Amparo de Juan Bolufer, La técnica narrrativa en Valle-Inclán, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 2000, 431 pp.
 
 

Los debates que en torno a la periodización de la obra de Valle-Inclán, de su desarrollo y evolución, ha mantenido casi desde sus inicios la crítica valleinclaniana han sido en demasiadas ocasiones planteados desde la preponderancia de uno de los momentos que jalonan la obra del escritor. Del mismo modo que los exégetas del franquismo hicieron hincapié en el tradicionalismo del primer Valle para construir la imagen de un escritor anti-burgués muy próximo implícitamente a los planteamientos falangistas y siempre ortodoxo en materia de religión, la crítica posterior -con la sana intención de subrayar el que probablemente es el hallazgo más original de la obra valleinclaniana, el esperpento- proyectó muchas veces los rasgos característicos de esa estética sobre la obra anterior e inventó las huellas de la deformación esperpéntica donde no las había para construir una teoría «esperpicéntrica» que fue denunciada, hace ya algunos años, por el profesor Dougherty.

El mejor antídoto contra esos excesos ha sido siempre, por supuesto, el conocimiento detallado de las obras, tanto de sus contenidos como de su materialidad textual. Respecto a esta última cuestión, si bien es posible hallar entre la bibliografía valleinclaniana un buen número de estudios parciales, no disponíamos hasta el momento de ningún estudio de conjunto acerca de los procedimientos narrativos en Valle-Inclán, carencia que viene a solventar el libro aquí reseñado. La técnica narrrativa en Valle-Inclán aporta, pues, un valioso instrumental para la comprensión e interpretación de esa porción de la obra valleinclaniana, al tiempo que ofrece argumentos y razones a esos debates antes mencionados.

Amparo de Juan analiza, con rigor y un sabio uso de las herramientas que proporciona la narratología contemporánea, uno a uno los textos narrativos de Valle-Inclán, desde los primeros relatos publicados en la prensa hasta «El trueno dorado», sin olvidar, por descontado, las grandes novelas. Las únicas excepciones a esa regla son, por un lado, el folletín La cara de Dios, debido a su carácter excepcional en el conjunto de la narrativa valleinclaniana; y por el otro, La lámpara maravillosa, por su condición ensayística, aunque mucho habría que decir acerca del grado de ficción literaria que contiene este ensayo y que quizás le haría también merecedor de esa condición de "género híbrido" con que la autora justifica la inclusión en el corpus de La Media Noche, nacida como crónica periodística, "anovelada o novelesca por el mismo fundamento mágico de la visión estelar" (p. 286).

Si el rigor hace el libro imprescidible, la amplitud de miras lo hace, además, interesante, pues Amparo de Juan levanta con frecuencia la mirada de la materialidad del texto para ofrecer al lector "un enfoque más plural, que permita la aproximación a los textos desde perspectivas complementarias" (p.14); de ese modo, los resultados del análisis textual son continuamente relacionados con el momento histórico-literario y adquieren su sentido en el conjunto de la obra valleinclaniana. De hecho, el análisis narratológico de cada texto viene precedido de una síntesis de las cuestiones estéticas que preocupan al autor en cada momento -aunque, como la misma autora reconoce, "las formulaciones teóricas no siempre encuentran una realización en la práctica novelesca" (p.287)- y de las diferentes polémicas que ha suscitado entre la crítica, terrenos en los que la autora demuestra su buen conocimiento tanto de los textos teóricos de Valle-Inclán -conferencias y entrevistas, fundamentalmente- como de la bibliografía acerca del escritor.

Así, por ejemplo, el análisis de la voz en la narrativa breve le permite trazar con bastante precisión la, a veces, compleja frontera entre la narrativa realista y la modernista y plantear, al mismo tiempo, la espinosa cuestión de los géneros en la obra valleinclaniana, menos problemática, sin duda, en el ámbito de la narrativa que en el teatro. También cuestiona, una vez detallados los rasgos del narrador de las Sonatas, la presunta ironía del mismo respecto de algunos temas como el carlismo o la religión; o sostiene cómo el estudio de La guerra carlista demuestra que pese a que el narrador no manifiesta explícitamente su opción ideológica, sí lo hace mediante diferentes técnicas de plasmación de la subjetividad que confirman el compromiso de Valle con el carlismo, tal y como ya estudiara Margarita Santos Zas. En este sentido, la profesora de Juan parece caer en alguna contradicción cuando, al definir los rasgos característicos del esperpento, admite la “progresiva politizacción” (p.287) del escritor como ingrediente de la nueva estética, si bien, según se desprende de su propio estudio, Valle-Inclán evidenciaría ya un compromiso político en los primeros años del siglo, aunque de un signo distinto.

La visión de conjunto que ofrece un estudio tan amplio permite poner de manifiesto no sólo las distancias, sino también las múltiples coherencias que presenta la obra de Valle-Inclán en su desarrollo. Así, el análisis textual revela cómo el interés por los protagonistas colectivos y las historias múltiples y simultáneas se evidencia ya en La guerra carlista y cómo, desde un punto de vista estructural, las novelas esperpénticas siguen la brecha abierta por esa trilogía (búsqueda de la simultaneidad a partir de la alternancia de hilos narrativos paralelos), mientras La Media Noche, en consonancia con su condición de experimento fallido que el propio Valle reconoce en el prólogo, sería una variante sin consecuencias, una rama tronchada, lo que no disminuye el talante radicalmente innovador de ese intento de narración simultánea de los hechos a partir de la coincidencia de la historia y la narración.

Finalmente, y a falta de un estudio en profundidad que la misma autora reivindica, la coda que cierra el libro aporta una serie de interesantes sugerencias acerca de la relaciones estéticas y literarias entre Valle-Inclán y otros autores y movimientos contemporáneos, como Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, las vanguardias artísticas, el expresionismo o el cubismo.

De ese modo el libro resulta, no ya tan solo un estudio de las técnicas narrativas de Valle, sino incluso una puesta al día de algunas de las polémicas más interesantes que han rodeado esa parcela de la obra valleinclaniana. Un buen ejemplo, en definitiva, de esa renovada historia de la literatura que -como demandaba el profesor Mainer en un libro reeditado hace pocos meses- no renuncia a las herramientas que proporciona la crítica literaria y se plantea como "el examen diacrónico de objetos estructurales de investigación".

JUAN RODRÍGUEZ

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