VALLE INCLÁN A TRAVÉS DE...
 

Agustín de Foxá

 por Josefa Bauló
(T.I.V.)




 

    Agustín de Foxá, conde de Foxá y marqués de Armendáriz, (Madrid 1903-1959) escribió novela, poesía, teatro, guiones y crónicas periodísticas; pero si por algo parece haber pasado a la Historia de la Literatura Española es por haber escrito Madrid de corte a checa. Y a la Historia de España, si hubiera de pasar, no lo haría tanto por su carrera diplomática como por haber escrito, en colaboración con sus amigos y compañeros ideológicos José Antonio, Rafael Sánchez Mazas y Eugenio Montes, algún verso del himno falangista Cara al sol.

    Crónica, memoria y novela, Madrid de corte a checa, escrita al calor de los acontecimientos, en su mayor parte sobre las mesas el café Novelty de Salamanca, entre 1936 y 1937, se inscribe abiertamente en la tradición de los Episodios Nacionales de Galdós aunque con un componente lírico y con una muy marcada imitación del estilo valleinclanesco, en especial en la primer parte subtitulada «Flores de Lis». En el siguiente fragmento, que se corresponde con las primeras páginas de la obra, veremos aparecer a un viejo conocido:

    Zambra y revuelo en la cacharrería del Ateneo. Llegaba don Ramón con sus barbas de padre Tajo, sucio, traslúcido y mordaz. Hablaba a voces contra el general Primo de Rivera.
    -Ese espadón de Loja...
    -Don Ramón, a la salida nos esperan los «carcas».
    Sentíase Valle-Inclán guerrillero de Oramendi. Pidieron unas gaseosas de bolita, y decía:
    -Estoy manso, como todos los animales que comen hierba. No puedo ser vegetariano.
    Le interrumpió Monís, un catedrático miope y rizoso de Murcia, fundador de la FUE y abonado al cine club.
    -¿Qué me dice entonces de los toros de lidia?
    Le miró don Ramón con el ojo ardiente de Bradomín.
    -Los toros toman una pasta de hierba y sal. En realidad, comen mojama.
    Y estalló una risa aduladora.
    Llegaba entonces Jiménez de Asúa con El Sol debajo del brazo. Intervino con voz atiplada:
    -Buenas tardes, señores.
    Comentaba satisfecho la silba a la Marcha Real en la Zarzuela, en presencia de la infanta Isabel, adormilada en su platea granate. Don Ramón se metió con ella:
 

          Y la cotorra verde y gualda,
       relateando en su papel,
       luce una falda de esmeralda
       que fue de la infanta Isabel.


    Sbert, enlutado, lívido, celebró la cuarteta con voz agria.
    -Es que esa musiquilla ya está pasada de moda.
    Aclaró Monís:
    -El próximo jueves van los de la Juventud Monárquica a «gallinero» para pegar a los que silben. Los capitanean los Miralles.
    Asúa sonrió intranquilo:
    -Los nuestros no son mancos.
    Se irguió don Ramón.
    -Sólo los mancos han hecho algo en la Historia.
    -Sí, don Ramón; pero eso -y le señalaba la manga vacía, de espantapájaros- no fue en Lepanto.
    Jaúregui se alborozaba de ingenio y paradoja. Y recitaba Vighi su poema al Carrión:

          Siete puentes te peinan
       desde Carrión a Palencia.


    Se hablaba del Ruedo ibérico y de Tirano Banderas, y deliraba don Ramón entre árboles genealógicos y condes y capellanes gallegos. (Madrid de Corte a checa, Barcelona, Planeta, 1993, pp.9-10)

    Y sigue, el autor, con más detalles de un Valle-Inclán que se ensimismaba rememorando Roma, los jardines del Vaticano, a don Carlos Mª Isidoro, sus partidas de tresillo con el conde de Ofalia,... y después imitaba «(...) a Prim y el ceceo cubano de Fernández-Vallín. Parecía su contemporáneo»

    Más tarde Foxá volverá a recordar a Valle, sin duda el escritor gallego le atraía por su obra pero sobre todo por su faceta de pintoresco personaje. En 1960, lo evocará ante el periodista Marino Gómez-Santos para su libro de entrevistas que, con el título de Mundo aparte, recoge intervius con la Duquesa de Alba, Salvador Dalí, el bailarín Antonio, el torero Rafael El Gallo y el citado Agustín de Foxá.

    Seducido y entregado de antemano a sus entrevistados a los que Gómez-Santos retrata sin el menor atisbo de objetividad, las conversaciones de Mundo aparte se suceden erráticas, «a pata llana», sin demasiado orden y con el único concierto de preguntas y respuestas interrumpidas por la descripción de alguna escena inmediata o por matices introducidos por el propio periodista. De esta forma el libro recoge momentos tan extraños como los que reflejan la tensa relación de Gómez-Santos con Dalí, al que describe como «criatura cobarde» y «paleto ibérico», o el que muestra a Foxá y Gómez-Santos, entrevistado y entrevistador, emocionados al leer en voz alta una carta de José Antonio a Sánchez Mazas. En medio de esta miscelánea periodística y en las páginas dedicadas a Foxá éste ofrece una breve evocación personal de Valle-Inclán. Recuerdo que contrasta con el aquel personaje recreado veinte años atrás en Madrid de corte a checa puesto que ahora lo presenta en su declive físico, como un viejo caballero con más de marqués que de anarquista. Así como el icono de carlista intemperante conviene al joven Foxá falangista que escribe su novela de la Guerra Civil, la nueva imagen de Valle amable y cansado se corresponde a una versión oficial mucho más apreciada durante el régimen franquista, la imagen de un Valle domesticado:

    Entonces ya escribía versos Agustín de Foxá.
    -Naturalmente, ibas a los cafés.
    -Llegué a los últimos resplandores de la tertulia de don Ramón del Valle-Inclán, en la Granja del Henar. No era tan terrible como lo pintaban. Me recordaba un poco al león del Retiro, un poco entumecido, aunque conservaba la melena. Quedaban vivas en torno al recuelo y a los vasos de leche algunas anécdotas terribles de otros tiempos que se repetían todas las noches. Don Ramón era muy amable, y se veía que tenía más de marqués de Bradomín que de anarquista. Su muñón daba una sensación de aleteo.(Marino Gómez-Santos, Entrevista a Agustín de Foxá en Mundo aparte, Aguilar, Madrid, 1960, pp. 233-234)


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El Pasajero, otoño 2002