Rosa de Llamas: Valle-Inclán y Mateo Morral en la revista Los Aliados
Jesús Mª Monge   (Taller d'Investigacions Valleinclanianes)



Los Aliados, n.º 2 (20 de julio de 1918)   Valle-Inclán, tras publicar Aromas de leyenda en 1907, escribió poesía de forma esporádica. Su interés por la lírica se reactiva al redactar La lámpara maravillosa, pues entre 1912 y 1916, al mismo tiempo que escribe su tratado estético, aparecen publicadas las primeras versiones de los poemas que formarán El pasajero, y, desde 1918 hasta finalizar la década, los poemas son de forma abrumadora los textos mayoritarios en sus publicaciones en prensa [1]. Alguno de estos textos publicados en periódicos y revistas son primeras versiones que, en ocasiones, resultan muy diferentes de las definitivas. Las variantes existentes tienen una significación mayor: nos revelan objetos y temas poéticos inapreciables en los textos finales, y, al mismo tiempo, aclaran sustancialmente aspectos ambiguos de éstos.

    El 20 de julio de 1918 aparece en el número 2 de la revista Los Aliados una primera versión de Rosa de Llamas. Se trata de un texto que difiere ligeramente del publicado en la primera edición de 1920, pero que marca grandes diferencias con la versión definitiva de Claves líricas en 1930. Confrontando todas las versiones, se advierten los profundos cambios que realizó Valle-Inclán, cambios que hacen pensar en dos poemas distintos y que muestran cómo, curiosamente, las primeras versiones (Los Aliados y 1920) se ajustan mucho más al título de Rosa de Llamas que la definitiva [2].

 
Rosa de Llamas
               por VALLE-INCLÁN

Claras lejanías...Dunas escampadas...
La luz y la sombra gladiando en el monte.
Tragedia divina de rojas espadas
Y alados mancebos, sobre el horizonte.

El camino blanco, el herrén barroso
La sombra lejana de uno que camina,
Y en medio del yermo, el perro rabioso,
Terrible el gañido de su sed canina

..¡No muerdan los canes de la duna ascética
La sombra sombría del que va sin bienes,
El alma en combate, la expresión frenética,
Y el ramo de venas saltante en las sienes!...

En mi senda estabas, mendigo escotero.
Con tu torbellino de acciones y ciencias:
Las rojas blasfemias por pan justiciero,
Y las utopías de nuevas conciencias.

¡Tú fuiste en mi vida una llamarada
Por tu negro verbo de Mateo Morral!
¡Por su dolor negro! ¡Por su alma enconada,
Que estalló en las ruedas del Carro Real!...

    En las dos primeras versiones (Los Aliados y 1920) el principal motivo poético es el anarquista catalán Mateo Morral (Sabadell 1880) y su atentado contra los reyes en el día de su boda, el 31 de mayo de 1906. Mateo Morral Roca era un anarquista de acción, partidario de la denominada propaganda por el hecho, es decir, el uso de la violencia terrorista como medio propagador de las ideas libertarias e instrumento de lucha contra el sistema capitalista. Los atentados anarquistas buscaban la conmoción general de la sociedad, la concienciación de las masas y la denuncia de las graves desigualdades sociales. Cualquier acontecimiento social en el que participaran las autoridades o las clases dirigentes, la aristocracia y el clero, eran ocasiones propicias para revelar la realidad social del proletariado y difundir las ideas anarquistas [3]. Los enlaces reales o las ceremonias religiosas eran situaciones inmejorables para ejecutar estos fines [4].
I. Mateo Morral y el atentado de la calle Mayor

    En este contexto extremista y propagandístico se sitúa el atentado de Mateo Morral. El 31 de mayo de 1906, poco después de las dos de la tarde, tras desposarse Alfonso XIII y la princesa inglesa Victoria Eugenia, y cuando el cortejo nupcial se dirigía por la calle Mayor hacia el Palacio Real, Mateo Morral arrojó desde el balcón del tercer piso del número 88 una bomba oculta en un ramo de flores. La bomba, del tipo Orsini, similar a la del Liceo de 1893, cayó un poco desviada de su objetivo al rebotar en una guirnalda de un balcón. Los reyes resultaron ilesos, pero la explosión provocó una masacre entre la multitud: hubo veintitrés muertos y alrededor de cien heridos entre las personas que vitoreaban a la pareja real [5]. Mateo Morral consiguió huir y se refugió en la redacción de El Motín, periódico anticlerical dirigido por el veterano republicano José Nakens, quien, parece ser, le censuró el daño causado y le facilitó la salida de Madrid [6]. El anarquista catalán se vistió con un mono de mecánico en la Ciudad Lineal y llegó hasta Torrejón de Ardoz al mediodía del 2 de junio, bajo un sol de justicia, dispuesto a coger el primer tren hacia Barcelona [7]. Antes de dirigirse a la estación, intentó ocultarse en una de las casas del pueblo, pero la presencia disuasoria de tres perros guardianes le hizo desistir [8]. Ya en la venta del pueblo, la venta de los Jaireces, mientras comía algo, su acento catalán, sus exquisitos modales - impropios de un mecánico - y unos dedos vendados de su mano derecha levantaron las sospechas del guarda jurado Fructuoso Vega, que le requirió la documentación y le rogó que lo acompañase al pueblo. En las afueras de la venta, Mateo Morral mató con un disparo al guarda. Seguidamente, atemorizado y conmovido por las consecuencias del atentado fallido, se suicidó con un tiro en el  pecho [9].

    El atentado en sí, sus consecuencias, y el final de Mateo Morral provocaron una gran conmoción en la opinión pública, pero especialmente entre los intelectuales y escritores modernistas, pues el libertario catalán, en su breve estancia en Madrid, acudió con frecuencia a las tertulias modernistas, hasta tal punto que, según cuenta Ramón Gómez de la Serna, la víspera del atentado estuvo presente en la horchatería de Candelas en la calle de Alcalá:
 

    Como una escapada a los cafés literarios, se iban a solazar [ los escritores modernistas] al café y horchatería de Candelas, que estaba en el edificio de La Equitativa, frente a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
    Era el primer café con ventiladores colgados del techo y estaba servido por morenas y opulentas mujeres (...)
    En esa horchatería cuenta Ricardo Baroja que vio al ácrata Mateo Morral y presenció una cuestión entre el que iba a atentar con una bomba corbeille contra los reyes de España el día de sus bodas, y días antes – otra paradoja muy española – iba a aquel café disuadidor de violencias, rico en horchata apagadora de fuego.

