Teosofismo en Tirano Banderas

Virginia Milner Garlitz
(Plymouth State College of the University of New Hampshire)


 



 
 
 

(artículo publicado en Journal of Spanish Studies: Twentieth Century,
Volume 2, Number 1, Spring 1974)
Según La lámpara maravillosa, «la creación estética es el milagro de la alusión y de la alegoría» [1] en la cual sólo los ojos de los poetas «descubren los enlaces luminosos de una armonía oculta» [2].  Si hemos de entrever la armonía de Tirano Banderas que, además de oculta, es ocultista, habremos de encontrar una clave. La de Tirano Banderas se halla en las palabras del apóstol iluminado, Roque Cepeda, quien, con el indio, Zacarías, escapa del efecto demoledor de las técnicas deshumanizantes que degrada a los demás personajes.

    Le vemos por primera vez en Santa Mónica enseñando los preceptos del sendero teosófico, el cual es más bien teosofista que teósofo pues linda con la cábala, el ocultismo y la filosofía alejandrina [3].  En su concepto, el hombre es ángel desterrado del cielo por un pecado teologal que tiene que purgar peregrinando por los caminos del tiempo, presa su alma en un cuerpo de barro vil. El destino, regido por poderes celestes, condena al alma a un círculo de vidas y muertes sucesivas, siempre encadenada al tiempo. Pero hay una manera de romper esta cadena circular. Si acepta la responsabilidad moral, el hombre gana el privilegio de pasar bajo los arcos de la muerte definitiva, liberándose de su cuerpo y volviendo al paraíso para reunirse con el Gran Todo. Según don Roque, la revolución que libera al indio proporciona al hombre una manera de asumir sus responsabilidades y así redimirse del círculo infernal del tiempo [4].

    El sermón de Roque Cepeda se basa en un concepto, semejante al de La lámpara maravillosa [5], de origen neopitagórico, común a los gnósticos, los cabalistas y los magos herméticos [6].  El mundo sublunar y el alma, en sus funciones de metacosmesis y metempsicosis, siguen la marcha circular de los astros que se mueven desde una unidad con el principio divino hacia la multiplicidad, para luego volver al punto de partida [7].

    La ruptura de la unidad se explica por el pecado original, que causa la caída del hombre del mundo eterno de luz al mundo temporal de tinieblas. La oposición de las dos fuerzas, Dios y Satanás, luz y tinieblas, la eternidad y el tiempo, produce el antagonismo que sostiene al cosmos.  Esta teoría se expone en La lámpara maravillosa a base de la imagen de las dos columnas del templo mítico de Salomón, cuya tensión hace girar al mundo del modo circular como la serpiente Ouroboros, que se muerde la cola [8].  Las dos columnas, más su arco, corresponden a los poderes de la tríada divina, cuyo símbolo geométrico, el triángulo, con el vértice hacia arriba, se coloca sobre el triángulo de la tríada satánica, con el vértice hacia abajo, para formar el sello de Salomón [9].

    El número mágico de esta figura se computa sumando el número de puntos de los triángulos con el punto central. La suma es el número siete.  Una línea trazada por los puntos de los triángulos produce la forma de la serpiente:  el círculo.  El sello de Salomón rodeado por el círculo de Ouroboros forma el emblema de la Sociedad Teosófica [10], que fue en gran parte quien difundió las ideas teosofistas en tiempos de Valle-inclán [11].

    La descripción que hace Roque Cepeda de la condición humana da la clave para entrever la estrecha unidad de los elementos estructurales y figurativos de la novela. Estos están elaborados sobre la misma figura en que se basa el sermón de don Roque:  la del círculo. La estructura es circular, pues el prólogo describe lo que pasa al final de la novela.

    Este círculo, como hemos visto, tiene sus números correspondientes: el tres y el siete. Éstos rigen las divisiones del libro. Tres partes, compuestas de tres libros cada una, preceden y siguen a la cuarta parte central, que consta de siete libros. El conjunto va enmarcado por un prólogo y un epílogo. Hay, en total, veintisiete divisiones, es decir, tres por tres por tres, la trinidad de trinidades. Roque Cepeda se encuentra en el calabozo número tres y da su sermón en el apartado tercero de la parte «Santa Mónica». Los motivos que apoyan su tesis van señalados por los números mágicos.

     Los tres días de la acción de la novela ocurren durante la Feria de los Santos y Difuntos que se celebra a finales del otoño, la estación moribunda, recalcando así la relación del tiempo con la muerte.

