Jesús Mª Monge
Taller d'Investigacions Valleinclanianes
Conferencia y lectura inéditas presentadas en la comunicación «Valle-Inclán, historiador y crítico de arte», leída en las Xornadas de estudio «Valle-Inclán. Cen anos de actualidades literaria», Vilanova de Arousa, 14-16 de marzo 2002
Presentamos como documentación inédita varias reseñas sobre una conferencia y una lectura pública de Valle-Inclán en el Ateneo de Madrid en 1915. La conferencia aparece reseñada por Elías Tormo y Monzó en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, vol.23, 1915. La lectura, que derivó en conferencia, sobre Santiago de Compostela fue reseñada en La Época el lunes 10 de mayo de 1915 y por el propio E. Tormo en una breve noticia publicada en el citado boletín de 1915.Estos documentos revelan las relaciones de Valle-Inclán con los primeros historiadores y divulgadores del arte español, en un momento en que el autor gallego está concentrado en la redacción y exposición de sus ideas estéticas, ideas en continua gestación y desarrollo desde sus artículos de crítica de pintura de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1908. En 1915 Valle-Inclán ya tiene cierta fama de crítico de arte y un gran ascendiente estético sobre los pintores coetáneos. Al mismo tiempo, desde 1912, destaca en la prensa con unos ensayos en los que defiende un quietismo artístico, inspirado en las ideas de un heterodoxo aragonés del siglo XVII, Miguel de Molinos, desconocido para casi todos. A lo largo de 1915 finalizará la redacción de todos estos textos estéticos (de los que la conferencia y la lectura pública que ofrecemos son una muestra), y los ordenará y publicará en volumen en febrero de 1916 con el título de La lámpara maravillosa.
1.- Conferencia sobre el Quietismo estético, 13 de marzo de 1915
(Elías Tormo, «Reseñas de conferencias de arte, las del Ateneo» en Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, vol.23, 1915, p. 82-3 )2.- Lectura-conferencia sobre Santiago de Compostela, 9 de mayo de 1915
(- Elías Tormo, «Varia. Guía espiritual de España» en Ibídem, p. 254-55)
(-«Conferencias en el Ateneo», La Época, lunes 10 de mayo de 1915)
Transcribo íntegra la reseña de la conferencia:1.- Conferencia sobre el Quietismo estético, 13 de marzo de 1915
A lo largo de 1915 Valle-Inclán se relacionará con los mejores arqueólogos e historiadores del arte español. Su punto de encuentro será el Ateneo de Madrid. Valle-Inclán, quien había sentado cátedra estética en los sillones del Nuevo Café de Levante, intenta demostrar sus conocimientos ante los especialistas consagrados. Allí, en la docta casa, trabó amistad con los llamados «arqueólogos», los primeros estudiosos y divulgadores del arte español: Manuel Bartolomé Cossío 1, Vicente Lampérez 2, Aureliano de Beruete 3, Rafael Doménech 4, Elías Tormo 5. Los patriarcas de la historiografía artística española, por así decirlo. Ante ellos y como si fuera uno más entre ellos, pues posee la misma perspectiva crítica y maneja los mismos conceptos artísticos6, expondrá Valle-Inclán sus teorías estéticas en una conferencia con el título de El Quietismo estético, incluida dentro del ciclo de Conferencias Artísticas de 1915 7.
