E L   T E A T R O   C A T A L Á N

   Ya hemos indicado que nació el teatro catalán poco después de mediar el pasado siglo XIX, pues nada tienen que ver con él, o casi nada, los grotescos e iliterarios sainetes de Robreño que a principios de siglo representaba él mismo en el teatro de Santa Cruz, de Barcelona. Cierto que bien puede decirse que aquellas pobrísimas obras, en que no hay verdadero ingenio, ni apenas instinto del teatro, están escritas casi en catalán; pero fuerza es también reconocer que no entraba en las intenciones de ese autor, ni de otros autores que por entonces le imitaron, dignificar y rejuvenecer la lengua catalana, maltrecha y acanallada por varios siglos de abandono literario; no podía ser aquel teatro bajo y grotesco la roca firme en que se asentara la futura escena de este país, ni fué así en 

C R Ó N I C A S  Y  C U E N T O S

realidad, pues entre aquellos burdos sainetes y los verdaderos principios del teatro catalán mediaron muy largos años, y en verdad no nacieron las primeras obras escénicas merecedoras de tal nombre en Cataluña sino después que un grupo de generosos vates hubo despertado el noble espíritu de esta tierra con sus fuertes cantos henchidos de magnánimas aspiraciones y de vibrante amor a la patria de los españoles… Que solamente mucho después han venido a producirse ciertos extravíos (1)
   A la voz despertadora de aquella pléyade de excelsos poetas, surgió potente y vigoroso el teatro de Cataluña y aun algunos de aquellos mismos poetas subieron también al tablado escénico y juntos unos y otros fueron enriqueciendo el repertorio, hasta hacer del teatro catalán un teatro rico
 

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