VALLE INCLÁN A TRAVÉS DE...
 

César M. Arconada

 por Manuel Aznar Soler
(T.I.V.)

 
 

VALLE-INCLÁN, CÉSAR ARCONADA Y EL EXILIO REPUBLICANO ESPAÑOL DE 1939 EN MOSCÚ

    El 5 de enero de aquel trágico año 1936 falleció Valle-Inclán de muerte natural en Santiago de Compostela. La significación política de su vida y de su obra era entonces inequívoca: aquel «eximio escritor y extravagante ciudadano», en palabras del dictador Primo de Rivera, era en 1936 un escritor «leal» al gobierno republicano y un antifascista convicto y confeso  1 . No debe extrañarnos, por lo tanto, que un mes después Mundo Obrero, órgano oficial del Partido Comunista de España, anunciara un «homenaje popular a Valle-Inclán», que finalmente se celebró en el Teatro de la Zarzuela de Madrid y en donde, además de la representación por el grupo Nueva Escena del esperpento de Los cuernos de don Friolera, intervinieron, entre otros, María Teresa León en nombre de la comisión organizadora, Federico García Lorca y Antonio Machado. Porque lo indudable era en 1936 que Valle-Inclán, presidente de honor de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética y único miembro español elegido para la presidencia de la Asociación Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura –organización unitaria de la intelectualidad antifascista mundial que se había creado en el Primer Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en junio de 1935 en París-, constituía ya un símbolo literario del Frente Popular de nuestra cultura nacional-popular, es decir, de nuestra cultura democrática y antifascista.
    Obviamente, durante la guerra civil la obra y la memoria de Valle-Inclán fueron reivindicadas por los escritores republicanos «leales».Fotografía de César M. Arconada en su novela «La Turbina», Madrid, Eds.Ulises, 1930. Sirvan como ejemplo las palabras lapidarias de Antonio Machado en el prólogo de 1938 a La corte de los milagros 2, las de Enrique Díez Canedo en el prólogo del mismo año 1938 a Tirano Banderas 3 o la enorme ovación con la que los escritores asistentes al Segundo Congreso Internacional de Escritores para Defensa de la Cultura saludaron la mención que de Valle-Inclán realizó Julio Álvarez del Vayo, responsable a la sazón del Comisariado de Guerra y Propaganda, en su discurso ante dicho Congreso, inaugurado en Valencia el 4 de julio de 1937.
    Valle-Inclán no fue nunca militante del Partido Comunista de España, pero los escritores comunistas también respetaron y honraron póstumamente su personalidad literaria. Nos interesa ante todo documentar ahora la valoración crítica que Valle-Inclán mereció a César M(uñoz) Arconada, autor de un artículo publicado al día siguiente de su muerte en el periódico comunista Mundo Obrero, en el mismo número en donde apareció un texto anónimo titulado de una manera políticamente inequívoca: «Ha muerto un gran escritor antifascista»  4
    Arconada empieza por expresar «la sinceridad del dolor» que le embarga «al pensar y escribir sobre la muerte» de «uno de nuestros primeros grandes escritores», un escritor que literariamente seguía vivo: «Porque Valle-Inclán muere cuando vivía aún, cosa que casi nunca sucede. Esto es lo excepcional. Muy rara vez la obra de un escritor se mantiene firme, en pie, y en marcha a través de los años. Aunque parezca mentira, la obra envejece antes que su propio autor». Literatura viva de un escritor «joven» que no se ha dejado domesticar y que para Arconada constituye un «caso único»: «¡Su rebeldía, su independencia, su libre y fuerte pensamiento no se han sometido nunca, ni en la adversidad de la misma vejez, cuando hay abatimientos que golpean las más duras convicciones». El crítico marxista constata un proceso en su obra literaria, «proceso entre la idealidad y la decepción», que le permite diferenciar dos «épocas»:
En su primera época había dos elementos: el pueblo y el señorío. Él estaba con el señorío, ni que decir tiene. Pero al quebrarse su ideal de feudalismo, se entrega al segundo elemento, al pueblo, a lo que hasta entonces había sido segunda voz y coro de tragedia.
A su contacto con el pueblo, no en coro, sino en personaje, la literatura de Valle-Inclán se enriquece con tal abundancia de tesoro, que llega a ser una de las más altas cumbres de nuestra historia literaria. Se enriquece, se engrandece todo: la composición, las ideas y el mismo estilo, que pierde mucho del modernismo decadente de las Sonatas para adquirir expresión sustancial, racional y popular.
De esta segunda parte de su obra son los Esperpentos, Tirano Banderas y la serie del Ruedo Ibérico . Lo más logrado, lo más sazonado y perfecto de Valle-Inclán. Sobre todo, Tirano Banderas, sin duda su mejor obra, en donde en contenido social corre pareja con una calidad literaria de primer orden.
    Estas dos «épocas» valleinclanianas, que corresponden a dos diferentes visiones estéticas del autor, constituyen por tanto, ya antes de la guerra civil, un tópico de la crítica valleinclaniana. Lógicamente, a la crítica franquista le interesaraba reivindicar única y exclusivamente el «primer» Valle-Inclán y, al tiempo que durante muchos años va a prohibir lisa y llanamente la representación de sus esperpentos teatrales, elogiará por el contrario el preciosismo modernista de las Sonatas, aunque ese esteticismo modernista debía ser debidamente depurado por la censura nacional-católica para eliminar el inmoral decadentismo con que se adornaba el «feo, católico y sentimental» héroe heterodoxo que resultaba ser el Marqués de Bradomín. Y, lógicamente, a la crítica republicana y al crítico marxista Arconada la «época» que más les interesaba estética e ideológicamente era la segunda de un escritor que, en cualquier caso, siempre mantuvo una actitud radicalmente contraria a la burguesía:
