Las conferencias de Valle-Inclán en México (1921): algunas reseñas olvidadas
María Fernanda Sánchez-Colomer
Taller d'Investigacions Valleinclanianes
Universitat Autònoma de Barcelona
Hace ahora una década, Luis Mario Schneider publicó un estudio donde se documentan profusamente las dos estancias de Valle-Inclán en México, la primera en el año 1892 y la segunda en 19211. Este libro, imprescindible para quien desee conocer esos dos viajes tan importantes en la trayectoria estética y vital de Valle-Inclán, venía a complementar el pionero trabajo de William Fichter, quien ya había reunido —junto a otros materiales primerizos— los artículos y colaboraciones literarias del escritor publicados en la prensa mexicana en 18922. Por su parte, Schneider incluye en su libro una extensa bibliografía3, donde se anotan todo tipo de documentos publicados en México en torno a la figura de Valle-Inclán: entre ellos, se citan varias reseñas de las cinco conferencias que pronunció el escritor durante su segunda estancia en ese país, así como otros textos periodísticos relacionados con este ciclo de conferencias. Enumero a continuación las referencias hemerográficas que, al respecto, ofrece el estudioso, ya sea en la bibliografía, ya en algunos comentarios dispersos en su estudio (todas corresponden a diarios de la capital de México, salvo la número 15, publicada en un periódico de la ciudad mexicana de Guadalajara):
1. «La primera conferencia de don Ramón del Valle-Inclán», Excélsior, 11-X-1921
2. Sin título preciso, El Universal, 11-X-1921
3. Sin título preciso, El Heraldo de México, 11-X-1921
4. «El preclaro literato Don Ramón del Valle-Inclán dio anoche una brillantísima conferencia», El Demócrata, 11-X-1921
5. «Conferencias», Excélsior, 12-X-1921
6. «Las inexactitudes de Valle-Inclán», El Día Español, 13-X-1921
7. «Brillante y concurridísima fue la segunda conferencia del eminente Valle-Inclán», El Heraldo de México, 13-X-1921
8. «La segunda conferencia de don Ramón del Valle-Inclán», Excélsior, 14-X-1921
9. «Conferencias», Excélsior, 15-X-1921
10. «Anoche dio su tercera conferencia don Ramón del Valle-Inclán», El Universal, 15-X-1921
11. «Las conferencias de don Ramón del Valle-Inclán», El Heraldo de México, 15-X-1921
12. «La tercera conferencia de don Ramón del Valle Inclán», Excélsior, 16-X-1921
13. «La cuarta conferencia de don Ramón del Valle Inclán», Excélsior, 18-X-1921
14. «Anoche dio su conferencia don Ramón del Valle Inclán», El Universal, 18-X-1921
15. «Don Ramón del Valle Inclán dejó oír su palabra de oro», El Informador, 27-X-1921
Sin embargo, Schneider, aunque resume el contenido de las cinco conferencias, no reproduce —salvo en un caso— más que fragmentos de las correspondientes reseñas, y aun así, ni siquiera de todas: en concreto, transcribe parcialmente una de las reseñas de la primera —la publicada en Excélsior con fecha de 11 de octubre— y otra de la cuarta, aparecida el 18 de octubre en el mismo diario. Además, la única reseña transcrita de forma íntegra —la publicada en El Universal el 18 de octubre de 1921— se titula, como hemos visto, «Anoche dio su tercera conferencia don Ramón del Valle-Inclán», y aunque el investigador advierte que «existe un destiempo entre los reporteros de El Universal y Excélsior respecto a ciertos temas tratados por Valle-Inclán en esta tercera conferencia», acaba concluyendo: «Sin entrar en sutilezas opto por la veracidad del periodista de El Universal» 4. Si hubiera cotejado más detenidamente las distintas reseñas, se habría dado cuenta de que El Universal se confunde al titular esta disertación como «la tercera», ya que su contenido coincide plenamente con la cuarta, también reseñada en Excélsior, donde, a su vez, se reseña la tercera, muy distinta en cuanto a los temas tratados. El error se mantiene en un trabajo posterior del mismo estudioso5, que en realidad no es sino una reproducción de un fragmento de su monografía.