Las Conferencias Artísticas del Ateneo eran subvencionadas directamente por el Ministerio de Instrucción Pública y eran organizadas por la sección de Artes plásticas del Ateneo, sección de la que era presidente Manuel B.Cossío. Cossío era ya una autoridad mundial en historia de la pintura, desde la publicación de su estudio sobre la personalidad y la obra de el Greco (El Greco, Madrid, 1908 ). Como presidente de la sección artística del Ateneo era el organizador de estas conferencias sobre arte en el seno de la institución. Durante muchos años estas conferencias se desarrollaban los martes y sábados invernales «al anochecer», según relata Elías Tormo8. Lo habitual en este ciclo de conferencias es que un mismo orador disertara dos veces en la misma semana, para desarrollar de forma más amplia el tema elegido. Finalmente, tales charlas estaban acompañadas de abundantes diapositivas y láminas fotográficas. En este ciclo de conferencias artísticas de 1915 destaca Ricardo Doménech, quien realizó hasta ocho conferencias sobre el arte impresionista. El ciclo lo inaugura en enero Manuel B. Cossío con dos conferencias en las que sintetiza el arte español9. Las dos segundas conferencias las impartió Elías Tormo y Monzó sobre «los discípulos españoles de Leonardo da Vinci». Las dos terceras versaron sobre arquitectura renacentista española y las dio Vicente Lampérez10. Rafael Doménech inicia en febrero su serie de conferencias sobre impresionismo pictórico11 que se intercalarán con las conferencias de José Lázaro Galdeano12, Pablo Bosch13 , José E. Mélida, esta última sobre las excavaciones del teatro romano de Mérida, y Valle-Inclán, quien el 13 de marzo de 1915 pronunció su conferencia sobre El Quietismo estético14.
Elías Tormo, en esos momentos secretario de la Sociedad Española de Excursiones, reseña sus impresiones sobre la conferencia. La reseña sobre el discurso de Valle-Inclán difiere del resto de reseñas publicadas en el mencionado boletín, ya que el cronista, Tormo, confiesa sus dificultades para sintetizar el contenido del discurso. No sólo por la complejidad de los temas tratados, sino también por el «hechizo» oratorio del escritor gallego. Según el eminente estudioso, Valle-Inclán orador sedujo al auditorio y al cronista con su verbo artístico y con sus reflexiones estéticas. La reseña de Tormo es explícita: es una conferencia para ser oída y escuchada dada «la clarividencia comunicativa del orador». Según parece, el «milagro musical» preconizado por Valle sucedió en esta ocasión. Para Tormo la elocuencia del discurso y el profundo simbolismo de las ideas expresadas convierten la conferencia en una visión:
El hecho es que al oírla decir parecía todo ello como otra genial visión a lo Hegel, archidistinta de la sobadísima síntesis hegeliana, y escuchada como de manantial se bebe
El «oírla decir» - insisto - es para Tormo una visión hegeliana pura. Pero no nos olvidemos que Tormo alaba y admira en extremo la elocuencia oratoria de Valle. Respecto a los contenidos, las numerosas relaciones analógicas y simbólicas provocan el recelo del estudioso, pues Valle, según Tormo, habla «con aire de fe convincente» o que todo es «pose» o «convicciones de la fe del carbonero». Para el catedrático y divulgador todavía pesa, y mucho, la imagen bohemia y heterodoxa del escritor como para valorar en su justa medida sus conocimientos estéticos. A pesar de estas objeciones, el estudioso del arte admira y respeta «en todo lo hondo y vibrante, íntimo e inquieto, que es el ideal de la generación de los literatos de ahora, de esa generación en la que Valle Inclán es tan primero».El núcleo significativo de la conferencia gira en torno a las ideas y conceptos estéticos desarrollados en La lámpara maravillosa. Por la información de la reseña el contenido correspondería a los capítulos VII y IX de Exégesis Trina15. Unos capítulos que configuran el centro geométrico de la estructura circular de La lámpara maravillosa, en los que abundan las reflexiones filosóficas y estéticas con frecuentes alusiones a pintores, artistas y épocas históricas: Arte clásico griego, el Renacimiento italiano (Leonardo da Vinci) y Velázquez. En estos capítulos centrales Valle-Inclán desarrolla su teoría del arte trino y relaciona el quietismo estético (a través del recuerdo desposeer a todas las cosas de su condición temporal, al mismo tiempo que se expresa su secreto, su gesto único) con el androginismo. Conceptos, personajes históricos y analogías estéticas que repetirá años más tarde en el homenaje a Julio Antonio en 1919 o en las conferencias asturianas de 192616
Además de estas ideas centrales, Valle-Inclán aderezó la charla con referencias a la destrucción del patrimonio histórico madrileño17 , al Quijote, cuyo centenario se celebraba ese mismo año, y, seguramente, de forma velada y sagaz rechazó el arte impresionista (defendido por Ricardo Doménech en tres conferencias anteriores), arte representado entonces por la pintura de Sorolla.