(Ramón Gómez de la Serna, Don Ramón María del Valle-Inclán, Col. Austral, Espasa-Calpe, Madrid, 1979, pp. 76-77)


    En efecto, en La Horchatería de Candelas en la calle de Alcalá se reúnen por aquel entonces los escritores y artistas modernistas del momento: Azorín, Ricardo Baroja, Valle-Inclán, Pío Baroja. De entre todos ellos [10], Pío Baroja es el que más recuerdos nos ha dejado sobre el libertario catalán y sus andanzas por Madrid. De hecho, el atentado de la calle Mayor y la posterior huida de Morral le inspiraron al escritor una novela, La dama errante (1908), de ahí que los recuerdos barojianos acerca de este hombre de acción sean muchos. Décadas después, en sus memorias redactadas en la postguerra, recordaba así a Mateo Morral y su paso por el local de la calle de Alcalá:
 

    El año 1906 fue el atentado de Mateo Morral en la calle Mayor contra los reyes. Este atentado nos produjo una impresión extraordinaria.
    Creo que también la produjo en Madrid y en España. Todo el mundo se preguntó qué objeto podía tener aquello.
    Por lo que nos dijeron, Mateo Morral, el autor del atentado, solía ir a la cervecería de la calle de Alcalá donde nos reuníamos por entonces varios escritores.
    Parece que le acompañaban Francisco Iribarne, un tal Ibarra, ex empleado del tranvía y luego tabernero, y un polaco Dutrem Semovich, viajante o corredor de un producto farmacéutico llamado la Lecitina Billón. Ibarra estuvo preso después del crimen.
    El polaco e Ibarra recuerdo que tuvieron una noche un gran altercado con el pintor Leandro Oroz, que dijo que los anarquistas dejaban de serlo en cuanto tenían cinco duros en el bolsillo.

( Pío Baroja, Desde la última vuelta del camino, Biblioteca Nueva, Madrid, 1949, p. 790 )
 

    La cervecería de la calle de Alcalá a la que alude Baroja y la horchatería de Candelas, indicada por Ramón Gómez de la Serna, parecen ser el mismo local en el que se produjo el altercado al que se refiere Pío Baroja, y que el creador de las greguerías relata en estos términos:
El diálogo entre el anarquista y un joven pintor un tanto impertinente fue, según Ricardo Baroja, el siguiente:
«- ¿Bah, bah! ¡Esos anarquistas! En cuanto tienen cinco duros dejan de serlo.
El catalán le miró como si fuera a comérselo.
-  Sepa usted- murmuró con voz ronca- que yo tengo más de cinco duros y soy anarquista.
 -¡Bueno! – Será usted una excepción.
 - No, señor; no soy ninguna excepción.
 - Pues yo conozco...
 - Usted no conoce nada.
 -¡Hombre, yo...!
 -Usted se calla si no quiere que le rompa la cabeza»
A los pocos días el pintor hermano de don Pío iba a ver el cadáver del regicida que se había suicidado en la huida de la Guardia Civil en campos de Torrejón de Ardoz.
(Ramón Gómez de la Serna, op.cit., p. 77)
    Este enfrentamiento verbal entre el anarquista catalán y el pintor Leandro Oroz es muy ilustrativo acerca de la personalidad y sobre todo de los orígenes familiares y sociales del regicida, pues Mateo Morral no era un violento anarquista más. Natural de Sabadell (Barcelona), era hijo de un empresario textil. Fue un estudiante muy brillante, muy dotado para el aprendizaje de idiomas: conocía perfectamente el francés y el inglés a los dieciséis años. Al finalizar sus estudios secundarios, y como mucho de los estudiantes burgueses de un cierto nivel económico en la época, marchó a Alemania, donde aprendió rápidamente el alemán y se licenció en ingeniería mecánica, pero también se impregnó del pensamiento de Nietzsche y del ideario anarquista, especialmente de la corriente neomalthusiana. A su vuelta en 1902, reactivó primero el maltrecho negocio familiar y luego viajó como representante comercial por toda España, pero las ideas libertarias ya habían calado hondo en él y se enfrentó con la familia, al mismo tiempo que adoctrinaba a los obreros de la fábrica de su propio padre, quien lo apartó de la empresa y la familia al poco tiempo [11].  Le dio diez mil pesetas para que se estableciera por su cuenta, pero Mateo, fiel a sus ideales, marchó a Barcelona, donde desempeñó el cargo de secretario de la Cooperativa anarquista barcelonesa [12], y al poco tiempo entró a trabajar como traductor  y encargado de la biblioteca de la Escuela Moderna de Francisco Ferrer Guardia.

    Por lo tanto, no era un obrero anarquista con una educación autodidacta, era un anarquista ilustrado de orígenes burgueses con una formación intelectual propia de la época, conocedor y partícipe de las nuevas ideas políticas y filosóficas finiseculares. Sostuvo económicamente la publicación de varios  semanarios anarquistas: El Trabajo de Sabadell, El Rebelde de Madrid [13].  Según la prensa de la época, su anarquismo era preferentemente neomalthusiano, es decir, negaba la procreación para que la sociedad careciera de obreros, de soldados y de criados [14].  Mateo tradujo y distribuyó entre el proletariado femenino de Sabadell varios folletos neomalthusianos [15], también editó obras como El manual del soldado [16], o el volumen titulado Pensamientos revolucionarios, donde proporcionaba detalles para la fabricación de explosivos, modo de utilizarlos, ocasión oportuna, etc. [17]. Además de sus actividades libertarias, también tenía inquietudes artísticas: poseía conocimientos sobre pintura [18] y colaboró en la representación de una obra teatral de Ignasi Iglesias, La Resclosa [19]. En definitiva, Mateo Morral era un joven intelectual con ideas radicales que se relacionaba con el incipiente modernismo artístico barcelonés [20]. Su perfil psicológico, descrito por la prensa en los días posteriores al atentado y suicidio, encaja perfectamente en el prototipo del joven intelectual finisecular, en permanente desacuerdo con la realidad burguesa:
 

Mateo Morral, al decir de los vecinos de Sabadell, no iba a los teatros, ni a las reuniones, ni a los bailes como los demás jóvenes, y tal hastío aparentaba sentir por las cosas del mundo que nadie se atrevía a creerle como era, sino que le suponían afectado de grave enfermedad. Como era delgado, pálido y demacrado y se mostraba siempre huraño y taciturno, muchos le creían tísico y le compadecían. 

(El Diluvio, Barcelona, 3 de junio de 1906)
Toda la prensa destaca su introvertida e iracunda personalidad, su carácter austero y extremadamente sobrio:
 
Mateo Morral tenía un temperamento linfático. Reconcentrado de espíritu, vivía hacia dentro. Era un contemplativo (...) Difícilmente se expansionaba; acaso nunca...Oía siempre con respeto, en silencio, ansioso de recoger impresiones o ideas, para elaborar su propio no exteriorizado pensamiento (...) Era sobrio, más que sobrio: no comía. Se alimentaba con dos cuartillos de leche diarios [21].
    Precisamente su extrema sobriedad hizo que se desarrollara en él un odio absoluto hacia toda ostentación y lujo social, que, para el anarquista catalán, provenían de la explotación e ignorancia que padecía el pueblo. En este contexto, todo el boato que acompañaba a la boda de los reyes era algo execrable y, por lo tanto, un motivo perfecto para cometer una acción violenta propagandística [22].