Por otra parte, Schneider reproduce en su libro un excelente artículo de Dru Dougherty, quien ya había abordado muchos años antes esta segunda estancia de Valle-Inclán en México6. Sin embargo, Schneider mutila el trabajo de Dougherty, ya que elimina, sin justificarlo en parte alguna, el espléndido "Apéndice documental" con que este investigador completaba su ensayo. En el mencionado "Apéndice documental", y entre otros documentos de gran valor, Dougherty transcribe reseñas de todas las conferencias pronunciadas por Valle en la capital de México, en concreto: "El preclaro literato D. Ramón del Valle Inclán, dió anoche una brillantísima conferencia" (El Demócrata, 11 de octubre); "La segunda conferencia de D. Ramón del Valle-Inclán" (Excélsior, 14 de octubre); "La tercera conferencia de Don Ramón del Valle-Inclán" (Excélsior, 16 de octubre) y "Anoche dio su [cuarta] conferencia D. Ramón del Valle-Inclán" (El Universal,18 de octubre); como vemos, a diferencia de Schneider, Dougherty sí advirtió el error cometido en el título por el cronista de El Universal. Asimismo, el investigador cita en varias notas a pie de página fragmentos de otras reseñas; respecto a la primera conferencia, aporta fragmentos de las aparecidas en El Heraldo de México y en El Universal; respecto a la segunda, cita fragmentos de El Demócrata y de El Universal; respecto a la tercera, añade fragmentos de El Demócrata; y por último, respecto a la cuarta, cita también fragmentos de El Heraldo de México y de Excélsior. Por lo demás, en un trabajo posterior del propio Dru Dougherty, se reproduce la crónica de esta cuarta conferencia publicada en El Heraldo de México con fecha de 18 de octubre7.
Por mi parte, reproduzco aquí algunas reseñas no recogidas por Dougherty ni por Schneider, o reproducidas sólo fragmentariamente por estos autores. En concreto: respecto a la primera conferencia, transcribo íntegra la crónica publicada en El Universal, que tanto Dougherty como Schneider citaban sólo fragmentariamente (aunque Schneider atribuía erróneamente el párrafo reproducido al diario Excélsior), así como la aparecida en Excélsior, de la que Schneider citaba un solo párrafo; respecto a la cuarta, reproduzco la crónica de Excélsior, citada fragmentariamente por Dougherty y por Schneider. Asimismo, y en aras de mantener la unidad de estas cuatro conferencias pronunciadas en la capital de México, transcribo también, a partir del diario Excélsior, las reseñas de la segunda y la tercera conferencias, aunque pueden leerse completas en el pionero estudio de Dru Dougherty. Éstos son los títulos de los documentos que voy a reproducir8:
Primera conferencia
1. «La primera conferencia de Don Ramón del Valle Inclán»; Excélsior, 11 de octubre, págs. 1 y 5
2. «La conferencia que dictó D. Ramón del Valle Inclán»; El Universal, 11 de octubre, pág. 2Segunda conferencia
3. «La segunda conferencia de Don Ramón del Valle Inclán»; Excélsior, 14 de octubre, pág. 3
Tercera conferencia
4. «La tercera conferencia de Don Ramón del Valle Inclán»; Excélsior, 16 de octubre, pág. 7
Cuarta conferencia
5. «La cuarta conferencia de Don Ramón del Valle Inclán»; Excélsior, 18 de octubre, pág. 2
· R E S E Ñ A S DE LAS C O N F E R E N C I A S ·
PRIMERA CONFERENCIA
1. «La primera conferencia de Don Ramón del Valle Inclán»;
Excélsior, 11 de octubre, pp. 1 y 5Anoche se efectuó en el salón de la Escuela Nacional Preparatoria llamado «El Generalito», la primera conferencia de la serie que se propone desarrollar entre nosotros el ilustre literato español, don Ramón del Valle Inclán.