    Lo precario de la vida humana se intensifica bajo la tiranía, y esto lo manifiesta bien la figura del indio sometido a la tortura, por orden del Tirano, la misma tarde en que comienza la feria en el pueblo. El indio se halla enterrado hasta la cintura en tres pies de tierra y bajo tres, siete y nueve latigazos se arquea sobre sí mismo, trazando así el círculo simbólico de la condición de todos los humanos en el mundo de la tiranía (p. 16). No se hallan ni vivos ni muertos, sino semienterrados. El indio reaparece en el epílogo cuando es liberado por la muerte después de haber permanecido en la misma postura durante tres días (pp. 155-56).

    Estos tres días trazan el rumbo de Banderas en la rueda de la fortuna. Cuando le vemos por primera vez está en la cumbre, recién llegado de su triunfo en Zamalpoa, pero la insistencia en presentarnos la luz crepuscular del otoño pronostica su próximo descenso. Esa luz reflejada en la cúpulas redondas del cuartel subraya la forma circular de éstas, señalando la circularidad del tiempo histórico que ha hecho de San Martín, unas veces, convento, otras, cuartel. El régimen de Tirano Banderas es sólo uno como en la historia hay muchos. En el prólogo de la novela se ven las fuerzas que se preparan para darle el golpe mortal. Los revolucionarios en el círculo del farolillo parecen ser luces en la noche tiránica pero sus planes de operación son tan brutales como los de Banderas mismo. Es decir, la revolución girará en el mismo círculo cerrado.

    Pero, ¿no declaró Roque Cepeda que la revolución es la manera de escapar de este círculo?  ¿Cómo puede estar tan fuertemente vinculado al mismo círculo?  La repuesta es sugerida por tres canciones a lo largo de la novela. La primera que comentaremos es entonada por un ciego al pie de unos nopales (p. 22). Éstos tienen la forma del candelabro de siete brazos que ilumina la segunda venida de Cristo, quien fundará la Nueva Jerusalén que en el Apocalipsis de San Juan, en la Cábala y en varios escritos gnósticos representa la era de la perfección moral o la vuelta al paraíso [12].  El candelabro de nopales prefigura la antorcha de libertad del indio que ha de venir con la Nueva Jerusalén en las manos de la revolución.

    Pero la viruela que ha marcado al que canta sugiere una enfermedad espiritual que ciega al hombre ante sus obligaciones, lo mismo que le sucede al bandido, Diego Pedernales, en la canción del ciego. Pedernales es el hombre que pierde su herencia divina porque no acepta sus responsabilidades, y, por esta flaqueza humana, la revolución no puede conducir a la Nueva Jerusalén, sino que seguirá girando en el mismo círculo.

    La canción se asocia sobre todo con el Coronelito de la Gándara, quien le añade otra estrofa contando cómo Pedernales cayó preso por delación de una mujer (p. 53). Esto parece ser un aviso de su propia suerte porque en ese momento los hombres de Tirano Banderas vienen a detenerle por delación de la rabona, Lupita. Gándara canta todavía otra estrofa describiendo la actitud blasfema de Pedernales ante el juez y ante Cristo, canción que revela el pecado de orgullo del propio Gándara, pecado que le cierra los ojos a sus obligaciones morales (p.55).

    Es el pecado que causó la primera caída del hombre y el que hace que presidan las fuerzas negras en la figura de Tirano Banderas mientras el santo blanco, Roque Cepeda, se encuentra en la cárcel.  En el patio de Tirano Banderas, los murciélagos agitan con su triángulo negro la blancura de la pared, remendando la lucha entre los dos poderes (p.44). Aunque el tirano negro trata de pintarse la máscara de blanco, no engaña a la paloma de luz dorada, Cepeda, quien le llama lo que es:  «Señor General, perdóneme la franqueza. Oyéndele, me pareció escuchar a la Serpiente del Génesis» (p. 123).

    Banderas se mantiene alejado de su mundo por una máscara de indiferencia, hecha aún más hermética por la coca.  Relega a sus subordinados la ejecución de las sentencias, mientras él contempla con su catalejo de tres cuerpos los únicos poderes que abren una coma en su indiferencia: los astros. Alrededor de los cocuyos remedan a las estrellas con sus lucecitas (p. 49). Éstos demuestran la ley de analogía entre el micro y el macrocosmos, según la cual el hombre, si sabe leer los números de los astros, puede prever el porvenir [13].  Por eso Banderas se dedica al estudio de las estrellas y va buscando un cometa que le anuncie las sublevaciones venideras.