    Por su formación intelectual, sus inquietudes ideológicas y artísticas, no es de extrañar su presencia en el ambiente cultural madrileño de 1906 y su interés por las tertulias intelectuales de los cafés. Algunos de los escritores modernistas compartieron mesa y tertulia con Mateo Morral, de ahí el gran impacto que en todos ellos causó el atentado, su autoría y la curiosidad por comprobar y reconocer quién era el ácrata catalán capaz de semejante acción. Ésa es la causa por la que los hermanos Baroja y el propio Valle-Inclán acuden a ver el cadáver de Mateo Morral a la cripta del Hospital del Buen Suceso [23]. Baroja, en el prólogo a La dama errante (1908), proporciona detalles más concretos:
 

   Yo no creo que hablé nunca con Morral (sic). El hombre era oscuro y silencioso; formaba parte del corro de oyentes que, todavía hace años, tenían las mesas de los cafés donde charlaban los literatos.
  (...).
    Después de cometido el atentado y encontrado a Morral muerto cerca de Torrejón de Ardoz, quise ir al hospital del Buen Suceso a ver su cadáver; pero no me dejaron pasar.
    En cambio, mi hermano Ricardo pasó e hizo un dibujo y luego un aguafuerte del anarquista en la cripta del Buen Suceso.
    Mi hermano se había acercado al médico militar que estaba de guardia a solicitar el paso, y le vio leyendo una novela mía, también de anarquistas,  Aurora Roja. Hablaron los dos con este motivo, y el médico le acompañó a ver a Mateo Morral muerto [24].
 Años más tarde, en 1924, Valle-Inclán, en el prólogo a la novela de Ricardo Baroja, El pedigree, hace constar su presencia aquel día en la cripta del Buen Suceso:
 
  ¡Grotescas horas españolas en que todo suena a moneda fullera! Todos los valores tienen hoja – la Historia, la Política, las Armas, las Academias -.Nunca había sido tan mercantilista la que entonces comenzó a llamarse Gran Prensa – G.P.- . ¡Maleante sugestión tiene el anagrama!. En aquellas ramplonas postrimerías, trabé conocimiento con Ricardo Baroja. Treinta años hace que somos amigos. Juntos y fraternos, conversando todas las noches en el rincón de un café, hemos pasado de jóvenes a viejos. Juntos y diletantes asistimos al barnizaje de las exposiciones y a los teatros, a las revueltas populares y a las verbenas: Par a par, hemos sido mirones en bodas reales y fusilamientos. Mateo Morral, pasajero hacia su fin, estuvo en nuestra tertulia la última noche. Le conocimos juntos, y juntos fuimos a verle muerto. Ricardo Baroja hizo entonces una bella aguafuerte: Yo guardo la primera prueba. Ajenos a la vida española, sin una sola atadura por donde recibir provecho, hemos visto con una mirada de buen humor treinta años de Historia. [25]

(Ramón del Valle-Inclán, Varia. Artículos, Cuentos, Poesía y Teatro. Edición de Joaquín del Valle-Inclán, Col. Austral, Espasa Calpe, Madrid, 1998, pp. 450-51).

 

II. La revista Los Aliados

    Pero Valle-Inclán seis años antes ya había evocado poéticamente la figura de Morral en el número 2 de Los Aliados. La revista Los Aliados, en la que Valle publica la primera versión de Rosa de Llamas, es una de las muchas publicaciones surgidas en España al calor de la polémica entre aliadófilos y germanófilos. La publicación parece estar financiada por las embajadas de los países aliados, y en concreto, dado el carácter de la publicidad que inserta, por la embajada británica. Esta circunstancia fue algo frecuente durante el conflicto bélico debido a dos factores: los problemas económicos derivados de la guerra - como la carestía del papel y el alto coste de las corresponsalías - y la aparición de los servicios de propaganda de los países beligerantes [26]. Los Aliados, por lo tanto, fue un semanario propio de este periodo. Aunque este artículo no es el lugar apropiado para profundizar en los contenidos de la revista, presento un breve esbozo de la misma y me centro en las afinidades de Valle-Inclán con la línea editorial de la publicación.

    Los Aliados tuvo una vida efímera, 21 números (del 13 de julio al 30 de noviembre de 1918), pues sólo se publicó mientras fue un instrumento eficaz para la causa aliada. Una vez que los Imperios Centrales se derrumbaron, la revista desapareció, porque ya había cumplido su función. El semanario ve la luz el 13 de julio de 1918, en un momento crucial de la guerra. Su director gerente es Carlos Micó, periodista discípulo de Manuel Bueno y miembro de la Sociedad Teosófica, rama de Madrid. Sus redactores jefes son Antonio de Lezama y Felipe Sassone. De formato superior al folio, propio de las revistas de la época, presenta como diseño de cabecera la unión de dos símbolos sobre los que destaca el título de la publicación: la Victoria de Samotracia y uno de los arcos de la catedral de Reims. El mensaje simbólico es diáfano y explícito: la lucha de la civilización clásica contra la barbarie:
 

El arco de la catedral de Reims, apagándose en la Victoria de Samotracia, quiere dar a entender que Francia es la heredera de los imperecederos prestigios de la luz espiritual que alumbró en el mar Jónico la noble civilización, por cuya supervivencia luchan los aliados.
 
 («Nuestra portada», Los Aliados, nº 1, p. 10)


Los Aliados, n.º 1 (13 de julio de 1918)    Debajo de la cabecera aparece una extensa nómina de colaboradores y dibujantes, hasta un total de cuarenta y siete firmas. Muchos de los citados no escribirán en la revista ni una sola línea, simplemente accedieron a que se utilizase su nombre y su prestigio en favor de la causa aliada o bien para recibir unos ingresos económicos a cuenta de la embajada correspondiente [27].

    En la larga lista se encuentran los nombres de Gabriel Alomar, Luis Araquistáin, Manuel Hilario Ayuso, Jaime Brosa, Manuel Bueno, Julio Camba, Roberto Castrovido, Mariano de Cavia, Marcelino Domingo, Gómez Baquero, Alejandro Lerroux, Maeztu, Antonio Machado, Manuel Machado, Adolfo Marsillach, Ramón Menéndez Pidal, José Ortega y Gasset, Luis de Oteyza, Ramón Pérez de Ayala, Benito Pérez Galdós, Ángel Samblancat, Luis de Tapia, Miguel de Unamuno y Ramón del Valle-Inclán, entre los más reseñables. Gómez Baquero y Antonio Machado, pese a su presencia en la lista de colaboradores, no escribieron nada en Los Aliados. Ortega y Gasset protestó su inclusión en la nómina mediante una carta al director [28]. Pérez de Ayala realizó dos colaboraciones. Manuel Machado, Maeztu y Valle-Inclán una cada uno. De todos los firmantes, Manuel Bueno es el más prolífico - prácticamente sale a artículo por número - junto al director, Carlos Micó, Ángel Samblancat, Unamuno y Antonio de Lezama. Hay, sin embargo, otros colaboradores que, pese a no aparecer en el listado inicial, llevarán el peso de la revista: Carlos Lickeffet, Julio Huniades o Andrés González Blanco. La nómina de colaboradores desaparece de la revista en el cuarto número.
 