El hermoso salón de la Preparatoria que luce los admirables tallados coloniales, con su aspecto arcaico y su austero ambiente del «arte severo y del silencio», para usar la frase dennunziana (sic), fue en verdad un fondo admirable para esta figura extraña e inconfundible, que parece desprenderse también de la penumbra de un pasado legendario y remoto. El cuerpo magro y estirado, el rostro flaco, que parece alargar todavía más la gran barba florida, los ojillos que despiden destellos detrás de los agresivos quevedos, y el brazo único que se mueve con suave lentitud o con enérgica expresión. Toda la figura, extraña y atractiva, poderosamente sugestiva del ilustre autor de las Sonatas (sic), de pie, recortándose netamente en el fondo de los arcaicos tallados y los severos y artísticos sitiales, ofrecía una silueta de recios lineamientos y de un atractivo poderoso. Y la voz, esta voz hueca y sonora, de metálicas entonaciones, y la expresión, toda la potencia que se desprende de este hombre y que revela la energía extraordinaria de su mentalidad y de su fantasía dinámica, recogieron inmediatamente la atención del público, que quedó, antes que don Ramón empezara su conferencia, como sugestionado, preso ya en las redes milagrosas donde parece aprisionarnos las palabra (sic) de este maravilloso artista que juega con los conceptos y con los vocablos como un juglar consumado.
¿Y por qué, nos preguntamos con dolorosa perplejidad, la conferencia de Valle-Inclán llevaría tan escaso público? ¿Es que acaso en México sólo hay público para el cine y los toros? Nosotros sabemos que don Ramón tiene muy grandes y muy cultos admiradores entre nosotros; es uno de los escritores que son más conocidos en América y entre los hombres de nuestra generación, que lo amamos precisamente porque él ha sido uno de los más formidables revolucionarios del arte y del estilo… Y sin embargo, el salón no estaba pleno ni con mucho, aún (sic) cuando la concurrencia hubiera sido escogida. Pero esto no es suficiente. No siempre tendremos oportunidad de oír a un artista de la fuerza de don Ramón, no solamente porque se trata de un novelista de reputación universal en todos los pueblos de habla castellana, sino porque, aún (sic) no siendo precisamente un orador, en la acepción vulgar de la palabra, Valle Inclán es un estupendo narrador, un co[nver]sador admirable y exquisito, [posee]dor de una fantasía deslumbrante y de una sutileza maravillosa de espíritu, que juega con sus pensamientos como con finos puñales, y dice las más estupendas para[dojas] y sorprende a los oyentes con las más aplastantes salidas de in[genio] y de gracia.
¿Por qué Valle Inclán no [ha te]nido un público numerosísimo [co]mo él se merece y como lo im[pone] nuestra cultura y nuestro am[or] a la belleza? Nosotros no sabr[íamos] responder a esta pregunta, y [que]remos suponer que la conferencia no estuvo suficiente ni oportunamente anunciada, y que en las próximas pláticas las cosas [? ] más decorosamente para la intelectualidad de México.
Poco después de las siete de la noche se presentó el ilustre literato acompañado del señor licenciado don José Vasconcelos, Rector de la Universidad, y del señor Belaunde, el culto periodista peruano. M[ucho] antes de que la conferencia [comen]zara, se presentaron los señores Alberto J. Pani y licenciado (sic) Aarón Sáenz, Secretario y Subsecretario de Relaciones Exteriores, respectivamente. Entre los demás concurrentes pudimos anotar al señor Marqués de los Arcos, Primer Secretario de la Legación de España, don Alfredo Ramos Martínez, Roberto Montenegro, Jorge Enciso, algunos estudiantes y periodistas y algunas [otras] personas.
Al entrar don Ramón al «Generalito» es saludado por la concurrencia con cariñosos aplausos, y el ilustre literato empieza a decir que no ha querido escribir y venir [a leer] su conferencia, porque cree que con este procedimiento se falsean las ideas, porque el valor de la p[alabra] no sólo depende del pensamiento que lleva en sí, sino de otros muchos elementos: el calor con q[ue se] expresa, el timbre de la voz, el ademán, la pasión interior que l[a co]munica y el exponente (sic), hasta [llegar] a la verdadera exaltación…
Igual cosa podríamos decir nosotros, al hacer esta sencilla [impre]sión de cronista. ¿Cómo seguir al admirable Valle Inclán en cuantas cosas nos ha dicho anoche? No [se puede] traducir su pensamiento, ni [seguir] paso a paso el juego maravilloso de sus conceptos, sino que precis[o es oír]lo, compenetrarse con él y [?] a la exaltación cálida y vi[?] de su pensamiento, contemplar el brazo único que se agita en el aire [con el] ardor de la concepción creadora de la fantasía exhuberante… No basta leer lo que escribe don Ramón: hay que oír como lo [dice]. Ello es esencial.Y Valle Inclán, con pasmosa naturalidad, con sencillez, sin [?] de arte declamatorio, simplemente con el apasionado y cálido [?] del arte y de la belleza, que le comunica una exaltación sagrada, subyuga y conmueve y mantiene al auditorio pendiente de sus labios.
