deformació grotesca i en el joc burlesc, pintoresc i caricatural dels seus esperpentos –com Luces de Bohemia, Los cuernos de Don Friolera–, dels quals la Farsa y Licencia de la Reina Castiza és una fillola graciosíssima.
Una obra que és tan bona per veure-la en escena com per llegir-la. El lector es troba que les acotacions hi són en vers –com tot el text de la farsa–, gràfiques i suggeridores.Joan Cortés, Mirador (11 de junio de 1931), p. 5
1 Del denodado interés de Rivas Cherif por llevar a escena Farsa y licencia de la reina castiza se ha ocupado Juan Aguilera Sastre en su documentado artículo "De La reina castiza a Divinas palabras: Rivas Cherif ante el teatro de Valle-Inclán", en M. Santos Zas et al., Valle-Inclán (1898-1998): Escenarios, Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela, 2000, pp. 449-497.
2Vid. Ibíd., pp. 477-478. Sobre la "pasión" que por esta farsa sintió siempre Rivas Cherif, quien sólo pudo representarla "a modo de Bululú" en el exilio, vid. M. Aznar Soler, Valle-Inclán, Rivas Cherif y la renovación teatral española (1907-1936) (Sant Cugat del Vallès, Associació d'Idees-Taller d'Investigacions Valleinclanianes, 1992, pp. 43-57) y J. Aguilera Sastre y M. Aznar Soler, Cipriano de Rivas Cherif y el teatro español de su época (1891-1967), Madrid, Publicaciones de la Asociación de Directores de Escena de España, 1999, passim.
3 "Nuevas aportaciones a la recepción crítica de Farsa y licencia de la reina castiza, de Valle-Inclán", Anales de la Literatura Española Contemporánea, vol. 25, núm. 3 (2000), pp. 1025-1094. Este artículo viene a completar los estudios de Dru Dougherty, en un capítulo de Valle-Inclán y la Segunda República (Valencia, Pre-Textos, 1986, pp. 112-115), y de Javier Serrano Alonso, en "La recepción del teatro de Valle-Inclán: los estrenos de 1931" (en Dru Dougherty y Mª Francisca Vilches de Frutos [eds.], El teatro en España entre la tradición y la vanguardia (1918-1936), Madrid, C.S.I.C.-Fundación García Lorca-Tabacalera. S.A., 1992, pp. 346-353).
4Vid. David Vela, "Salvador Bartolozzi y Valle-Inclán. Farsa y licencia de la reina castiza", en Manuel Aznar Soler y Juan Rodríguez (eds.), Valle-Inclán y su obra, Sant Cugat del Vallès, Associació d'Idees-Taller d'Investigacions Valleinclanianes, 1995, pp. 173-178.
5Vid. Mª Fernanda Sánchez-Colomer, Valle-Inclán, el teatro y la oratoria: cuatro estrenos barceloneses y una conferencia, Sant Cugat del Vallès, Associació d'Idees-Taller d'Investigacions Valleinclanianes, 1997.
6 Vale decir que durante este período se continuaron ofreciendo noticias de carácter artístico y cultural, labor que sólo el estallido de la guerra civil pudo interrumpir.
7 Tomo la cita del libro de Joan Torrent y Rafael Tassis, Història de la premsa catalana, Barcelona, Bruguera, 1966, vol. I, p. 644.
8 "L'obra d'Alberti. 'Fermín Galán'", Mirador (11 de junio 1931), p. 5.
9 Probablemente se trata de una errata por "vells".