    El primer número de la revista presenta un artículo de Unamuno, «España protegida», y la declaración de propósitos de la redacción, «Nuestros fines». En ese editorial de la revista se vislumbran los problemas políticos y sociales de la España de 1918: se ataca frontalmente a la censura gubernamental impuesta una semana antes, el 8 de julio, sobre las noticias relacionadas con la guerra, y se rechaza de plano la «falsa» neutralidad declarada por el gobierno. La publicación destaca desde el principio las atrocidades cometidas por las tropas alemanas - violaciones, asesinatos, fusilamientos, bombardeos de ciudades - y se despacha a gusto contra significados germanófilos como Vázquez de Mella, Armando Guerra, Jacinto Benavente, Muñoz Seca y Pío Baroja.

    El discurso ideológico de Los Aliados es claramente propagandístico: Francia, el país aliado que más sufre los embates de la guerra, se convierte en el símbolo de la civilización y del espíritu latino, valores supremos en peligro por la agresión de la barbarie germánica. No se trata simplemente de un conflicto bélico entre varios países, sino del enfrentamiento entre dos espíritus, entre dos modelos de civilización: la latina, heredera de la tradición histórica, y la germánica, instigadora de la guerra y la destrucción:
 

   Todo hombre de alguna espiritualidad que conservase en su conciencia un atisbo de sentido ético, con fe en las ideas y en el valor espiritual de esos grandes principios que se llaman Justicia y Verdad, no debía dudar, no podía vacilar ni un solo momento ante las perspectivas finales de la guerra. Los pueblos aliados tenían fatalmente que vencer; su derrota equivaldría a despedazar la Historia. Sólo admitiendo la bancarrota, la quiebra total de la ideología griega, latina y cristiana – Catolicismo, Renacimiento, Reforma, Revolución –  podría creerse en la victoria de los Imperios centrales.(...) La lucha militar es hoy un duelo a muerte entre dos interpretaciones de la vida que se contradicen esencialmente, que se excluyen.
 
(Augusto Barcia, «Francia, guía espiritual del Mundo», Los Aliados, nº 13, p. 7)

 

   El alma latina, vibrante y apasionada, cálida y varonil, ha surgido entre torbellinos de fuego grande y pura.
    El alma latina no puede morir, no debe morir: es inmortal, es eterna, es imperecedera.
    El alma latina, hecha de luz y de fuego, es aurora siempre, nunca ocaso: es amanecer, jamás crepúsculo.
    (...) La civilización latina tiene muchas bellas palabras que decir al Mundo expectante, muchas batallas que librar por que las armas caigan de las manos en las ásperas luchas, por que no haya armas... La civilización latina cumplirá su misión porque es joven, y es fuerte, y es bella...
 

( Víctor Gabirondo, «Los Poemas de la Gran Epopeya», Los Aliados, nº 10, p. 2)
    Valle-Inclán sintonizaba plenamente con este planteamiento de la Gran Guerra. En La media noche (1917) y en la menos conocida En la luz del día (publicada en prensa al principio de 1917) se expresa en términos semejantes:
 
Desde los bosques montañeros de la región alsaciana, hasta la costa brava del mar norteño, se acechan dos ejércitos agazapados en los fosos de su atrincheramiento, donde hiede a muerto como en la jaula de las hienas. El francés, hijo de la loba latina, y el bárbaro germano, espurio de toda tradición, están otra vez en guerra.
 
(Ramón del Valle-Inclán, La Media Noche, Ed.Espasa-Calpe, (Austral, 302), Madrid, 1978, p.105.)
EL ABATE BAUDIN

Alemania es un pueblo que nace: Tiene la furia vital, la furia erótica, la furia de destruir y crear de todas las juventudes. Camina ciega, llena de la idea del futuro, ciega de instintos, sin saber del pasado porque su pasado es de tinieblas. Alemania representa el día de la ira.
 

(Ramón del Valle-Inclán, En la Luz del día, Ibidem, p. 173)
    Esta aliadofilia se sustenta y se conjuga en Los Aliados con la teosofía, es decir, se realiza una interpretación teosófica del conflicto bélico, donde los aliados encarnan las fuerzas del bien y de la civilización frente a los imperios centrales, símbolos del mal y de la barbarie. En esta línea discursiva, los Estados Unidos, por su irrupción en la guerra y, en especial, la figura de su presidente, Wilson, considerado como un nuevo Cristo por su idea de la Sociedad de las Naciones, aparecen en todo momento como redentores de la humanidad y catalizadores del progreso espiritual. La acción decisiva de los Estados Unidos y, para unos pocos colaboradores, el triunfo del socialismo, son valorados como hechos históricos sin precedentes, que inauguran una nueva era en la historia de la humanidad. Teósofos insignes como Sinnet [29] y Mario Roso de Luna [30], o menos conocidos como el propio director Carlos Micó, Luis Vázquez , Manuel Treviño y Julio Huniades defienden estas interpretaciones en las páginas de la publicación:
 
  Ningún suceso humano, por transcendental que sea, señala un nuevo período de tiempo más que las religiones. En vano fue que los revolucionarios franceses del año 93 quisieran comenzar una nueva era: la cristiana no había terminado todavía. Y es que cada religión no sólo abre un nuevo período en el Mundo, sino que señala también la aparición de una nueva raza, fenómeno que se está realizando ahora en los Estados Unidos y en Australia.
    (...) Esta filosofía de la Fraternidad y del Amor hará aparecer el nuevo régimen que ansía el Socialismo, salvo algunas modificaciones; el genio que aparezca en el Mundo encauzará las actividades humanas cuando la Sociedad esté preparada para sufrir esta transformación, pues hay problemas que sólo están reservados a los superhombres, y, entonces, los humanos recordarán con horror la presente Edad Negra, en que el Imperialismo quiso detener la sublime y eterna ley del Progreso.
(Luis Vázquez, « La Nueva Era», Los Aliados, n.º 7, p 7.)

 
     Comparable únicamente con el verbo refulgente de los fundadores religiosos, tiene la palabra de Wilson tal fuerza creadora, que vibra por el Mundo alumbrando la nueva Humanidad: mística, sensible, cálida, fluye de su armonioso ritmo interior un sentido profundamente humano que jamás alcanzó el disimulado lenguaje político.
(...) La palabra de Wilson va a hundir en el pasado los dos grandes azotes de la Humanidad: el Militarismo y la Diplomacia.
 
(Antonio Dubois, « La palabra creadora de Wilson», Los Aliados, n.º 19, p. 2.)

 
     Precisa confesarlo: al fin regresó entre nosotros. Después de veinte siglos, vuelve el Redentor, aleccionado por la dura experiencia sufrida, no a predicarnos sus bellas doctrinas, únicas que pueden hacer posible la convivencia de los hombres y diferenciarnos definitivamente de las bestias, las que enseñan que, sólo por el amor y la bondad, engendrando la paz, por el respeto y la confianza recíproca, no es la violencia la que en última instancia resuelve las cuestiones, sino el Derecho y la Justicia.
 
