VALLE INCLÁN A TRAVÉS DE...
A r t u r   B l a d é   D e s u m v i l a    y    J o s é    S a r a ñ a n a   S e d ó


 p o r   J o s e f a  B a u l ó
(T.I.V.)


 


Santiago Rusiñol

Si nos encontráramos en el ámbito de la abogacía, el primer texto que nos disponemos a comentar podría considerarse una declaración por persona interpuesta, dado que la imagen que nos facilitará de Don Ramón del Valle-Inclán proviene del testimonio de un testimonio. Trataremos de explicarnos presentando a los supuestos testigos:

    Uno es Artur Bladé i Desumvila, una figura de cierto peso específico en el grupo de exiliados republicanos en México. Bladé nació en Benissanet, Ribera d'Ebre, en una familia de payeses instruidos. De hecho fue su abuelo, secretario del Ayuntamiento, hombre de libros y de espíritu liberal, quien le enseñó a leer, a escribir y a versificar. Muy tempranamente colaboró en las publicaciones de la comarca, militó en Esquerra Republicana y fue funcionario de la Generalitat. Durante la guerra estuvo en el frente al servicio de una unidad sanitaria. En 1939, llega a Francia sin documentos y permanece en un campo de concentración hasta ser admitido en la Résidence des Intellectuels Catalans de Montpellier. En esa época frecuentó la Universidad y no dejó de escribir. Viajó a México, en 1942, y su vida laboral se diversifica hasta límites impensables, pues fue vendedor ambulante, periodista, secretario de una pitonisa; pero con la de escritor como auténtica profesión. En México, y ya en España desde su regreso en 1961, publicó una veintena de obras en su mayor parte memorialísticas, de valor innegable para la reconstrucción del ambiente cultural catalán anterior a la Guerra Civil y del exilio. Se mantuvo en constante actividad intelectual hasta su muerte en 1995.

    Al otro testigo, al de excepción, lo conoce Bladé durante sus años de exiliado en Montpellier: se trata del crítico musical y periodista Rafael Moragas, «Moraguetes», una verdadera institución, casi un personaje, en la colonia catalana de refugiados en aquella ciudad. Bladé i Desumvila toma notas de todas las anécdotas y comentarios de Moragas y, más tarde, en México escribe ayudado de sus notas, de cartas y de referencias de otros amigos comunes, como Francesc Pujals El senyor Moragas «Moraguetes», una obra inclasificable que puede definirse como un ejercicio de memoria ajena o unas memorias dictadas.

    Rafael Moragas era un apasionado de la música en particular y de las artes escénicas en general. Había sido director artístico del Gran Teatro del Liceo, Cronista oficial del Arxiu Històric de Catalunya y Miembro corresponsal de la Acadèmia de Bones Lletres. Sus trabajos fueron tan variados como el artículo de 1932 en la revista Mirador que documentaba el debut teatral de Margarita Xirgu en un teatro de Gràcia el año 1906, o el que, escrito en 1938, llevó por entusiástico título «Wagner en las barricadas». Amigo de Pérez Galdós, de los hermanos Baroja, de Lorca, de Margarita Xirgu y, al parecer, del propio Valle, Rafael Moragas resulta un individuo novelesco en sí mismo. Bladé lo describe como una especie de fraile laico, un bibliotecario benedictino, un enciclopedista arrancado de su siglo y un Abad Prevost, todo en uno. Con su mente de erudito, sus maneras de gran conversador y su vocación de personaje teatral, no es de extrañar que “Moraguetes” se sintiera atraído por la persona de Valle-Inclán y aprovechara para acompañarlo en sus visitas a Barcelona, como la que cuentan las siguientes líneas:

    L’any 1926 vaig donar un cicle de conferències sobre músics i temes musicals a la Sala Aeolian, del Passeig de Gràcia. En acabat, van oferir-me un sopar a la Maison Dorée. A l’esquerra tenia Rusiñol i a la dreta Valle-Inclán. Aquest havia avançat un dia la seva vinguda a Barcelona (on l’actriu siciliana Mimí Aguglia li estrenava La cabeza del Bautista) per assistir al sopar. L’autor de Tirano Banderas va fer riure tothom amb les seves anècdotes i particularment amb les relatives al seu empresonament, a Madrid, en els primers temps de la Dictadura, pel «delicte» de no haver pagat una multa imposada per «escàndol públic». Era un fet cert. Tot i la seva fantasia, quan es gloriejava del seu «antigovernamentalisme», no mentia. Aquella nit provocà l’admiració de l’escriptor francès Valéry-Larbaud. Aquest, a la sortida del sopar, parlant del que havia dit Valle-Inclán, em va confessar que no arribava a comprendre el caràcter espanyol ni els problemes d’Espanya, perquè tot li semblava contradictori. Li vaig contestar que, de fet, tota la vida era així i que més valia no encaparrar-s’hi.
    A La Punyalada, una altra nit, vam poder veure cara a cara les barbes de Rusiñol i les de Valle-Inclán. Per estrany que sembli, les barbes a part, tenien certes afinitats; per exemple, l’amor al cafè, a les anècdotes, al noctambulisme, al teatre... I llur aversió a Echegaray. La presidència que Rusiñol ostentava a La Punyalada, Valle-Inclán l’exercia a l’Antiguo Cafe de Levante de Madrid. El gallec, a La Punyalada, no va callar en tota la nit i va recitar, entre altres coses, unes quartetes que havia escrit, feia anys, per propagar un producte nutritiu. I per no perdre el costum també va fer afirmacions revolucionàries, com quan assegurà que els cafès i les tertúlies influïen més que les escoles i les universitats en la vida política espanyola. (El senyor Moragas «Moraguetes», Editorial Pòrtic, Barcelona, 1970, pp. 192-193).