Frente a ella ha estado siempre, hasta última hora, como el más rebelde y joven de nosotros. A medida que las realidades y el tiempo iban haciendo más anacrónico su viejo ideal de aristocracia, Valle-Inclán se acercaba más al pueblo y se apoyaba más en él para creer y justificarse. Como nada quería con la burguesía –que no pudo ni someterle ni comprarle-, era forzoso que cada vez viese con más claridad que las virtudes nobles que antes había admirado en la nobleza hoy estaban en el pueblo. Y que, rebelde siempre a la burguesía, tenía que identificarse y ser cada vez más fiel y partícipe del pueblo.
Tantas veces y en tantas ocasiones habrá que volver sobre esta gran figura que desaparece, que bien está terminar aquí esta crónica: con el sentimiento profundo hacia la muerte de un gran escritor que no nos había traicionado.
 Un escritor antifascista, «una de las más altas cumbres de nuestra historia literaria», que formaba ya parte de nuestra cultura nacional-popular y que, según el crítico marxista y militante comunista, «no nos había traicionado».Arconada se exilió a partir de 1939 a la Unión Soviética y residió hasta su muerte en Moscú. En la capital rusa intervino activamente en las actividades políticas y culturales del exilio republicano español de 1939  5 , siguió escribiendo su obra literaria  6  y mantuvo hasta sus últimos días sus convicciones políticas comunistas. Por otra parte, Valle-Inclán era un autor muy popular en la Unión Soviética  7. No debe extrañarnos, por lo tanto, que en 1956, a los veinte años de su muerte, se organizara en Moscú un homenaje a Valle-Inclán y que Arconada interviniera en él con la lectura de un texto inédito que, a continuación, transcribo íntegramente:
Dedicamos hoy esta velada a la memoria y la gloria de ese gran escritor que todos conocemos y admiramos, a don Ramón del Valle Inclán (sic), hace veinte años muerto, y siempre viva su obra, porque al patrimonio cultural del pueblo, el propio pueblo lo (sic) da eternidad.
Como tantas y tantas cosas que están en España por hacer, unas veces debido a que no están hechas y otras a que están mal hechas, así, la gran figura de este gran ingenio de nuestras letras está todavía sin estudiar. En la única biografía que existe, escrita por Ramón Gómez de la Serna -escritor que siempre fue aficionado a los malabarismos- la personalidad de Valle Inclán y el significado de su obra son escamoteados tras el truco del Valle Inclán pintoresco.
Conocido es de todos el ingenio, la mordacidad, el rico anecdotario del escritor, que en esto –y no solamente en esto- continúa la tradición de Quevedo. Y no es limpio ocultar tras el humo de lo pintoresco el verdadero sentido de la obra y, en primer término, el sentido de lo pintoresco mismo. Corrientemente tras sus anécdotas no sólo había ingenio, sino intención, es decir, no sólo juego, sino jugo.
Detrás de lo pintoresco de Valle-Inclán, que se derramaba en tertulias y conversaciones, había un hombre íntegro, rebelde, un espíritu a quien repugnaban las relaciones de la sociedad capitalista y, concretamente, la España adocenada de la reacción. Entre él y la España oficial de la Restauración o de Isabel II, de Alfonso XIII o de Primo de Rivera había un abismo, había una irreconciliable adversión (sic).
Valle-Inclán, acosado siempre por la pobreza, jamás se sometió, jamás se doblegó. Tenía la hidalguía espiritual de un Don Quijote y, aunque era débil de cuerpo, la fortaleza de un chopo galáico (sic).
Gran parte de su obra está dedicada a combatir, con una espada de tan agudo filo como pocas, a todos los fantasmones del poder, del dinero, de la política reaccionaria, de la mediocridad en todos los órdenes de la vida. ¡Qué no hubiera escrito hoy esa pluma de Valle-Inclán sobre la España franquista, pródiga en figurones dignos de ser flagelados en sus esperpentos!
La ofensiva del fascismo contra las libertades y la cultura, forzosamente tenía que hacer eco de indignación en el espíritu generoso, humanista y valiente de Valle Inclán, que tomó parte y partido a favor de la libertad, de la cultura, del pueblo.
Ya enfermo de muerte, no pudo participar en el Congreso en defensa de la Cultura que en 1935 se celebró en París, pero aceptó el cargo de presidente de la sección española. El Congreso me nombró a mí secretario, y poco después envié un delegado de Madrid a Santiago de Compostela, donde yacía enfermo, para comunicarle el nombramiento. Al regreso, el misionario nos dijo que Valle Inclán había aceptado con gusto y que sólo esperaba recuperar la salud para trabajar con nosotros en la Asociación.
Por muchas referencias sabemos que Valle Inclán, en ese tiempo, sentía cada vez más aprecio por las fuerzas progresivas, por el Partido Comunista y, sobre todo, por la Unión Soviética, que tenía grandes deseos de visitar. El tiempo que le quedaba de vida era corto y, sin embargo, el camino de su visión y de sus esperanzas era largo...
Murió el 5 de Enero de 1936. Hace veinte años. No les será grato a los enemigos que él combatió recordar al gran escritor. Pero la España que él amaba y vislumbraba triunfante le recordará siempre con veneración.
¡Que esta velada que nosotros le dedicamos hoy sea un homenaje al gran escritor progresivo, combatiente, humanista, patriota de una España sin tiranos ni fantoches, de una España popular y libre!  8.
 