(Castor Villasuso, «Cristo (... Wilson )», Los Aliados, n.º 21, p. 5.)

 
   Esta interpretación de la Gran Guerra fue habitual entre los teósofos y sus simpatizantes durante aquellos años [31].  El propio Valle-Inclán en la entrevista concedida a Rivas Cherif en la revista España se manifiesta en parecidos términos: su visión cosmográfica, la teoría solar de las civilizaciones, que conllevaba un renacimiento espiritual en los Estados Unidos y en el Pacífico, es afín a la propugnada por los teósofos de Los Aliados:
(...) Inglaterra perecerá como perecieron los imperios de Grecia y Roma y España, porque una vez conseguido el fin para que vivieron, su materia muere y queda el perfume imperecedero e imborrable de su espíritu. Inglaterra perecerá; pero nunca a manos de Alemania, sino fatalmente a manos de los Estados Unidos de América, que están en la ruta del sol. Y una nueva aurora se encenderá en el Japón al ocaso del sol americano, y entretanto florecerá la civilización del mar Pacífico, y Panamá será el ombligo del mundo y el camino de la India, es decir, el retorno a la quietud donde se engendra el movimiento.(...) En los Estados Unidos se advierten los signos vitales de la nueva era con los mismos caracteres que dieron lugar al Renacimiento italiano.(...) El Renacimiento de la filosofía de Zoroastro, y un puro cristianismo que lleva a la filosofía, son el camino de la India, para el que izan las velas y encienden las calderas las escuadras americanas. La preocupación religiosa de los Estados Unidos, que no saben ver los que tienen ojos y son ciegos, esa preocupación religiosa, es indicio de la nueva civilización pacífica que se abre en esta hora solemne con el canal de Panamá.

(...) Debiéramos haber entrado en guerra contra Alemania. Se nos ofrecía por los aliados una compensación en el Mediterráneo oriental; hubiera sido continuar nuestra historia y algo más que un eco sonoro el grito de Lepanto, tan repetidamente profanado por Vázquez de Mella, pongo por orador. Pero los políticos españoles no saben a punto fijo hacia donde cae Constantinopla.

Visión cosmográfica de la Gran Guerra» España, 11 de mayo de 1916, en Dru Dougherty, Un Valle-Inclán olvidado: entrevistas y conferencias., Espiral/Fundamentos, 1982, pp. 78-82 )
 
 

III. Rosa de Llamas: las tres versiones.

    Así es a grandes rasgos la publicación aliadófila y pseudoteosófica donde Valle-Inclán publica, en el n.º 2, su primera versión de Rosa de Llamas. Se trata de su única colaboración en la revista. No deja de ser paradójico, pero muy propio de Valle-Inclán, que publique un poema, dedicado a un ácrata terrorista, en una publicación aliadófila defensora del modelo social capitalista contra el que luchaba ciegamente Mateo Morral. Paradoja o boutade valleinclaniana que adquiere mayores dimensiones al contemplar la posterior evolución ideológica (hacia el conservadurismo) de los rectores de Los Aliados.

    El poema, que tiene como objeto poético al anarquista catalán, encabezará dos años después, como Clave I, nada menos que todo un poemario de carácter esotérico y gnóstico: El pasajero. E incluso el tercer cuarteto se publicará como lema o cita debajo del título del poemario en la edición de 1920. No se trata en absoluto de ninguna incoherencia. El anarquismo y el ocultismo, y todas las filosofías heterodoxas que de él derivan, tienen concomitancias propias, surgen en la misma época, a finales del siglo XIX, y buscan básicamente, aunque en esferas diferentes, los mismos fines: una liberación de la conciencia del ser humano. Representan, como el verso de Valle indica, «utopías de nuevas conciencias». La prensa de 1906 calificó a Morral de místico y no hay que olvidar que Valle-Inclán presenta, en Baza de espadas, la recreación literaria de dos anarquistas históricos: Fermín Salvoechea y Miguel Bakunin. Este último considera en la citada novela que los masones y ocultistas españoles son «revolucionarios, sacerdotes de un mismo ideal» [32].  En este sentido, es necesario recordar el diálogo de la escena VI de Luces de Bohemia entre Max Estrella y el anarquista catalán, cuyo nombre también es Mateo, como homenaje a Morral y a todos los anarquistas asesinados por la aplicación de la ley de fugas. En dicha escena el lenguaje revolucionario y el religioso van a la par,y así, por ejemplo, la revolución es calificada como «la religión nueva».

    El poema de Los Aliados es una composición de serventesios dodecasílabos donde se presenta al ácrata catalán en el momento de la huida, tras cometer el atentado, vagando por los caminos y los campos de las afueras de Madrid, poco antes de su último homicidio y posterior suicidio, por lo que el espacio poético presiente, refleja a modo de espejo, la turbación interior del anarquista, la emoción y el misterio de la tragedia que va a suceder.
 

    La versión de Los Aliados presenta mínimas variantes con la primera edición de 1920 [33], pero muchas más con la definitiva de 1930.  El poema en sus dos versiones iniciales tiene una significación social e histórica muy clara y un referente anarquista muy concreto; de hecho el título, Rosa de Llamas, y algunas de las metáforas existentes, «Y el ramo de venas saltante en la sienes», que contiene todo su «dolor negro» y que acabó estallando «en las ruedas del Carro Real», son mucho más inteligibles que en la edición definitiva de Claves líricas. Otra variante textual significativa entre las dos primeras versiones se da en el penúltimo serventesio. Inicialmente Mateo Morral es calificado como «mendigo escotero» (v. 13), pero Valle-Inclán rectificó en 1920, quizás informado de los orígenes pudientes del ácrata, con una metáfora y un oxímoron muy acertados «lóbrego lucero», que desaparecerá en la edición de 1930.
    Amén de las diferencias poco significativas en la puntuación y en la ortografía [34], lo más destacable son los matices en la consideración de los hechos. En la versión de Los Aliados se vislumbra una «Tragedia divina» (v. 3), en 1920 recibe la calificación de «Mística tragedia», para en la edición definitiva convertirse en «Mítica tragedia». En todo caso, el resultado final es el mismo: Mateo Morral a los ojos de Valle-Inclán adquiere categoría de héroe trágico que se enfrenta a su destino ya establecido. Su dolor negro, su fatalidad están a la altura de su persona. No en vano, Valle-Inclán en 1924 lo apostilla como «pasajero hacia su fin» [35]. Pero en 1930, con el cambio en el último serventesio, que alude directamente al atentado de la calle Mayor, y, en su lugar, repetirse el primero, el poema adquiere una dimensión mayor, un carácter más universal, pues su significación es aplicable a todos los seres humanos que, conocedores de su fin, de paso por la Tierra, luchan por cambiar su destino y la realidad circundante. Esta amplificación del significado se produce con la supresión de las referencias históricas y personales, de todo lo concreto, así «Las rojas blasfemias» (v. 15) se convierten en «torvas blasfemias» en 1930; y con la introducción de más símbolos, de esta forma «El camino blanco, el herrén barroso» (v. 5) por donde camina el anarquista hacia su fin, se convierte en la edición definitiva en «La culebra de un sendero tenebroso», en el que la serpiente es una imagen y metáfora teosófica de la vida. A su vez, el encuentro de Mateo Morral con varios perros guardianes en Torrejón, narrado en algunos periódicos de 1906, se convierte en una imagen alegórica del individuo que se enfrenta ante su destino. En definitiva, las variantes introducidas en esta edición, última en vida del autor, encuadran mucho mejor el poema en el carácter esotérico y gnóstico de la totalidad de El pasajero.