    La analogía entre las esferas es repetida en la descripción de Santa Mónica, el fuerte-prisión rodeado en el mar por círculos de cadáveres y tiburones, y en el cielo, por círculos de zopilotes que pintan su sombra triangular en el enlosado del patio (pp.104 y 106).

    El apóstol encarcelado no pone su esperanza en las fuerzas exteriores, sino en el poder del hombre para regir su propio destino.  Su cara lleva la sonrisa de los serafines que en la jerarquía cabalística pueden ver la vida futura.  Su ejemplo infunde estoica serenidad en los otros prisioneros, mientras que en la celda la luz triangular juega con el triángulo de sombra (p.117).

    Otro personaje, el Dr. Polaco, profesa, como Roque Cepeda, tener la misión de difundir las Doctrinas Teosóficas, pero facilita a la gente a trascender al círculo fuera del tiempo, no por la revolución sino por medio del sueño magnético.  Es supuestamente el sueño que él induce en Lupita, la Romántica, lo que le da a ella el poder de prever la suerte de Gándara y avisarle. Pero esta capacidad no se debe a la magia de Polaco, quien admite que Lupita no puede ver el futuro, sino sólo el presente.  Polaco resulta ser un charlatán, pero Lupita es afectada por su mirada.  Al caer desmayada, a Lupita se le desbarata el moño en una cobra negra, lo que alude a la serpiente del tiempo circular (p.152). Lupita ve lo que vería cualquiera con la intuición de la vida y la revolución. Como ambas siguen el círculo sin fin, no hace falta ver más que el presente: el presente infinito de los hombres que no aceptan sus responsabilidades [14].

    Lupita, la Romántica, forma un paralelo con la otra Lupita, la rabona.  Esta empieza la cadena de acontecimientos delatando a Gándara, y la Romántica complica la acción avisando al mismo. Las dos son llamadas sierpes:  la una, sabia, la otra, biomagnética, relacionándose por un lado con la serpiente de Edén y por otro, con Ouroboros.

    Todos los otros personajes de la novela se colocan o bien en la esfera de Roque Cepeda o bien en la de Tirano Banderas.  A estos últimos los identificamos por su participación en los tres pecados contrarios a la tríada divina:  el Mundo, la Carne y el Demonio. El Mundo o la avaricia es el motivo verdadero por el cual Lupita, la rabona, delata a Gándara y, la parte central de la novela cuenta la historia de Zacarías y Quintín, el empeñista, quien es la avaricia personificada.  La Carne o la lujuria estéril es representada por los amantes, Isabelita y Currito Mi-Alma. El Demonio o el egoísmo es más evidente en Gándara, pues es él quien arrastra a los otros personajes, incluyendo a Zacarías, al círculo de su destino. A pesar de los augurios adversos, Zacarías no titubea en ayudar al Coronelito. El reloj de Zacarías va a ser sacrificado para hacer posible esta ayuda. Este reloj, al que se llama «cebollón de níquel» (p. 69),  forma un paralelo con la «cebolla de plata» del Tirano (p. 44).  Esta imagen, basada en que la cebolla está compuesta por capas de telas, reitera el concepto teosofista de los círculos concéntricos del tiempo. En contraste con Tirano Banderas y los suyos, que son prisioneros de aquel círculo, Zacarías lo rompe por su voluntad de ayudar al prójimo. Pero el egocéntrico Gándara enreda al indio y a su familia en otro círculo cuando les da la tumbaga para que la empeñen en lugar del reloj.

    La falta de visión moral de los pecadores es recalcada por su miopía física. Tirano Banderas lleva antiparras negras y Pereda, y los del Cuerpo Diplomático, varias clases de anteojos. El Ministro de España pone un monóculo sobre «sus ojos indiferentes como dos globos de cristal» (p. 29).

    Los que se reúnen con las fuerzas blancas, en cambio, están dotados de una visión especial.  Filomeno Cuevas y Zacarías llegan a un punto de vista semejante al de Roque Cepeda cuando deciden sublevarse contra la tiranía.  Les anima el amor paterno.  Lo que siente Zacarías por su chamaco le da poder para convertir sus restos en un amuleto nigromántico con el cual rige su propia suerte. Mientras el Cruzado presencia la escena de la despedida de Filomeno y sus hijos, el ojo enorme de su caballo refleja el juego de las siluetas en el círculo del candil, subrayando así el hecho de que el indio y el criollo se encuentran en el mismo círculo (p. 101).