En esta forma don Ramón empieza a platicarnos sabrosamente para dar[nos] una idea de cómo ha[?] la gestación de su obra artística, del medio ambiente de España cuando él se iniciaba en las letras. Habla de la novela regional, de don Armando Palacio Valdés, de doña Emilia Pardo Bazán, la también ilustre gallega que acaba de morir. Y don Ramón, hablando, en el calor de su fantasía, hace mil digresiones e interrumpe el hilo de su pensamiento para ensartar, como rutilantes gemas preciosas, las más finas ironías y los más acervos sarcasmos sobre la política de España, sobre la [cues]tión agraria en Galicia. Cuando habla de España dice: la regeneración de España no consiste ya en las conquistas. Nosotros hemos sido un pueblo dominador, hemos dominado medio mundo, hemos sido [?] y poderosos; ahora sólo nos queda un camino: ser honrados. Y el público, entusiasmado, interrumpe a cada paso al orador con estruendosos aplausos, y ríe las joviales [?] irónicas o las ingeniosas salidas con que a cada momento don Ramón [en]cierra los admirables períodos de su disertación. Y así, en un maravilloso desbordamiento, Valle Inclán nos habla de las razas hispanas, de su patria, formada no por una nación, sino por un conglomerado de varias razas, y acerca de los mayorazgos en Galicia… y repentinamente don Ramón se interrumpe y exclama: pero advierto que me he salido del asunto esencial de mi conferencia, y ya ha pasado la hora. Mi conferencia la dejaré para la próxima charla.
Entonces el público tributa al ilustre estilista una ovación estruendosa, cálida y cordial. [Este] hombre despierta más que aso[mbro] por su poderosa mentalidad y [por] su fantasía vibrante, un gran a[fecto], un sincero amor. Es de los artistas que conquistan antes que nada nuestra emotividad, nuestro corazón [y] nuestro sentimiento, antes que nuestra inteligencia.
Tal ha sido a grandes rasgos la reseña de esta inolvidable velada. Don Ramón, antes de entrar de [lle]no en sus conferencias de arte[, nos] ha dado la gota de miel de su sabrosa charla.
2. «La conferencia que dictó D. Ramón del Valle Inclán»;
El Universal, 11 de octubre, p. 2
Ayer se efectuó en la Escuela Nacional Preparatoria la primera conferencia de don Ramón del Valle Inclán. Poco antes de que el escritor español se presentara en el «generalito», ya una distinguida concurrencia llenaba completamente el salón, aunque no había ningún español. Y ella estuvo formada por distinguidos profesionistas, por hombres de letras y estudiantes de nuestras Facultades.
En cuanto el señor Valle Inclán se presentó en el salón fue acogido con estusiastas aplausos. Acto continuo empezó a dictar su conferencia. El acto estuvo presidido por el señor licenciado José Vasconcelos, Rector de la Universidad Nacional. En la mesa de honor se veían (sic) a los señores ingeniero Alberto J. Pani, Jefe de nuestra Cancillería; licenciado Inocente Lugo, Subsecretario de Gobernación; general Aarón Sáenz, Subsecretario de Relaciones Exteriores; licenciado Mariano Silva Aceves, Secretario de la Universidad y profesor Rafael Heliodoro Valle, catedrático de la Escuela de Altos Estudios.
LA CONFERENCIA
Contra todo lo que se esperaba, Valle Inclán no comienza a hablar, al principio, de sus libros. Con palabras vehementes se ocupa de su Galicia natal. Explica su situación desde la época en que los Reyes Católicos gobernaban a España. Y por una lógica asociación de ideas habla en seguida de la unidad de nuestra Madre Patria, la cual, según su concepto, no existía profundamente cuando se emprendió la conquista del nuevo mundo.
Valle Inclán, para demostrar su aseveración, expone después la situación, que, según él, atravesaba España durante esa época. Después de las grandes guerras que motivaron la constitución misma de la entidad hispana la unión no fue completa, porque cada casa noble era enemiga del trono, y porque, además, no existía ni siquiera una fusión en el idioma, que más tarde sería el nacional. Supone el escritor español que ciertas condiciones geográficas de España han motivado la falta de identidad espiritual que privaba en aquellos tiempos. Y sus frases van encaminadas única y exclusivamente a pintar en el pasado, para después hacerlo en el presente, el ambiente español en aquella región, y las influencias necesarias e ineludibles que siempre tienen (sic) en los hombres en los que penetra.