    Estas variantes son fundamentales, ya que en las dos primeras versiones la voz del yo poético se mostraba mucho más próxima a la figura del anarquista:

En mi senda estabas, mendigo escotero,
Con tu torbellino de acciones y ciencias:
Las rojas blasfemias por pan justiciero,
Y las utopías de nuevas conciencias.

¡Tú fuiste en mi vida una llamarada
Por tu negro verbo de Mateo Morral!
¡Por su dolor negro! ¡Por su alma enconada,
Que estalló en las ruedas del Carro Real!...
 

    Sin duda,  las dos versiones iniciales contienen mayor emotividad. Para Valle-Inclán,  la vida y muerte del  libertario catalán, su determinación por una causa perdida de antemano, su denuncia de las desigualdades sociales y su trágico destino constituyeron toda una revelación: «¡Tú fuiste en mi vida una llamarada». Es más, el encuentro y trato con Mateo Morral la víspera del atentado en la cervecería de la calle de Alcalá no es considerado por Valle-Inclán como algo casual: «En mi senda estabas, lóbrego lucero» [36]. Para el autor gallego significó una revelación del destino, una coincidencia con un sentido oculto y esotérico, que marcó y modificó su conciencia. Valle-Inclán, en el verano de 1918, parece aplicar con Mateo Morral aquella máxima que ya se encuentra en sus notas a la Exposición de Bellas Artes de 1908 y que constituye uno de los pilares fundamentales de la La lámpara maravillosa:
     Yo confieso que jamás he podido convenir en que la verdad sea una para el vulgo y para el artista. El artista ha de descubrir en todas las cosas una condición esotérica, para la cual los ojos del vulgo serán como ojos ciegos.

(Ramón del Valle-Inclán,  «Divagaciones», Notas de la exposición de Bellas Artes de 1908, en Colaboraciones Periodísticas, Círculo de Lectores, Barcelona, 1992, p. 115.)
 

Pero, ¿por qué, doce años después de ocurridos los hechos, Valle-Inclán evoca y recuerda la figura del regicida en estos términos? Razones estéticas y sociohistóricas lo explican. La estética del autor gallego se fundamenta en el recuerdo, y ese recuerdo es estético y selectivo, porque de Mateo Morral Valle recupera del pasado, para actualizarlo en su presente, no la masacre del atentado, sino la determinación, la tragedia individual del anarquista, los momentos previos a su suicidio:
 
Para ser perpetuada por el arte no es la verdad aquello que un momento está ante la vista, sino lo que perdura en el recuerdo. Yo suelo expresar en una frase esta concepto estético, que conviene por igual a la pintura y a la literatura:

Nada es como es, sino como se recuerda.

(Ramón del Valle- Inclán,  «Un pintor»,  Ibidem, Círculo de Lectores, Barcelona, 1992, p.108)
    Y sin duda, Mateo Morral es recordado por Valle-Inclán en 1918 por su integridad ética y su compromiso social. Esta evocación literaria se produce en un momento histórico en el que las desigualdades y carencias de la sociedad española habían aumentado: el sistema de turno de partidos, vigente desde la Restauración, agonizaba desde el estallido de la Gran Guerra, las desigualdades sociales se habían acentuado, las reivindicaciones del proletariado español habían cristalizado en la huelga general de agosto de 1917, y, como colofón, la revolución rusa había conmocionado a todo el mundo a partir de octubre del mismo año. Se habían producido los suficientes cambios sociales como para rememorar la figura de un anarquista, terrorista en 1906 pero que se recordaba en 1918 como un precursor.
    En lo que respecta al movimiento anarquista, 1918 supone un hito histórico, ya que, por primera vez en su historia, el anarcosindicalismo español consigue organizarse y sentar las bases de su posterior expansión. Entre el 28 de junio y el 1 de julio de 1918 se celebró el «Primer Congreso Sindicalista Español» en el Ateneo racionalista de Sants (Barcelona) [37]. El llamado «Congreso de Sants» impulsará  la unidad anarquista, la organización de las huelgas y, en suma, la supremacía de la Confederación Nacional del Trabajo (C.N.T.) durante el lustro siguiente. La primera versión de Rosa de Llamas se publica en Los Aliados el 20 de julio de 1918, cuando todavía no se habían apagado los ecos de este primer congreso libertario. A Valle-Inclán, siempre a contracorriente,  ya no le interesaba el final de la Gran Guerra, sino la problemática social de España [38].
    Volviendo al poema en sí, a su estructura compositiva y a las variantes existentes en todas las versiones, hay que destacar que el anarquista es recordado en Los Aliados principalmente por su expresión, «La sombra sombría del que va sin bienes,/el alma en combate, la expresión frenética,/Y el ramo de venas saltante en las sienes!» (v. 10-12). Después se alude a su pensamiento «Con tu torbellino de acciones y ciencias:/Las rojas blasfemias por pan justiciero,/Y las utopías de nuevas conciencias» (v. 14-16), para finalmente asignarle un color trágico y propiamente ácrata a la vez, «Por tu negro verbo de Mateo Morral! ¡Por su dolor negro!¡Por su alma enconada» (v. 22-23).  Pero las variantes textuales más importantes son las referidas a la luz; mientras que en los primeros textos domina la claridad, «Claras lejanías.../El camino blanco», en la versión definitiva (1930) desaparece, y el claroscuro del atardecer, que abre y cierra el poema confiriéndole circularidad, señala el final apocalíptico de una vida, la de Mateo Morral, «pasajero hacia su fin»:
Ráfagas de ocaso, dunas escampadas,
La luz y la sombra gladiando en el monte:
Mítica tragedia de rojas espadas
y alados mancebos sobre el horizonte.
Con lo que la composición global del poema, su propio diseño interno, se ajusta como anillo al dedo al proceso de evocación estética que Valle-Inclán había descrito hacia 1908:
(...) Y en este proceso de la evocación – como en aquel otro del olvido – es igual para todos el camino que la memoria recorre, aun cuando la intensidad varíe en cada individuo: Se recuerda primero la expresión, después la característica de la línea, y por último, el color, ya casi como accidente. Pero lo que jamás se define en el recuerdo es la luz y el claro- oscuro: El recuerdo es una suma de diferentes momentos, y el claro- oscuro y la luz la impresión de sólo un momento, tan efímera, que cambia siempre que nosotros nos movemos o se mueve aquel a quien contemplamos.
(Ramón del  Valle-Inclán, «Del retrato», Ibidem, p. 124-25.)
Y es que el Marqués de Bradomín tenía toda la razón cuando, en la escena decimocuarta de Luces de Bohemia, después de asistir al entierro de Max Estrella, conversando con Rubén Darío acerca del proceso de creación poética afirma en estos términos:
EL MARQUÉS

¿Son versos, Rubén? ¿Quiere usted leérmelos?

