Carta de don Ramón María del Valle-Inclán a los editores de El Pasajero.


                Virtuales editores:

    Me llega la noticia a estas tierras en donde no habita el olvido de que se proponen publicar, a partir del año 2000, una revista virtual para internautas y otras suertes de navegantes por mares sin «ondiñas que veñen e van». Me dicen también que la tal revista virtual pretende consagrar su rumbo a la investigación sobre mi vida y obra. Creo que quienes pretenden perpetrar este desafuero la titulan El Pasajero y que estos hijos de las nuevas tecnologías, miembros del Taller de Investigaciones Valleinclanianas (TIV) de una Universitat Autònoma de Barcelona situada en una Bellaterra de cuyo nombre no quiero acordarme, se proponen publicar por no sé qué procedimientos post-modernos la tal revista. Les escribo para manifestarles mi perplejidad e indignación ante la botadura y primera travesía de ese buque bautizado como El Pasajero por los motivos que paso a continuación a exponerles.

    Ese año 2000 parece que se ha iniciado entre guerras que siguen siendo carlistas pero que ahora son cósmicas y sin resplandores de hogueras ni cruzados más que de una causa: la del neo-liberalismo y la del sombrío esplendor del capitalismo. Me dicen que son estos capitalistas neo-liberales los vencedores de una llamada «guerra fría» contra el comunismo de Lenin, caudillo revolucionario al que conocí y admiré en mi segunda juventud. Me dicen también que en ese oscuro paraíso capitalista se vive el crepúsculo de las ideologías y que toda estética vale y sirve para triunfar a condición de que no implique necesariamente otra ética que la de los vencedores. Me dicen que ahora casi todos los escritores utilizan un artilugio llamado ordenador y que las palabras navegan por mares informáticos en donde se iluminan los colores de las vocales y las sombras de las consonantes. Tiempos tecnicolores en donde brillan las palabras pero no se huelen ni chorrean sangre porque el papel está prohibido y quienes lo reivindican son considerados poco menos que unos locos valleinclanianos.

    Pues bien, dada la magnitud de la catástrofe, protesto con toda mi alma de escritor revolucionario y digo y afirmo que aquí sigo escribiendo a mano en hojas amarillentas que se impregnan del olor de la tinta fresca, que sigo tachando y corrigiendo palabras para regocijo de los investigadores adictos a la pipa de kif de la crítica textual, y que pienso seguir haciéndolo por los siglos de los siglos, desde Gutenberg hasta la galaxia final. Por otra parte me dicen que algunos de ustedes son profesores de literatura y me sonrío al pensar hasta qué punto su estupidez colectiva les impulsa a arrojar piedras sobre su propio tejado de cristal. Les auguro a todos ustedes, internautas follones que en vez de «emilios» se arrojan «e-mails» como cautivos de la lengua inglesa y de su dueño USA, que con sus artilugios post-modernos van a asesinar nuestra lengua y su literatura, pues las obras de ese nuevo milenio serán sólo resultados incoloros, inodoros e insípidos, disquetes en pantallas donde los cuellos de los cisnes, el placer de las siestas, los procesos de escritura y los dolores del parto creador habrán sido ahogados en mares virtuales de mierda meliflua. Así que sigan con sus guerras de las galaxias, con sus autopistas de la información cuyo dueño, el amo del Imperio, les cobra peaje como antes los señores cobrábamos diezmos de nuestros siervos. Sigan poniéndose esperpénticamente estupendos que yo pienso seguir firmando a mano y publicando en imprentas de viejos amigos que aman el libro y la sensualidad de la página, que aman las bibliotecas antiguas y los lomos encuadernados. ¡Pero qué majaderos son todos ustedes si, asomados a esas pantallas horas y horas entre dolores de espalda, renuncian definitivamente al placer de la lectura, a pasar las páginas de un libro con las yemas de los dedos, a leer voluptuosamente acomodados en un beato sillón de orejas junto a las brasas de una chimenea encendida, mientras afuera llueve y se escucha ladrar a los perros en una madrugada de invierno! Pero, ¿quién de ustedes, majaderos eruditos informáticos, se atreve a sostener que las nuevas tecnologías sirven para escribir mejor?

    Acabo ya: váyanse a paseo todos ustedes, jóvenes bárbaros, a contemplar la naturaleza en vivo y en caliente y no virtualmente. Váyanse a paseo con sus incoloras, inodoras e insípidas realidades virtuales, sus ordenadores, sus informáticas, sus gaitas no precisamente gallegas y sus hierbas infumables. Les envío pluma y tintero, con el desprecio de quien escribe y va a seguir escribiendo siempre a mano.

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