LA LITERATURA GALAICA
Después de algunas digresiones históricas sobre el papel que desarrolló España en sus conquistas, el orador habla de nuevo de Galicia. Y analiza ligeramente el problema agrario en la citada provincia española. Y lo explica vehementemente.
Cuando los asistentes creían que el señor don Ramón del Valle Inclán iba a proseguir en la profusa y vibrante exposición sobre la Galicia política y agrarista, he aquí que el orador se refiere, de pronto, a la literatura galaica. Y la conferencia literaria puede decirse que empieza. Valle Inclán, antes de ocuparse detenidamente sobre dicha literatura, habla, sin embargo, de su primer libro «Jardín Umbrío» explica las condiciones que tiene, las circunstancias en que lo hizo, etc. Y otra vez pinta el ambiente político de España, las luchas del carlismo; pero sin detenerse mucho en ello.
Y al hablar de tal literatura nos expone su juicio sobre las novelas de José María Pereda, la Condesa Pardo Bazán, Antonio Trueba y Juan Valera. Y al referirse a las producciones señala la fortaleza de concepción de algunas y las debilidades de las otras.
SU CONCEPTO SOBRE EL ESTILO
Valle Inclán se refiere después, ligeramente, a sus obras. Pero no se detiene en ninguna, pues habla casi esquemáticamente de las mismas. A través de sus frases, el público vislumbra, cuando él se refiere a la manera de escribir, en qué consiste su personal concepción sobre lo que constituye el estilo.
Para el escritor español que ahora nos visita el productor de prosas bellas debe ser un cincelador del idioma. Su papel principal no es más que el de un orfebre. Y él cree que esa ha sido una de sus misiones literarias.
Momentos después de las ocho de la noche el conferencista terminó de hablar en medio de los mayores aplausos; aplausos dados más al novelista que al orador, pues su conferencia fue de ideas pobres y lenguaje trivial. El señor del Valle Inclán ha gozado de un ambiente favorable y bondadoso que a su particular estatura ha prestado un relieve ocasional. Y esperamos sus próximas conferencias para formarnos un juicio cabal.
SEGUNDA CONFERENCIA
3. «La segunda conferencia de Don Ramón del Valle Inclán»;
Excélsior, 14 de octubre, pág. 3Anoche se efectuó, en el salón de la Escuela Nacional Preparatoria conocido con el nombre de «El Generalito», la segunda plática-conferencia del insigne don Ramón del Valle Inclán. Desde que penetramos al salón de la Escuela, pocos minutos antes de las siete de la noche, comprendimos con positiva satisfacción que, afortunadamente, los elementos intelectuales y cultos de nuestra ciudad han reaccionado rápidamente, borrando la mala impresión que produjo en cuantos asistieron a la primera conferencia el espectáculo de la sala semi vacía. La noche de ayer, por ventura nuestra, «El Generalito» ofrecía un aspecto muy distinto, pues desde mucho antes que empezara la conferencia ya estaba completamente ocupado por una selecta concurrencia de intelectuales, artistas, y estudiantes. Pero lo que más llamó nuestra atención, halagadoramente, fue el número de damas que asistieron a esta fiesta de cultura espiritual. Un distinguido hombre de letras sudamericano nos decía hace pocos días, que le había sorprendido la escasez de damas en este género de espectáculos que se desarrollan en México. Ciertamente este es un hecho penoso y un poco inexplicable, si se atiende a que la cultura de las damas mexicanas es en general elevada. En Buenos Aires y en los principales países de nuestra América, el elemento femenino no deja jamás de asistir a las conferencias artísticas e intelectuales, cosa que no sucede frecuentemente entre nosotros.
Anoche, lo repetimos con positivo agrado, no sucedió así en la segunda conferencia de don Ramón, pues como decíamos anteriormente, había en la sala un grupo selecto y distinguido de damas y señoritas que hicieron todavía más atractivo el espectáculo que presentaba el salón, completamente lleno, al grado que muchas personas tuvieron que permanecer de pie, y otras no pudieron penetrar en el salón.