RUBÉN

Cuando los haya depurado. Todavía son un monstruo

EL MARQUÉS

Querido Rubén, los versos debieran publicarse con todo su proceso, desde lo que usted llama monstruo hasta la manera definitiva. Tendrían entonces un valor como las pruebas de aguafuerte. ¿Pero usted no quiere leérmelos? 

(Ramón del  Valle-Inclán, Luces de Bohemia, Espasa-Calpe (Austral A1), Madrid, 1997, p.192 )

Valga, pues, esta primera versión de Rosa de Llamas, este monstruo poético recuperado de Los Aliados como una prueba de aguafuerte, para conocer mucho mejor el origen y el proceso de creación poética de Valle-Inclán.

 
                                                                         © Jesús Mª Monge López
                                                                             abril 1999 - enero 2000

 
 
NOTAS

1. Vid. al respecto, Javier Serrano Alonso, Bibliografía General de Ramón del Valle-Inclán, Universidad de Santiago, 1995, pp. 73-83

2. Reproduzco el texto de Los Aliados con una única corrección ortográfica: herrén (v. 5) aparece sin acentuar. La primera edición en volumen de Rosa de Llamas aparece en 1920: El Pasajero, Tipografía Yagües, Madrid, 1920. La segunda edición está incluida dentro de Claves líricas, Cía Iberoamericana de Publicaciones, S.A., Imp. Rivadeneyra, Madrid, 1930, Opera Omnia IX

3. La propaganda por el hecho alcanza su máximo apogeo en Barcelona en el periodo comprendido entre 1893 y 1897, desde el atentado de Pallás contra Martínez Campos en la festividad de la Merçè de 1893, pasando por la bomba del Liceo de noviembre del mismo año, el atentado de la procesión del Corpus de 1896 hasta el asesinato de Cánovas del Castillo realizado por el anarquista italiano Angiolillo en agosto de 1897. Para detalles más concretos vid. R. Núñez  Florencio, El terrorismo anarquista 1888-1909, Siglo veintiuno editores, Madrid, 1983.

4. Así sucedió con la boda entre la princesa de Asturias y Carlos de Borbón en febrero de 1901; los funerales en Barcelona por la muerte de Isabel II en 1904, ocasión aprovechada por el anarquista Joaquim Miquel Artal para atentar contra Antonio Maura; o el atentado contra Alfonso XIII en París en 1905.

5. La descripción más extensa del atentado, con fotos incluidas de la explosión y sus efectos, se encuentra en el ABC del 1 de junio de 1906. Así mismo, El Imparcial de esa mismo día trata la noticia en portada a cinco columnas.

6. Hay abundante bibliografía sobre el atentado de Morral. Para la descripción del atentado sigo a R. Núñez  Florencio, op. cit., pp. 72-75  y los relatos de la prensa de la época.

7. Según cuenta El Diluvio ( 4 de junio de 1906).

8.- Información aparecida en El Imparcial ( 7 de junio de 1906) en estos términos:

    El día 2 del actual, antes de presentarse Morral en la estación de Torrejón efectuó grandes esfuerzos para entrar en la casa que en dicho pueblo tiene el abogado de Madrid D. José Mª Ortiz y Olmedo.
    A este fin habló con Sebastián Cruzado, sirviente del Sr. Ortiz, manifestándole que estaba muy cansado y ofreciéndole dinero para que lo dejara reposar dentro del edificio. El criado, para eludir el compromiso, dijo a Morral que había en la casa tres perros ferocísimos  que, si se soltaban, podrían dar cuenta del forastero.
9. El suicidio de Morral dejó muchos interrogantes abiertos acerca de los preparativos del atentado y  la autoría  individual, así como su posterior muerte en Torrejón de Ardoz. Algunos historiadores (Eduardo Comín Colomer, Historia del anarquismo español (1836-1948), Editorial R.A.D.A.R., S.L., Madrid, 195?) creen que Mateo Morral cometió el atentado para demostrar su valor a Soledad Villafranca, la mujer de Francisco Ferrer, de la que supuestamente estaba enamorado. Otros opinan (R. Núñez Florencio), que éste y similares atentados fueron planeados por Ferrer y Lerroux, y que la supuesta pasión de Mateo por Soledad Villafranca sirvió de coartada a  F. Ferrer para desvincularse del hecho.  En todo caso, la controversia en su momento sobre este extremo fue grande. Al mismo tiempo, parece ser que Morral contó con colaboradores en  la ejecución del atentado,  y que en los días previos no estuvo solo en Madrid, pues la revista Nuevo Mundo del 21 de junio de 1906 se hace eco del testimonio de un testigo (un oficial militar, el Sr. V. García Ruipérez) que en la tarde del 26 de mayo de 1906 vio cómo dos individuos sospechosos realizaban una  inscripción  en uno de los árboles del Retiro. Uno de estos hombres fue reconocido, con posterioridad al atentado, como el anarquista Morrals. La inscripción fotografiada en las páginas de huecograbado de la revista reza así: Ejecutado será Alfonso XIII el día de su enlace. Dinamita. Un irredento.

10. Además de Valle-Inclán, Pío Baroja y Ramón Gómez de la Serna, Ramón Pérez de Ayala en su novela Troteras y Danzaderas recordará, a través del personaje de Santonja, el atentado de Morral y la exposición pública de su cadáver.

11. Según las declaraciones de su padre a El Liberal (ed. Barcelona) del 3 de junio de 1906:

Mi hijo Mateo murió el día 3 de enero para mí, y no sé, no quiero saber nada de cuanto pueda referirse a ese sujeto que lleva aún sus nombres. Ignoro lo que haya podido hacer, dónde ha estado desde el día que le arrojé de mi casa para nunca jamás permitirle otra vez la entrada
12. Según Eduardo Comín Colomer, Op. cit., p. 117 y 120 , fueron veinticinco mil ptas.