    El motivo de la ceguera y la visión se completa con el Ciego Velones y Solita, que introducen una segunda canción (p. 53).  En contraste con la canción de la flaqueza humana cantada por el ciego bajo los nopales, los tres versos de la niña contienen restos de ilusión ingenua.  Pero es una ilusión ciega a la realidad, puesto que ella y su padre trabajan en el Congal rodeados de toda clase de vicios. Aquí hay, pues, tres variantes de la ceguera:  la de la ilusión ingenua en un mundo de pecado; la miopía moral de los pecadores y la ceguera vidente del guitarrista de los nopales, que entiende cómo el pecado mata la ilusión encadenando al hombre al círculo infernal del tiempo.

    Esto nos lleva a una tercera canción que complementa las otras dos en el comentario sobre el destino del hombre.  En el barco que lleva al bando de revolucionarios hacia Punta Serpiente, un negro canta la «Canción del pirata» de Espronceda (p. 13).  Esta exaltación de la libertad del individuo es socavada por el hecho de que la canción sale de la boca de un negro, que en la historia del Nuevo Mundo no suele ser hombre libre sino esclavo del destino y de otros hombres. A causa del orgullo de Cuevas que le impone la vocación heroica, él y los suyos se juegan la vida al azar, del mismo modo que tiran al naipe mientras canta el negro.

    El destino del hombre bajo el control de las estrellas es un juego de azar.  El juego es la atracción principal de la Feria. Sus ruletas apuntan al destino circular que hipnotiza a los hombres, como la rueda girante del tiovivo hipnotiza a los gatos (p. 146).

     El juego también tiene un lugar dominante en otros puntos del pueblo.  En el Congal, el Dr. Polaco abre sus naipes de buenaventura en abanico, la mitad del círculo del destino (p. 58).  El Casino Español se yuxtapone con el Circo Harris, centro, por una noche, del movimiento revolucionario.  Dentro del circo, Sánchez Ocaña pronuncia ideales muy semejantes a los de Roque Cepeda y por eso la tienda se ve como un gran parasol lleno de luz (p. 38).  Pero las palabras salen de la boca de un falso apóstol, que por su retórica histriónica es reducida a la apariencia de una cantante de ópera y la escena a la de un espectáculo de circo.  La forma circular de la lona pronostica en forma microcósmica lo que va a pasar con los ideales proclamados. La arenga de Ocaña más los gritos de los gachupines y de los secuaces del Tirano hacen que todo estalle, que se apague la luz, que siga el círculo.

    Los personajes tienen una relación especial con el juego. Banderas juega con las vidas de sus súbditos como juega a su pasatiempo favorito, la ranita, haciendo eco al fusilamiento diario de revolucionarios con el grito de «rana». Veguillas se convierte en el juguete del Tirano haciendo la rana con su «cua, cua»; es su manera de rehuir sus obligaciones humanas.  En Santa Mónica se entrega al juego que él llama de «gusto-contragusto», pues gana sin querer ganar jugando a los números tres y siete. Al negarse a dirigir su propia suerte siente que se han apoderado de él las fuerzas invisibles de los astros. A la misma hora que Nachito, juega también Zacarías que, en contraste con aquél, toma su responsabilidad y, en vez de perder a los naipes como antes, ahora gana. Apuesta las nueve monedas del empeñista Pereda para comprar el potro con que se vengará de él.

    El Tirano, en cambio, como su payaso, por no contrariar las fuerzas invisibles, pierde el control de las circunstancias.  Echa la culpa a Lupita preguntándole si no tiembla ante el problema de sus responsabilidades eternas.  Ella, a su vez, culpa al demonio, diciendo que se la jugó Patillas (p. 140).

    Durante el último partido de ranita, la figura de Lupita, la rabona, resume el tema del libro a base de su imagen central:  el círculo. «Muy peripuesta de anillos y collares preside el juego sentada entre el anafre del café y el metate de tortillas bajo un rayado parasol en los círculos de un ruedo de colores” (p. 138), pasando las cuentas de un rosario. Lupita, la sierpe sabia, entre el anafre y el metate como la salamandra de mala suerte del indio, situada entre tantos círculos, representa Ouroboros: el círculo del tiempo infinito de los hombres que no quieren asumir su responsabilidad.  Presencia ahora el resultado del rosario de acontecimientos que ella puso en marcha. Por eso, Banderas la llama Cleopatra, porque como la reina egipcia, es causa de tantas catástrofes, incluyendo su propio fin, envenenada por un áspid, pariente de Ouroboros.  El hecho de que se siente bajo un parasol recuerda al Circo Harris ahora que se cumple lo que pronosticó su metafórica explosión.