A las siete en punto de la noche hizo su presentación en la sala el ilustre novelista gallego, siendo saludado con prolongados aplausos por la concurrencia, y momentos después dió principio a su plática, bajo la presidencia del señor licenciado don José Vasconcelos, Secretario de Educacin (sic) Pública, quien se hallaba acompañado por el señor Alfredo Ramos Martínez, Director de la Academia de Bellas Artes.
En este ambiente de simpatía y de cordialidad, empezó don Ramón a disertar sobre los motivos de su segunda conferencia, ya iniciados en la primera plática, esto es, acerca de los elementos esenciales que han incluído (sic) en su obra literaria.
Desgraciadamente para el público que asiste a las conferencias de Valle Inclán, creemos que el salón en donde han estado efectuándose no es apropósito (sic) para ello, ya que muchas de las palabras del conferenciante no se perciben debido a las condiciones del salón, pues cuando don Ramón se dirige a uno de los extremos de la sala, los que se hallan en el opuesto pierden por completo sus palabras. En estas condiciones es difícil tomar una síntesis siquiera aproximada de las conferencias.
Don Ramón nos dice, en este tono de charla familiar y con su estilo claro, preciso, salpicado aquí y allá por finas ironías y agudezas sutiles, de su existencia juvenil, cuando vivió en Mérida en una posada, en compañía de estudiantes, los que con la lectura de ciertas obras, le dieron sentido grotesco de la muerte (sic), que tan a menudo aparece en sus libros. Otra de las influencias que debe a su estancia juvenil en la Posada de Mérida fue su amor al estudio de los tipos populares, labriegos, gitanos, mendigos, traficantes, con los que él gustaba charlar por beber en ellos, como en una fuente viva, las características de su lenguaje preciso, sobrio, de una gran claridad y concisión de conceptos. De estos personajes pintorescos y primitivos, Valle Inclán recoge cuentos y tradiciones, leyendas y anécdotas, que más tarde habrá de desarrollar admirablemente en el curso de su obra preciosa.
Este contacto con la gente del pueblo produce en él un fenómeno: para expresar las cosas concretas, definidas, precisas, hablaba o empleaba el castellano; para las cosas sutiles, vagas, de matices delicados, hablaba el gallego.
En seguida don Ramón nos habla de su familiaridad con la historia y los procesos de la Inquisición en España, que tanto han influído también en su obra y que tienen aspectos tan distintos según las provincias españolas. Este período de la conferencia de don Ramón fue uno de los más interesantes, y durante el cual (sic) el público lo aplaudió más calurosamente.
Para ilustrar más claramente este estudio sobre la gestación de la obra de don Ramón, el novelista dió lectura en tres ocasiones a diversos pasajes de su obra, tomados de uno de sus primeros libros, «Jardín Umbrío».
Para finalizar su segunda conferencia don Ramón habló acerca del desenvolvimiento de la lengua Castellana (sic) en los pueblos americanos del mismo origen, y sobre su probable transformación en estos pueblos.
Al terminar el ilustre literato y novelista, fue largamente ovacionado por la concurrencia. Ojalá y que (sic) para las próximas conferencias fuera escogido otro sitio que reuniera mejores condiciones para no perder tantos detalles, y que permitiera la congregación de un público más numeroso, pues estamos seguros que (sic) éste irá aumentando a cada conferencia.
4. La Tercera Conferencia de Don Ramón del Valle Inclán;
Excélsior, 16 de octubre de 1921, p. 7
Anoche se efectuó en el Anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria, ante un público numeroso, afortunadamente más numeroso y distinguido que en las conferencias anteriores, la tercera conferencia del eximio literato español don Ramón del Valle Inclán.
Si cada una de las pláticas de don Ramón ha ido subiendo en interés, seguramente que la de anoche será inolvidable para quienes tuvieron la oportunidad de escucharla. El autor de las Sonatas (sic) habló precisamente de la preparación intelectual y del proceso que siguió al dar a esos libros admirables (sic), maravillosos poemas de arte, que se llaman «Las Sonatas».
