C U E N T O   D E   A Ñ O   N U E V O

os hará sonreír. Mi narración espero que os hará pensar.
      En el comedor habíamos quedado   cuatro convidados, además de Minna, la hija del dueño de la casa: el periodista Riquet, el abate Pureau, recién enviado por Hirch, el doctor y yo. A lo lejos oíamos en la alegría de los salones la palabrería usual de la hora primera del año nuevo: Happy New Year! Happy New Year! ¡Feliz Año Nuevo!
       El doctor continuó:
       -¿Quién es el sabio que se atreve a decir iesto es así? Nada se sabe. Ignoramus et ignorabimus. ¿Quién conoce a punto fijo la noción del tiempo? ¿Quién sabe con seguridad lo que es el espacio? Va la ciencia a tanteo, caminando como una ciega, y juzga a veces que ha vencido


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C R Ó N I C A S  Y  C U E N T O S

cuando logra advertir un vago reflejo de la luz verdadera. Nadie ha podido desprender de su círculo uniforme la culebra simbólica. Desde el tres veces más grande, el Hermes, hasta nuestros días, la mano humana ha podido apenas alzar una línea del manto que cubre la eterna Isis. Nada ha logrado saberse con absoluta seguridad en las tres grandes expresiones de la Naturaleza: hechos, leyes, principios. Yo, que he intentado profundizar en el inmenso campo del misterio, he perdido casi todas mis ilusiones.
       Yo, que he sido llamado sabio en Academias ilustres y libros voluminosos; yo, que he consagrado toda mi vida al estudio de la humanidad, sus orígenes y sus fines; yo, que he penetrado en la cábala, en el ocultismo y en la teosofía,


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