    A las doce, llega la última hora de Tirano Banderas y la primera del próximo régimen.  Las ruedas sonoras del reloj quedan vibrando porque el círculo del tiempo no se rompe (p. 154). A través de los ojos de la otra Lupita, la Romántica, vemos realizarse los sucesos anunciados en el  prólogo.  En este momento reaparecen el Ciego Velones y Solita quienes se arrojan a la calle huyendo del fuego del holocausto, que destroza al pueblo. Como fue profetizado en la canción de Solita, mueren por la hoguera de una pasión: la de la revolución violenta, en que perece la ilusión casta de la revolución moral que pedía Roque Cepeda.  Arriba los cuerpos juegan a la gallinita ciega sobre la revolucionada Santa Fe de Tierra Firme (p. 154).

    El hecho de que presenciemos los sucesos con los ojos de Lupita, la clarividente, nos da un punto de vista semejante al del autor, quien ha alcanzado el círculo de lo intemporal. Desde esta perspectiva vemos el patrón del juego a ciegas que rige el destino del mundo de Tirano Banderas.  Podemos ver la curva de la serpiente. Después de coser a puñaladas a su hija loca (quince puñaladas, una para cada año de su régimen demente), Tirano Banderas cae acribillado. Su cabeza es expuesta sobre un cadalso durante tres días y su tronco descuartizado es enviado a cuatro ciudades situadas en otros tantos puntos del país (p. 157):  tres y cuatro días y lugares dan la suma mágica, el siete, número del círculo del tiempo infinito de los hombres que no quieren ver su responsabilidad.
 

NOTAS
 

1.  Ramón María del Valle-Inclán, Obras escogidas (Madrid: Aguilar, 1971), I, 583.

2.  Valle-Inclán, op. cit., p. 531.

3.  René Guénon, Le ThéosophismeHistoire d’un pseudo réligion, 2a. edición (Paris:  Librairie Valois, 1928).

4.  Tirano Banderas, 6a. ed. (Madrid:  Austral, 1965), pp.109-111.  Otras referencias se incluirán en el texto.

5.  Los astros:  «Piedra del sabio», p. 582; la caída: «Quietismo estético», p. 570; el hombre prisionero del tiempo:  «Anillo de Giges», pp. 528-30; la transmigración del alma:  «Anillo de Giges», p. 527.

6.  Sobre los gnósticos:  Serge Hutin,  Les Gnostiques, (Paris:  Presses Universitaires de France, 1963): Jean Doresse, Les livres secrets des gnostiques d’Egypt, (Paris:  Librairie Plon, 1958); los cabalistas: Sérouya, La Kabale (Paris:  Presses Universitaires de France, 1964); los herméticos:  R. P. Festugière, O. P., La Révélation d’Hermès Trismégiste, 4 vols. (Paris: Librairie Lecoffre, 1949);  Frances  A.  Yates, Giordano Bruno and the Hermetic Tradition (Chicago:  University of Chicago Press, 1964).

7.  Jérome Carcopino, Virgile et le Mystère de la IV Eclogue, (Paris:  L’Artisan du livre, 1930), pp. 21 ss.

8.  «Exégesis trina», pp. 554-55.

9.  Éliphas Levy (Alphonse Louis Constant), The History of Magic, trad. Arthur Edward Waite (London, William Rider and Son, Ltd. 1913), lámina p. 20.

10. Alvin Boyd Kuhn, Theosophy.  A Modern Revival of Ancient Wisdom (New York:  Henry Holt and Co., 1930), p.172.

11.  Méndez Bejarano, Historia de la filosofía en España (Madrid:  Renacimiento, 19--), pp. 534-42.

12.   Cfr. nota 8; John L. Mckenzie, S. J., Dictionary of the Bible (Milwaukee: The Bruce Publishing Co., 1965), p. 431.

13.   Cfr., entre otros, Carponio, op. cit., pp. 100 y ss.

14.   Tema sugerido sin referencia al teosofismo por Emma Susana Speratti-Piñero, De Sonata de otoño al esperpento. Aspectos del arte de Valle-Inclán (London: Tamesis Books, Ltd., 1960), p.134.



 
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