Don Ramón, con esa estupenda facilidad de palabra y de concepción que posee, hizo, ante la admiración de sus oyentes, la historia de cómo ideó y de cuál fue su plan de la obra. La falta de espacio y de tiempo con que en esta ocasión tropezamos, nos hace no poder dedicar a la tercera conferencia de don Ramón toda la atención y la importancia que tiene (sic). El ilustre literato habló de la idea de volver a tratar, en el famoso personaje de las Sonatas (sic), el Marqués de Bradomín, el personaje tantas veces tratado en la literatura española y en la de otros países, del célebre Don Juan. Sólo que él quiso variar la psicología esencial del héroe e introdujo en la trama de su obra, como un elemento nuevo, el sentido de la naturaleza. El Marqués de Bradomín, aun cuando respondiendo (sic) a los caracteres distintivos del viejo Don Juan, adquiere en las Sonatas (sic), elementos psicológicos distintos esencialmente: es un Don Juan «feo, católico y sentimental». Y don Ramón del Valle Inclán, durante cerca de una hora, nos hizo revivir al famoso personaje de su obra, tal como él lo ideó y le dio existencia.
El público estuvo pendiente de los labios del conferencista, y al finalizar su disertación lo ovacionó cálida y prolongadamente. El lunes de la semana entrante, a la misma hora y en el Anfiteatro de la Escuela, se verificará la cuarta de la serie de conferencias que ha venido sustentando el distinguido literato hispano.
5. «La cuarta conferencia de Don Ramón del Valle Inclán»;
Excélsior, 18 de octubre, pág. 2
La noche de ayer, y en el Anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria, se verificó la cuarta conferencia de don Ramón del Valle Inclán, sobre la estética de sus libros, «Flor de santidad» y «La Lámpara maravillosa».
Teníamos justificada razón, cuando, al iniciarse las conferencias del literato gallego, habíamos achacado la falta de público a la deficiencia con que al principio fueron anunciadas, y no a carencia de interés o sentido refinado de cultura. Afortunadamente para el buen nombre intelectual de México, la reacción se operó violentamente, y si la segunda y tercera conferencias fueron escuchadas por una concurrencia escogida y numerosa, la que tuvimos el gusto de oír la noche de ayer merece comentario especial. Pocas veces el Anfiteatro de la Escuela Preparatoria había ofrecido un espectáculo tan atrayente, pues sin contar con que el número de estudiantes era extraordinariamente grande, el Anfiteatro se veía henchido de señoras y señoritas de nuestra mejor sociedad, así como de lo más brillante de nuestra intelectualidad. La conferencia fue presidida, como las anteriores, por el señor licenciado José Vasconcelos, Secretario de Educación Pública.
La última conferencia de don Ramón ha sido acaso una de las más interesantes entre las que ha sustentado, no sólo por motivos de orden puramente artístico ni por el excepcional interés que el insigne estilista y literato sabe despertar en el auditorio con la sencilla y fascinadora elocuencia de su palabra y la brillantez de sus imágenes, sino por algunos conceptos trascendentales sobre España y la literatura española contemporánea.
Insistimos en que para el cronista encargado de dar al público una impresión, aun cuando ésta tenga que ser necesariamente superficial, sobre las conferencias de don Ramón, es una tarea casi imposible hacerlo (sic) en forma que el lector pudiera tener más o menos una concepción aproximada de lo que ellas significan esencialmente. El ilustre novelista gallego no pertenece a ese género más o menos común de conferencistas, que han preparado con anterioridad sus disertaciones, en los puntos capitales, y que luego se concretan a desarrollarlas bajo un plan asimismo preconcebido. Naturalmente que don Ramón sabe los puntos que va a tratar, pero una vez en el terreno, en lo que podríamos decir, el viaje de su fantasía, Valle-Inclán no sigue caminos amplios y trazados en determinado sentido, sino que se pierde en un verdadero laberinto hasta perderse (sic) en los intrincados senderos de una selva de imágenes y de caminos espirituales, a donde es muy difícil seguirle sin perderse también.