Pero al margen del contenido mismo de la conferencia, destaca sobremanera la inclusión del autor gallego dentro de un ciclo de conferencias de arte, impartido en su totalidad por reconocidos especialistas en la materia. Esta conferencia de marzo de 1915 supondría, pues, la «presentación en sociedad» de la estética quietista de Valle-Inclán y un grado más en su reconocimiento intelectual, que culminaría en julio de 1916 con su nombramiento como catedrático de estética de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Duró media hora, media hora de hondo embeleso en la meditación, esta conferencia que comenzó y que acabó, no teniendo propiamente principio ni fin. Con aire de fe convincente disertó de las propiedades reales del punto, de la línea, de la superficie circular engendrada y de la esfera a la vez creada por la superficie (cábala), como con clarividencia comunicativa se enlazó la Historia del Arte con la Trinidad cristiana del Demiurgo, el Paracleto y el armónico Logos. Es, pues, imposible el extracto de las ideas, además también, por razón de ser las palabras usadas extrañamente significativas y de no posible sustitución, y de infiel recuerdo, seguramente, para el cronista. Recordará éste que sobre el androginismo o angelismo de la Venus de Milo, sobre el cruce en la Gioconda, de la sonrisa que pasa a pensamiento y del pensamiento que pasa a sonrisa, y sobre la luz Norte del estudio de Velázquez, quieta cual su espíritu creador, dijo el conferenciante cosas que hechizaron y arrebataron hondamente al público, y más cuando del Quijote y su actual mayor hermosura (respecto de su tiempo) por haberse depurado de razones utilitarias (la predicación contra los libros de Caballerías), dijo palabras, aladas y preñadas de ideas, dignas del libro. C[ó]mo arrebató al público, haciendo estallar risa sin fin, al hablar de la destrucción de los monumentos callejeros de Madrid, al hablar de las cosas de la técnica impresionista, de ese Arte de lo que pasa, no Arte quieto, Arte de lo que permanece y se mantiene. No podrá menos de escribirse y deberá leerse, y leerse varias veces, esa charla elocuente, esa interpretación, tan simbólica como quiera el hombre del sentido común, de las cosas del alma. El hecho es que al oírla decir parecía todo ello como otra genial visión a lo Hegel, archidistinta de la sobadísima síntesis hegeliana, y escuchada como de manantial se bebe; no como se toma, de mano en mano, el sucio y roto vaso, continente de aquella transcendental Estética del ya muerto filósofo mago de las escuelas alemanas heroicas.
Al Greco no hizo alusión siquiera el conferenciante en sus palabras ni en las sugeridas ideas; solamente su cabeza, su mano derecha, su cuerpo y su actitud, elocuentísimo cual su fácil dicción (y aun mucho más), armonizaban con el «Greco» de nuestra Filosofía teológica herética, con el quietista y gran Padre del Quietismo, Miguel de Molinos, en nombre de quien ahilaba y devanaba hondo pesar español bien castizo, aunque muy olvidado, el conferenciante de ahora. Pero ya la conferencia leída seguramente que no será sombra de la hablada, esta vez menos que nunca.
Aun la oída, escuchada y vista (vista a la vez que escuchada y oída, polarizados los espíritus), hubiera perdido el secreto supremo del hechizo para el cronista, si el cronista hubiera tenido la desgracia de recordar antes, como lo recordó (finalizada la cosa) después de llegar a los pasillos, lo que en ellos precisamente recordó, traído de repente de remembranzas lejanas:
Que la cabeza del conferenciante, toda Greco, toda espíritu, al rape la esfera del negro pelo, y largas, lacias, las barbas finas, barbas mágicas de magia negra (allí evocada), que la cabeza aquella que ya ha inmortalizado Julio Romero de Torres, que la cabeza aquella en que se fraguaron libros de tan vibrante belleza, sana y malsana a la vez, era la cabeza (que nunca el cronista había vuelto a ver) del joven literato, de largas melenas merovingias (las primeras en Madrid), que ha cosa de veinte años, en un concierto Bordas, del propio Ateneo, conversaba con una dama, allá arriba, en la tribuna grande, cuando las damas, ni las señoritas, todavía no invadían el hemiciclo del Salón de Sesiones.