 
NOTAS

1 Sobre el tema puede consultarse mi folleto Valle-Inclán, antifascista. Sant Cugat del Vallès, Associació d´Idees-TIV, colección Estrafalaria-1, 1992.

2 «Don Ramón, a pesar de su fantástico marquesado de Bradomín, estaría hoy con nosotros, con cuantos sentimos y abrazamos la causa del pueblo», escribió Antonio Machado en el prólogo, fechado en «Barcelona, 1 de agosto de 1938», a La corte de los milagros de Valle-Inclán (Madrid-Barcelona, Editorial Nuestro Pueblo, 1938, p. 12).

3 «Valle-Inclán expresa aquí, por los medios artísticos que le son propios, su amor a la justicia, su rebeldía fecunda, alistándose definitivamente en las filas de los escritores que no se han conformado con introducir novedades de expresión y primores de estilo en la literatura de su pueblo, sino de los que merecen ampliamente la denominación de escritores revolucionarios», palabras con las que Enrique Díez-Canedo concluye su «Valle-Inclán: Tirano Banderas», prólogo a Tirano Banderas de Valle-Inclán (Madrid-Barcelona, Editorial Nuestro Pueblo, 1938, p. 10).

4 C. M. Arconada, «Valle-Inclán ha muerto». Mundo Obrero , Madrid, 4 (6 de enero de 1936), pp. 1 y 4; reproducido por José Esteban en Valle-Inclán visto por... , Madrid, Las Ediciones de El Espejo, 1973, pp. 149-152.

5 He realizado una primera aproximación al tema en mi artículo «Teatro, literatura y cultura del exilio republicano español en la Unión Soviética (1939-1949)». Exils et migrations ibériques, 6 (1999), pp. 61-76, número monográfico sobre «60 ans d´exil républicain: des écrivains espagnols entre mémoire et oubli».

6 Natalia Kharitonova ha editado una obra inédita de Arconada, Nueva Carmen, «libreto de ópera antifascista española», publicada en Renacimiento, 27-30 (2000), pp. 50-93, número monográfico sobre «Las literaturas del exilio republicano de 1939».

7 Fedor Kelyn, «Valle-Inclán y la Unión Soviética». Literatura Internacional, 2 (1944), pp. 50-54. Por su parte, Vidas Siliunas es autor de un estudio sobre «Las traducciones rusas de Valle-Inclán», en AAVV, Busca y rebusca de Valle-Inclán , edición de Juan Antonio Hormigón. Madrid, Ministerio de Cultura, 1989, tomo I, pp. 305-309. Y, finalmente, Francisco Madrid atribuye a Valle-Inclán las siguientes palabras: «Me acaban de escribir desde la U.R.S.S. pidiendo autorización para traducir al ruso mis obras. La Editorial del Estado quiere publicar Tirano Banderas y La Corte de los Milagros. No sé cómo van a arreglarse. Me parecen intraducibles... También me invitan al estreno de La reina castiza , Luces de bohemia y Los cuernos de don Friolera ... Es posible que vaya. Veré en ruso lo que no he podido ver representado en español...” (La vida altiva de Valle-Inclán, Buenos Aires, Ed. Poseidón, p. 78).

8 Manuscrito 22606/29, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid.

 

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El Pasajero, invierno 2003