Durante la conferencia de ayer, don Ramón vuelve a tratar el tema del sentimiento del paisaje en sus libros y así nos habla de las ciudades castellanas, de Toledo, de Segovia, de Salamanca, y dice que él nunca pudo comprender la belleza de estas ciudades de Castilla, ciudades muertas, verdaderas ruinas de un pasado que se desmorona. Entre el público que asistió a esta plática, estos atrevidos conceptos de don Ramón causan verdadero asombro, y hasta un poco de estupor. Se necesitaría conocer muy a fondo el pensamiento del admirable artista, para explicarse bien su magnífico desprecio por estas vetustas pero gloriosas ciudades de Castilla, ciudades de adobe, como pintorescamente las llama don Ramón, y que sólo despiertan en su imaginación visiones tétricas de la inquisición de la Castilla torva y sombría de Felipe II, encastillada en sus rancias tradiciones…
Y de estas cuestiones relativas al paisaje, Valle Inclán salta de pronto a otros temas —desde luego que todos se hallan íntimamente relacionados— y nos presenta al célebre Miguel de Molino (sic), y diserta buen rato (sic) sobre este extraño personaje y sobre su filosofía mística, con un gran acopio de datos y detalles.
Cómo recordar las palabras de Valle Inclán acerca de la Monna (sic) Lisa, del Vinci, sin quitar a los admirables conceptos todo su encanto y toda la belleza de las múltiples imágenes y de los atrevidos pensamientos?
Y para finalizar, don Ramón del Valle Inclán nos habla de la literatura española contemporánea y dice que en sus principios aquélla casi podría considerarse sólo como un mero dilettantismo, porque carecía de un ideal verdaderamente humano, en tanto que en Rusia ya se iniciaban los grandes movimientos y se trataban los máximos problemas universales. Todo renovamiento, toda grande iniciación era inmediatamente atajada, amordazada… Unamuno es procesado, Baroja perseguido, el mismo Valle Inclán se ve precisado al silencio y a la no publicación de una obra, Araquistain tiene que exiliarse!
Pero, afortunadamente, dice don Ramón, vamos entrando en el camino de la regeneración. Desde Rusia a México ya se inicia el gran movimiento que habrá de efectuar la emancipación espiritual de los pueblos…
Una ovación formidable interrumpe las últimas palabras del conferencista, y una gran parte de la concurrencia lo espera en la calle para aplaudirlo de nuevo, cuando el gran don Ramón se retiraba en su auto.
Mª Fernanda Sánchez-Colomer, 15 de febrero de 2002
(modificado con fecha de 22 de septiembre de 2002)
NOTAS 1 Luis Mario Schneider: Todo Valle-Inclán en México; México, Coordinación de Difusión Cultural, Dirección de Literatura, UNAM, 1992.
2 William L. Fichter: Publicaciones periodísticas de Don Ramón del Valle-Inclán anteriores a 1895; México, El Colegio de México, 1952. Los artículos periodísticos de esta primera estancia en México pueden verse también en la utilísima recopilación de Javier Serrano Alonso: Ramón del Valle-Inclán: artículos completos y otras páginas olvidadas; Madrid, Istmo, «Bella Bellatrix», 1987.
3 Ob. cit., págs. 210-218.
4 Ibíd., pág. 19 n 23.
5 Luis Mario Schneider: «La segunda estancia de Valle-Inclán en México (1921)», en Santos Zas, M., Iglesias Feijoo, L., Serrano Alonso, J. y De Juan Bolufer, A. (eds.): Valle-Inclán (1898-1998): Escenarios, Actas del Seminario Internacional de la Universidade de Santiago de Compostela (noviembre-diciembre 1998), 2000, págs. 123-143. El error al que me refiero aparece en la página 139.
6 Dru Dougherty: «El segundo viaje a México de Valle-Inclán: una embajada intelectual olvidada», en Cuadernos Americanos, año 38 (1979), págs. 137-176. Publicado también, aunque sin el correspondiente "Apéndice documental", en la monografía de Schneider citada en nuestra nota 1 (págs. 193-204).
7 Dru Dougherty: Un Valle-Inclán olvidado: entrevistas y conferencias; Madrid, Fundamentos, 1983, pág. 135 n 164.
8 Reproduzco textualmente los títulos, en los que el apellido del escritor aparece siempre sin guión; todas las reseñas transcritas fueron publicadas en la prensa de la capital mexicana. En la copia que poseo de la primera reseña de Excélsior, algunas palabras se leen con dificultad: siempre que he podido, he reconstruido los términos borrosos o ilegibles, aunque, por tratarse de conjeturas, lo indico así en la transcripción. Por otro lado, quiero señalar también que tengo previsto analizar el contenido de estos documentos en el contexto del «II Congreso Internacional sobre Valle-Inclán», que se celebrará en Bellaterra en noviembre de este mismo año.