Pose entonces o ahora, o siempre, aparato de honda singularidad, pensamientos simbólicos dichos con la sencilla convicción de la Fe de carboneros, todo, sin embargo, ayudó a la emoción, y la plática de la media hora dejará el recuerdo imborrable.
Y vuelto al prosaísmo de la vida el cronista, todavía piensa en lo superficial, en lo insustancial, en la pura corteza en que andaba nuestra Literatura toda, cuando aquellas primeras melenas escandalizaban, y en todo lo hondo y vibrante, íntimo e inquieto, que es el ideal de la generación de los literatos de ahora, de esa generación en la que Valle Inclán es tan primero .
Y el cronista, avergonzado (es verdad) de ser tan demasiadamente prosaico y filisteo, sale corriendo del Ateneo, orgulloso de ser, por azar del tiempo y del espacio, español y de la misma generación. T.
El domingo 9 de mayo de 1915 Valle-Inclán realiza una disertación sobre Santiago en el ciclo de conferencias organizado esta vez por la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid18 y que llevaba por título Guía Espiritual de España. El diario La Época al día siguiente y bajo el título de «Conferencias en el Ateneo» reseñaba la conferencia de Valle-Inclán sobre Santiago, la de García Sanchiz sobre Valencia, realizada dentro del mismo ciclo el domingo anterior, y una extraña conferencia sobre «la ética alemana y la educación moral del pueblo alemán» realizada «días pasados» que daba buena cuenta de la germanofilia del rotativo o del cronista. Sobre la conferencia de Valle-Inclán, realizada hacía veinticuatro horas puede leerse:El notable escritor D.Ramón del Valle-Inclán ocupó ayer la cátedra del Ateneo, para dar una de las conferencias de la serie «Guía espiritual de España», organizada por la sección de Literatura. Disertó acerca de Santiago de Compostela.Por una reseña de Elías Tormo publicada también en el Boletín de las Sociedad Española de Excursiones, sabemos que todas las conferencias o charlas del ciclo «Guía Espiritual de España» fueron en su mayoría lecturas de textos, algunos inéditos, otros publicados parcialmente en la prensa o próximos a editarse19. Lecturas que reunidas conformarían un volumen titulado precisamente Guía espiritual de España, libro que al parecer jamás vio la luz. El texto valleinclaniano, base de la lectura que derivó en conferencia, según demuestra la reseña de La Época, podría corresponder al capítulo correspondiente de La lámpara maravillosa, en el que se habla de Santiago de Compostela, el capítulo III de la sección Quietismo estético20.
El admirable autor de las Sonatas, hijo de Galicia, que fue estudiante en Santiago, explicó en bellísimos conceptos la influencia espiritual que ejerció en la historia patria la ciudad compostelana; describió magistralmente las grandezas de la ciudad gallega, refiriéndose a sus tradiciones, monumentos y gloriosa historia, y contó ingeniosas anécdotas, relacionadas con la vida escolar, que fueron muy celebradas.