    [El año 1926 di un ciclo de conferencias sobre músicos y temas musicales en la Sala Aeolian, del Paseo de Gracia. Al acabar, me ofrecieron una cena en la Maison Dorée. A la izquierda tenía a Rusiñol y a la derecha a Valle-Inclán. Éste había avanzado un día su venida a Barcelona (donde la actriz siciliana Mimí Aguglia le estrenaba La cabeza del Bautista) para asistir a la cena. El autor de Tirano Banderas hizo reír a todo el mundo con sus anécdotas y particularmente con las relativas a su encarcelamiento, en Madrid, durante los primeros tiempos de la Dictadura, por el «delito» de no haber pagado una multa impuesta por «escándalo público». Era un hecho cierto. A pesar de su fantasía, cuando se vanagloriaba de su «antigubernamentalismo», no mentía. Aquella noche provocó la admiración del escritor francés Valéry-Larbaud. Éste, a la salida de la cena, hablando de lo que había dicho Valle-Inclán, me confesó que no llegaba a comprender el carácter español ni los problemas de España, porque todo le parecía contradictorio. Le contesté que, de hecho, toda la vida había sido así y que era mejor no romperse la cabeza con ello.
    En La Punyalada, otra noche, pudimos ver cara a cara las barbas de Rusiñol y las de Valle-Inclán. Por extraño que parezca, las barbas aparte, tenían ciertas afinidades; por ejemplo, el amor al café, a las anécdotas, al noctambulismo, al teatro... Y su aversión a Echegaray. La presidencia que Rusiñol ostentaba en La Punyalada, Valle-Inclán la ejercía en el Antiguo Café de Levante de Madrid. El gallego, en La Punyalada, no calló en toda la noche y recitó, entre otras cosas, unas cuartetas que había escrito, hacía años, para propagar un producto nutritivo. Y para no perder la costumbre también hizo afirmaciones revolucionarias, como cuando aseguró que los cafés y las tertulias influían más que las escuelas y las universidades en la vida política española.]

 Las sabrosas comparaciones entre Valle y su amigo Rusiñol, los asombrados comentarios del, por aquel entonces célebre, escritor francés Valéry-Larbaud, enamorado de España e introductor en Francia de la obra de Gómez de la Serna, la posibilidad de imaginar a Valle de tan buen humor como para recitar consignas publicitarias... todo tiene «miga» en la crónica de este banquete. Sin embargo, la memoria traiciona a Moraguetes o a su biógrafo Bladé, puesto que la fecha del estreno en Barcelona de La cabeza del Bautista es el 20 de marzo de 1925, no de 1926 como dice el texto. Otra observación es el nombre de los restaurantes, La Punyalada, en el que ciertamente Rusiñol mantenía una tertulia con artistas e intelectuales de la época, y la Maison Dorée, dato que no entra en ninguna contradicción pero que nos hace recordar que, tradicionalmente, se ha señalado El Canari de la Garriga como el restaurante donde tuvo lugar una cena-homenaje al autor en las fechas del mencionado estreno. Nada impide, como digo, que Valle cenara una, dos o más veces en prestigiosos locales de la Ciudad Condal.

    Lean ahora una anécdota muy anecdótica, valga la redundancia, perteneciente a la misma cena y de la que no se destaca otro aspecto que el chistoso pero que, en contrapartida, nos ofrece la fecha correcta del evento: 1925. El comentarista es ahora José Sarañana Sedó, de cuya persona conocemos pocos detalles salvo que era un valenciano afincado en Barcelona, curioso caso de farmacéutico y periodista, que durante casi toda su vida profesional fue jefe de información de El Noticiero Universal con cuyo director, Peris Mencheta, le unía una gran amistad. Como autor se le conoce un solo libro de género memorialístico titulado Al correr de los años, en el que hemos hallado el siguiente texto:

    [...], insisto, es inútil cuanto puedan hacer los partidarios de la abolición [de los toros], por lo que estimo que deben adoptar esa postura pasiva de que dan prueba con su silencio las academias y Colegios de Doctores ante lo que continuamente se lee o se oye acerca del diestro que «ha de doctorarse», que «se ha doctorado» o que recibe o ha recibido «la borla de doctor»; y, en último caso, que, para tratar el asunto, en vez de acalorarse, adopten el tono festivo del que hizo gala Valle-Inclán en el restaurante La Punyalada cuando en 1925 vino a Barcelona para asistir al estreno de La cabeza del Bautista, según revela la siguiente conversación, cuya copia, seguramente hecha por mi encargo, conservaba entre mis papeles, pero sin nota de procedencia:
    -¿Quiere usted tomar un poco de jamón?
    -Muchas graciaz. Yo zoy vegetariano. Los zerez que ze alimentan de carne zon propicioz a enfurecerze, y ezto paza lo mizmo con loz animalez.
    -¿Y el toro?- intervino Rusiñol.
    -¿El toro? Puez el toro ze alimenta de hierba zeca, y ¡ez lo mizmo que zi comiera mojama!

    Se entabló una discusión taurina y Valle-Inclán precisó contundentemente:

   -El público no entiende de toroz, y loz revizteroz menoz que el público. Loz toreroz tampoco zaben nada del toreo. El único que entiende de toroz ez el toro, ¡que hace cuatro mil añoz que embizte! (Al correr de los años, Gráficas Diamante, Barcelona, 1952, p. 205.)

El Pasajero, estío 2002


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