Poesía en prosa para una ciudad amada
Josefa Bauló
(T.I.V.)
Reunir más de un centenar de textos inéditos de la prosa de Juan Ramón Jiménez es una fiesta editorial que ningún amante de la literatura española del siglo XX debería dejarse perder. La editorial Hijos de Muley-Rubio la ha hecho posible con la publicación de Libros de Madrid. Prosa, en edición de José López Bretones y con una introducción de Andrés Sánchez Robayna, especialistas ambos que comparten con el antologado Juan Ramón Jiménez el cultivo del artes poéticas.
Madrid posible e imposible, Sanatorio del retraído, La colina de los chopos, Soledades madrileñas, Figuraciones y Disciplinas y oasis (Diario vital y estético), son los seis títulos que ordenan el material obtenido después de una búsqueda intensa entre los borradores y documentos que, conociendo la compulsiva dedicación a la escritura del insigne poeta, se comprenden como un abultado corpus textual. De hecho, se han manejado más de setenta mil referencias entre los archivos de la Universidad de Río Piedras de Puerto Rico y los del Archivo Histórico Nacional de Madrid. La historia de este libro se remonta a los momentos en que el propio Juan Ramón lo concibe como proyecto, tiene su continuidad en la dedicación de su sobrino Francisco Hernández Pinzón y su sobrina nieta, Carmen Hernández Pinzón, y culmina en esta cuidada edición.Libros de Madrid es un libro sobre un escritor y una ciudad. Entre su Moguer natal y los paraderos del exilio, para Juan Ramón está Madrid. Un Madrid paseado, conversado, contemplado y vivido durante más de treinta años se nos ofrece en estas páginas, que no sólo amplían el conocimiento sobre la prosa poética del escritor sino que aportan nuevas perspectivas biográficas.
Esto último se ilustra en el libro que lleva por título Sanatorio del retraído, en el que encontramos un breve apunte poético que testimonia su amistad con Ramón del Valle-Inclán, cuya influencia poética en los albores de la poesía juanramoniana es tan evidente como la certeza de que acabará desmarcándose de ella de forma progresiva conforme avance su obra. El texto es un recuerdo y nos remite, sin duda, a aquellas reuniones de 1901 ó 1902 que tenían lugar en las habitaciones del Sanatorio del Rosario donde vivía Juan Ramón y a las que asistían Valle, Antonio Machado o Benavente. A pesar de la diferencia de edad -Valle-Inclán era diez años mayor- ambos siguieron frecuentándose y encontrándose en la Residencia de Estudiantes. Con el paso del tiempo, Juan Ramón, siempre sincero a riesgo de parecer antipático, no rehuyó juzgar con cierta severidad el valor de la obra valleinclaniana pero, de la misma manera, no disimuló su admiración por su virtuosismo lingüístico y su genio dramático. En 1920, Juan Ramón escribía a Valle-Inclán una entusiástica carta celebrando la calidad de Divinas palabras y equiparando el teatro valleinclaniano al teatro irlandés moderno de Yeats o Synge: «[...] lo que es lógico, al fin y al cabo, siendo usted gallego, celta y siendo usted usted.»
Como publicación virtual que somos, no podemos dejar de indicar al lector la web de la editorial www.editorialmuleyrubio.com, en la que se encontrará cumplida información sobre el libro: Libros de Madrid. Prosa, Los libros de Madrid, ed. José Luis López Bretones, introducción de Andrés Sánchez Robayna, Hijos de Muley-Rubio, Madrid, 2001.Ramón del Valle-Inclán
Valle-Inclán me manifestó, desde el primer instante, una verdadera simpatía. Entonces estaba publicando en «Los lunes del Imparcial» Sonata de otoño, que yo leía en los bancos del jardín por las mañanas. Una tarde vino a traerme el libro, forrado de papel verde paredes.
Valle-Inclán era llano, afable conmigo, que tenía diez años menos que él. Me recitaba mis cosas que más le gustaban y nunca olvido una tarde en la que me leyó -¡qué bien!-:
-Declinaba la tarde...
Cuando venía Valle-Inclán había gran alboroto entre «las niñas»; un escándalo.
Un día de gran nevada -tres días incomunicados con Madrid- apareció Valle-Inclán, delgado y negro, en la soledad blanca. Bajé a abrirle la verja:
-Pero Valle, cómo viene usted con este día.
-Se lo había prometido.
Y su luto, ahora, se entra por la memoria nevada del jardín. [p. 150]
El Pasajero, estío 2002