Fue el discurso un trabajo acabado y notable, que valió a su ilustre autor justas felicitaciones.Respecto al ciclo en sí de conferencias, consigna Elías Tormo que estas lecturas fueron «igualmente ilustradas a veces con el aparato de proyecciones, en que literatos de gran renombre guiaron con el espíritu al público en visitas a las ciudades de España por algún concepto típicas». No sabemos cuántas de estas lecturas se acompañaron con el «aparato de proyecciones», parece que la lectura-conferencia de Valle-Inclán no tuvo soporte visual alguno. En todo caso, el ciclo lo inauguró Benito Pérez Galdós, cuya conferencia sobre Madrid fue leída por Serafín Álvarez Quintero el 23 de marzo de 191521. Siguieron luego las de Ortega y Gasset sobre El Escorial, Martínez Sierra sobre Granada, Ángel Veghe Goldoni sobre Toledo, García Sanchiz sobre Valencia, el 9 de mayo Valle habló sobre Santiago, prosiguió Marquina sobre Barcelona, Azorín sobre la Mancha, Blanca de los Ríos de Lampérez sobre Ávila y Manuel Azaña (Alcalá de Henares) y Santiago Rusiñol (jardines de España) cerraron el ciclo. Elías Tormo reseña a los cuatro primeros conferenciantes, la reseña de La Época recoge las intervenciones del quinto (García Sanchiz) y del sexto (Valle-Inclán)
En su reseña Tormo destaca el interés de los escritores contemporáneos por el arte español. Y tras enumerar el programa de conferenciantes, indicando el tema y la fecha de cada una de las lecturas, resume el tono de las cuatro primeras conferencias. Alude de pasada a Valle-Inclán con una pregunta retórica y reseña al final la lectura sobre Toledo realizada por Angel Veghe Goldoni
Transcribo lo más significativo de la reseña:
Guía espiritual de España.- La cultura artística y el amor hondamente sentido y muchas veces clarividente por el arte español, son, desde hace pocos lustros, patrimonio ganado por los literatos contemporáneos. En las generaciones anteriores de nuestros poetas, novelistas y críticos no ocurría otro tanto, y el progreso es digno de nota, y de gran estima, particularmente para los que más atentamente a las artes gráficas o a su estudio nos consagramos.[...] [la Sección de Literatura del Ateneo] organizó una serie de lecturas, igualmente ilustradas a veces con el aparato de proyecciones, en que literatos de gran renombre guiaron con el espíritu al público en visitas a las ciudades de España por algún concepto típicas.
[...]
Seguramente que no se pusieron de acuerdo, ni era del caso, los conferenciantes, y siendo admirables las páginas que leyeron, cada conferencia ofreció una nota distinta. La descriptiva en el gran novelista, que tan admirablemente ha sabido describir el Madrid que vieron sus ojos, hoy cegados. La filosófica, la de la intimidad vital entre el hombre y su paisaje y la de interpretación (de interpretación suya) del pasado de nuestra peculiar civilización, en el joven catedrático de Metafísica, en quien Arte y Ciencia, pensamiento y palabra, ideas y sensibilidad, hallaron el ritmo armónico de la vida nueva. Descripción poética, vibrante, imaginativa, de un neo-romanticismo vivo, en el poeta dramático: demasiado poeta para ser mero retratista de esa Granada mora que prendó hace tiempo sus entusiasmos y su delicada sensibilidad. La nota justa, la preocupación honda de la verdad, el retrato de la madre tal cual lo desea de puntual y exacto el hijo amante, en el señor Veghe: único de los cuatro que hablaba de la ciudad de toda su vida... citando las cuatro primeras.
¿Y qué decir de las conferencias de un Valle-Inclán, de un Azorín, de una doña Blanca de los Ríos?
Tales textos, admirablemente leídos - eso de leer bien y de hacer tan amena una lectura como una conferencia hablada, es otra de las conquistas recientes de nuestros intelectuales -, no podían quedar inéditos, ni por su interés ni por el nombre de sus autores. Holgaría, pues, la reseña-extracto, que es además dificilísima sino imposible; fueron obras de Arte, en las que no faltaba pero en las que no sobraba nota, y en que el decir y lo que se dijo daban unidos el relieve de las cosas y el vibrar de las emociones y el matizar de las ideas. El extracto lo desfloraría todo y todos los matices se desvanecerían.
Elías Tormo
Jesús Mª Monge, marzo de 2002
NOTAS1. Manuel Bartolomé Cossío (1857-1935), discípulo de Francisco Giner de los Ríos, pedagogo y profesor de la Institución Libre de Enseñanza, el primer centro docente del pais que concedió rango de asignatura a la Historia del Arte y al aprendizaje estético. Los institucionistas como Cossío también fueron los primeros en organizar excursiones artísticas por toda la geografía nacional con el fin de conocer, divulgar y salvaguardar el patrimonio histórico-artístico. A la muerte de Giner de los Ríos en febrero de 1915, se hizo cargo de la dirección de la Institución Libre de Enseñanza.