13.- «Mateo Morral estuvo en Madrid hará cosa de un par de años. Su primera visita fue para la redacción  de  El Rebelde, cosa muy lógica, puesto que todo anarquista, al llegar a una ciudad cualquiera, lo primero que procura es ponerse en relación  con sus compañeros, valiéndose a este fin de los periódicos de la Idea. Morral venía a Madrid por asuntos comerciales.» (El País,.4 de junio de 1906)

14.-  El Diario Universal del 4 de junio de 1906 en un artículo titulado «Mateo Morral místico» habla de su anarquismo en estos términos:

Los nuevos anarquistas se llamaron neomalthusianos, y su concepción doctrinal se compuso de una mezcla de anarquismo naturista (vida natural), y de aquel principio malthusiano que niega que en el banquete de la vida haya plato para todo el mundo. Mateo Morral se declaró acérrimo defensor de las novísimas ideas dentro de las modernas teorías (...) se afilió en seguida al neomalthuasianismo anarquista. Le llevaron a él la parte de negación que tiene de la vida, lo escaso que de ella era el joven ingeniero, su carácter solitario y místico, su desafecto por las pasiones y las mujeres, su degeneración física, etc.
15. Tradujo el folleto Generación voluntaria, del doctor Paul Robin,  según G. Laiglesia y García, Caracteres del anarquismo en la actualidad, G. Gili, Barcelona, 1907.

16.   Según el citado artículo de El Diario Universal.

17.  Los pensamientos revolucionarios pertenecían al exministro de la República Estévanez,  Mateo Morral añadió el manual y uso de explosivos. El libro, editado por la Escuela Moderna, fue retirado de la circulación rápidamente, según cuenta La Tribuna el 5 de junio de 1906.

18. Según relata El País del 4 de junio de 1906.

19. Con la agrupación dramática Ibsen de Sabadell. Este grupo teatral lo había fundado y lo dirigía un amigo de Morral, Alban Rosell, quien era profesor de la Escuela Moderna de Ferrer, según recoge Lily Litvak, Musa libertaria. Arte, literatura y vida cultural del anarquismo español (1880-1913), A. Bosch Editor, Barcelona, 1981, p. 22.

20. Para R. Núñez Florencio, Op. cit., Morral era «el más instruido y culto de todos los autores de atentados de la época», p. 147

21.«Boceto psicológico de Mateo Morral» en El Liberal (ed. Barcelona), lunes 4 de junio de 1906. Al día siguiente, el mismo periódico extraía sus conclusiones a partir de la autopsia del  cadáver de Morral: «El examen antropológico del cadáver de Mateo Morral dice que éste presentaba notables caracteres. Según la doctrina de Lombroso, el cerebro presentaba tendencias a las grandes hecatombes, con preferencia al regicidio. Tenía Morral aventajada estatura, robustas piernas y ancho tórax (...) Su cerebro presentaba todos los caracteres de una excelente intelectualidad, despierta e intensa.» El Liberal , martes 5 de junio de 1906.

22. Para Ferrer i Guardia, el odio que profesaba Morral hacia el lujo y la ostentación fue la causa principal que le movió a cometer el atentado. Así lo manifiesta en la entrevista que publica El Liberal el 16 de junio.

23. El cadáver rodeado de hielo e iluminado por un potente foco quedó expuesto por orden gubernativa durante varios días para que lo visitaran «cuantas personas conocieron a Morral durante su estancia en Madrid». Es en este episodio concreto donde se inspira Ramón Pérez de Ayala para describir la muerte y exposición del cadáver de Santonja en Troteras y Danzaderas.

24. Pío Baroja, La dama errante, Edit. Caro Raggio, Madrid, 1974, pp.12-3. Pío Baroja en ningún momento menciona la presencia de Valle-Inclán  junto a su hermano Ricardo el día en que éste reconoció el cadaver e hizo un dibujo del perfil de la cara de Morral muerto.

25. Hay que destacar que el atentado, huida y suicidio de Morral coincide en el tiempo con otro asunto mucho más festivo y amable: el enamoramiento del marajá de Kaphurtala hacia la cupletista Anita Delgado, relación que llegó a buen puerto gracias a los oficios literarios de Valle-Inclán.

26. Para más detalles y con abundante bibliografía al respecto, vid. Mª Cruz Seoane y Mª Dolores Sáiz, Historia del periodismo en España, vol. 3, El siglo XX: 1898-1936, Alianza Editorial, (Col. Manuales Universitarios), Madrid, 1998. Véase en especial  el capítulo 3

27. Sobre esta cuestión y la polémica que suscitó, véase Mª Cruz Seoane y Mª Dolores Díaz, Ibidem, p.226-7

28. Aparece en el número  4 una reseña de la carta en la que se lee «que no puede acceder a que su nombre figure en la lista de colaboradores de LOS ALIADOS». Los redactores critican la germanofilia de toda su familia, asi cómo las simpatías de El Imparcial por Austria

29. A.P.Sinnet, «La dinámica espiritual de la guerra», Los Aliados, n.º 2

30. Mario Roso de Luna inicia un «Epistolario Teosófico» con el director, Carlos Micó, dividido en cuatro entregas a lo largo de varios números de la revista

31. Así Mario Roso de Luna escribió un volumen dedicado al tema, La Humanidad y los Cesares (Suscitaciones teosóficas con motivo de la guerra actual), Librería de la Viuda de Pueyo, Madrid, 1916.

32. Ramón del Valle-Inclán, Baza de espadas. El ruedo ibérico,. Círculo de Lectores, Barcelona, 1992, p.126

33. En la primera edición (1920) los cambios y supresiones de pronombres posesivos («tu...» v. 14 por «su...») («el dolor negro» v. 19 por «su dolor negro») («del alma enconada» por «¡Por su alma enconada,» crean un tú poético mucho más abierto, es decir, no circunscrito únicamente a Mateo Morral, sino a cualquier luchador anarquista.

34. En 1920 acentúa correctamente la palabra herrén en el quinto verso

35. En el prólogo a El pedigree de Ricardo Baroja, reproducido en Ramón del Valle-Inclán, Varia. Artículos, Cuentos, Poesía y Teatro. Op. cit., p. 451

36. Cito por la edición de El pasajero de 1920

37. Sobre este primer congreso anarquista, véase Eduardo Comín Colomer, Op. cit., pp. 189-195

38. Como ya sabemos, Valle-Inclán incorpora decididamente a su literatura personajes y temas sociales a partir de 1920. Ese mismo año en unas declaraciones recogidas por Luis Araquistáin («Valle-Inclán en la corte», La Lectura, II, 1920, p.289) en  D.Dougherty, Un Valle-Inclán olvidado: entrevistas y conferencia, Fundamentos (Espiral), Madrid, 1982, p. 106, nota 131, así lo manifiesta:
 

Valle-Inclán se preocupa ahora de percibir la emocionante España de mañana en el tema literario, que es su última evolución, de la España convulsa de los campos andaluces y las fábricas catalanas. «El ambiente social y doméstico de ese hombre desconocido que la Policía rara vez puede descubrir(...)pero que el escritor podría representarse; la vida de ese hombre desconocido que dispara contra un patrono o contra un compañero, que incendia un cortijo o pone una bomba en un café o en un periódico; lo que piensa, lo que dice, lo que le mueve: he ahí un gran tema literario que yo quisiera emprender», perora Valle-Inclán en las largas tertulias nocturnas del café, buscando un complemento, más que una rectificación, a su obra pasada




 
ÍNDICE   BIBLIOGRAFÍA    ATENEO VIRTUAL     CORREO

LA TIENDA DEL HERBOLARIO