Manuel B. Cossío destacó en sus estudios artísticos como historiador de la pintura . Así ya en 1884 había elaborado las tesis fundamentales de la primera historia moderna de la pintura española (Aproximación a la pintura española, Akal Universitaria, Madrid, 1991) y en 1908 alcanza fama mundial por su monografía sobre El Greco, Madrid, 1908
2. Vicente Lampérez, autor de Historia de la Arquitectura Cristiana en España, Ed. Gili, Barcelona, 1904
3. Aureliano de Beruete, estudioso también vinculado a la Institución Libre de Enseñanza y autor en 1926 de una Historia de la pintura española.
4. Rafael Doménech (1874-1929). Crítico e historiador de arte. En 1898 ya era profesor de historia del arte en la Escuela de Bellas Artes de Valencia. Años más tarde fue profesor de la Escuela Especial de Pintura en Madrid. Con sus colaboraciones asiduas en la prensa se convirtió en uno de los críticos de pintura más afamados del momento. Destaca su temprana exégesis de la obra de Sorolla, Sorolla, su vida y su arte (1909). En 1913 fue nombrado director del Museo Nacional de Artes Industriales y Decorativas
5. Elías Tormo y Monzó (1869-1957). Historiador e infatigable divulgador del arte español con sus «Cartillas Excursionistas Tormo». Catedrático de derecho natural de la Universidad de Santiago en 1897 y catedrático de historia del arte de la Universidad de Madrid desde 1904. Estudió todas las épocas históricas y estilos del arte español. Colabora como secretario y con artículos y reseñas en el Boletín de la Sociedad Española de Excurisiones. Dirigió asimismo el Archivo Español de Arte y Arqueología. Académico de Bellas Artes de San Fernando desde 1912, de la Historia desde 1919. Como político militó en el partido maurista y fue diputado, senador y Ministro de Instrucción Pública durante la «Dictablanda» del general Berenguer, destacando en el gobierno por su oposición a las ejecuciones de Fermín Galán y García Hernández.
6 . Valle-Inclán utilizará en sus reflexiones estéticas conceptos artísticos y perspectivas de análisis propias de la incipiente historiografía artística entonces al uso. Conceptos tan usados por Valle hacia 1915 como arte bizantino, bizantinismo o arte ojival adquieren su verdadera dimensión significativa dentro de su contexto historiográfico. Lo mismo podríamos decir de la división de la pintura española en dos escuelas pictóricas: la castellana o cantábrica y la levantina. Perspectiva de análisis que ya tiene Cossío en 1884, en su Aproximación a la pintura española. Para más detalles sobre estas relaciones, véase Jesús Mª Monge, «Valle-Inclán, historiador y crítico de arte» Cuadrante nº 6 (en prensa)
7. Resulta significativo que tres días antes de esta conferencia, el 10 de marzo de 1915, Valle-Inclán firmaba una solicitud dirigida al Secretario de la Junta de Pensiones en el extranjero en la que solicitaba con honor «Don Ramón del Valle-Inclán tiene el honor de solicitar», cito textualmente, «una pensión por el tiempo de un año, para Italia» con la finalidad expresa de escribir «un libro que fuese como prólogo a la emoción estética y cordial que españoles e hispanoamericanos deben buscar en el sagrado solar latino». Es decir, Valle-Inclán desea viajar a Italia, a la cuna del Renacimiento, y escribir una guía artística de Italia para el viajero hispanohablante, y, también, no lo olvidemos, paliar su deficitaria economía, muy mermada tras su estancia en Galicia. Las argumentaciones que presenta el solicitante nos recuerdan a páginas de La lámpara maravillosa. No en vano Valle-Inclán está enfrascado de lleno en la redacción y composición final de la obra y así los amantes del arte son peregrinos en busca de sensaciones
Son muchos los que peregrinan por aquellas tierras de Italia anhelando gustar sensaciones de arte, que son siempre de amor. Propicia es Italia para satisfacer tales anhelos, y como en la gran hora del Renacimiento [, ] su historia cuando no va encauzada con la historia de España, va hermanada con ella, bien pudiera despertarse un amoroso sentido hispano a los peregrinos de Italia8. Elías Tormo «Reseñas de conferencias de arte, las del Ateneo» en Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, vol.23, 1915, p. 72Carta perteneciente al Archivo Virtual de la Edad de Plata de la Residencia de Estudiantes. Accesible su consulta en la dirección electrónica http://www.archivovirtual.org
9.- Según Tormo, Cossío repitió «(mucho más cumplidamente) la lección sintética sobre el Arte español que dio en Mayo de 1914 en la Universidad de París, previa y honrosamente invitado por ella», Ibídem
10 . Vicente Lampérez, Una revolución en la Arquitectura española, (30 de enero de 1915)
11. Ricardo Doménech y Gallisá (primera conferencia): El impresionismo de la forma, (2 de febrero de 1915); (segunda conferencia): Velázquez y el impresionismo de la forma (6 de febrero de 1915); (tercera conferencia): Rembrandt y el impresionismo de la luz (13 de febrero de 1915); (cuarta conferencia): Goya y el Impresionismo (6 de marzo de 1915)
12 . José Lázaro Galdeano, Las damas del Museo del Prado, (12 de febrero de 1915)
13 . Pablo Bosch, El Arte de la Medalla, (27 de febrero de 1915)
14 . Después de Valle-Inclán, el ciclo prosiguió con las cuatro últimas conferencias de Doménech (El Impresionsmo de la forma y de la luz en la pintura contemporánea, 16 de marzo), (El Impresionismo del color: Teoría, 23 de marzo), (Génesis y desarrollo del impresionismo del color, 6 de abril), (El ocaso de la escuela impresionista, 12 de abril). Entre estas conferencias se intercalaron las disertaciones de Aureliano de Beruete (Las majas de Goya, 20 de marzo), Manuel Gómez Moreno (Alonso Cano, 27 de marzo), Angel Veghe Goldoni (Quevedo y las bellas artes, 30 de marzo) y finalmente el Sr. Velázquez Bosco cerró el ciclo con tres conferencias que llevaban por título Viaje arqueológico al Egipto (24 y 26 de marzo, 9 de mayo)
15 . El contenido de la conferencia formó parte del conjunto de artículos que bajo el título de «las tres rosas estéticas» publicó Valle-Inclán en la revista Summa en sus cuatro primeros números de octubre a diciembre de 1915.
16 . Todos los pueblos han procurado plasmar lo eterno. El griego ha querido plasmar la forma humana y para ello ha borrado de sus creaciones el sexo. La Venus de Milo tiene las proporciones (de altura y rostro) del cuerpo varonil y, en el Apolo, estas proporciones son las del sexo contrario.
El pueblo italiano, con Leonardo da Vinci intenta plasmar la ambigtledad de movimiento y así en la «Gioconda», no sabemos si «MonaLisa» empieza a sonreír tras un estado de enfado o tristeza o si esta sonrisa suya es lo que precede a un ceño.
(...)He aquí, pues, los tres estatismos: el de la forma en Grecia, el del movimiento con L. da Vinci y el de la luz con Velázquez.
«Autocrítica Literaria. Valle-Inclán y su obra» Región, Oviedo, 15 de septiembre de 1926 Apud Ramón Mª del Valle-Inclán, Entrevistas, conferencias y cartas, Pretextos, Valencia, 1994, p.322
17. Galdós en una conferencia posterior sobre Madrid, también denunciará la inexistente política de conservación de los monumentos madrileños.
18. Presidida en ese momento por Francisco de Icaza
19. Elías Tormo, «Varia. Guía espiritual de España» en Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, vol.23, 1915, p. 254
20. El primer texto valleinclaniano conocido con el título de Santiago se publica por primera vez en 1913 en la Correspondencia Gallega
21. Galdós, Guía Espiritual de España, Madrid, en Obras Completas. vol.3 Novelas y Miscelánea, Ed. Aguilar, Madrid, 1973, pp. 1267-1274